Alfie Evans, el bebé británico que sobrevive desde 2016 gracias a un soporte vital, fue desconectado de éste el pasado martes. Según informó su padre, el pequeño respira por si solo, situación que ha dejado a los médicos «boquiabiertos». Desde que fuera desconectado, el pequeño no ha sido alimentado, lo que ha desatado una ola de críticas en la Red por «dejarle morir de hambre».
Este infame crimen de infanticidio, que grita al cielo y clama a Dios por venganza, podrá aparentar ser un avance simbólico de la otra cara de los derechos humanos (el de la eutanasia o ¡muerte «digna»!); pero lo que realmente vemos es que está despertando conciencias por décadas adormecidas, reacciones impensables en países amilanados por el comodismo, consecuencia del progreso material, y por la desidia acarreada por la galopante degradación moral.
Pero lo cierto es que hay un designio de ciertas organizaciones de querer implantar gradualmente estas abominaciones a como dé lugar en todos los países, «preparando» y adormeciendo la vigilancia que tienen las sociedades, aún en la pequeña parte sana que les queda, erosionando el blindaje moral que las preserva de esos males.
Por eso es que debemos estar preparándonos, como antiguamente se decía: «a Dios rogando y con el mazo dando», alertando y difundiendo a todos los vientos que esta clase de atrocidades es lo que tarde o temprano van a venir a imponernos en nombre de los alardeados derechos humanos de cuarta o quinta generación, del avance científico, del control ambiental, de la racionalización de los recursos, etc.
Luis Paoli