Una marea humana invade París. La prensa chilena no dio el lugar que merece a este giro histórico de la opinión pública francesa, que promete crecer. La “mayoría silenciosa” rompió el silencio para decir a los políticos profesionales: ¡ustedes no nos representan!
Cientos de miles de personas se manifestaron en París, el domingo 13 de enero, contra el proyecto de ley Taubira sobre el matrimonio homosexual.
Después de hacer bajar a la calle a más de 800.000 franceses contrarios al matrimonio homosexual, los organizadores de la «manifestación para todos» preparan la continuación del movimiento y prometen volver a movilizar a sus tropas si el Gobierno no consiente en escucharlos y respetarlos.
Cientos de miles de pulmones cantaron a coro el himno nacional, mientras otros miles de personas caminaban aún en una larga procesión que parecía interminable. Para enardecerse y mostrar que no estaban en el Campo de Marte por casualidad. Para darse fuerza. Para dejar claro que esta larga marcha contra el matrimonio homosexual no era sino el comienzo de un movimiento.
Tugdual Derville, director de la Alliança Vita, no dice otra cosa para explicar este éxito que lo supera: «Sólo hemos canalizado una energía íntima de los manifestantes que han descubierto en su familia un bien precioso cuando ella está amenazada, ¡como otros descubren la riqueza de la libertad en el momento que se les priva de ella!» Un comienzo. Ya que no se trataba de militantes.
No había profesionales de la manifestación. No eran sindicalistas a quienes se les fue a recoger a su fábrica, sin que hayan tenido que desembolsar un peso, para ser escoltados a sus casas por la noche después de una movilización de rutina y sin principios. Ni tampoco personas politizadas al extremo, que no se preguntan sobre la oportunidad de manifestarse, pues éste es su medio de vida y de expresión. No era la derecha. Eran solamente franceses como muchos, que bajaron a la calle por millares para proclamar su adhesión a su civilización. Para manifestar el profundo apego que tienen por la familia, en una época especialmente turbulenta.
Franceses que pagan sus impuestos, que se levantan temprano por la mañana, que tienen hijos, o jubilados que han trabajado toda su vida, maltratados por la vida. Algunos que de buena fe han votado por Hollande. Otros que no lo hicieron. Sobre todo gente que no se manifiesta habitualmente. Que no se les escucha jamás. Que habitualmente no están en los periódicos y no llaman la atención de nadie. Ellos vinieron en automóvil, en tren de alta velocidad, desde las provincias, también a pie desde París y de todos los alrededores. Por su cuenta. Por sus propios medios.
Una “mayoría silenciosa” que no se detiene en medio del río
Es difícil evaluar esta multitud inmensa que, en orden, sin provocaciones, de modo pacífico y festivo se ha puesto en marcha. París fue bloqueado, obstruido por la multitud de familias, pero liberada. Una “mayoría silenciosa” que, una vez que se levanta, no se detiene en medio del río.
De momento, el Gobierno finge no comprender la amplitud del movimiento y del rechazo. “Pero lo que se ha levantado el domingo, no tiene nada que ver con lo que el Gobierno se contenta con considerar como algo común”, previene Georgina Dufoix, ex ministra del gobierno socialista de François Mitterrand.
Es probable que haya otra manifestación nacional. El día 13 no era sino una première. Un aperitivo. La movilización contra el matrimonio homosexual en París no fue sino el comienzo.
Fuente: Le Figaro Magazine, Por Rafael Stainville