Si el lector fuere un entusiasta de la tesis del calentamiento global de origen humano, entonces debe conmemorar el momento en que el aire acondicionado de su automóvil alemán nuevo se incendia inesperadamente.
Estará así colaborando con su humilde tributo a la lucha extremada contra el CO2 -este gas benéfico que el ambientalismo radical calificó de demonio planetario.
Y, si ocurre una intoxicación colectiva de su familia porque una pequeña lámpara fluorescente se rompió, ese lector debería agradecer a los inigualables profetas del Apocalipsis verde.
Ellos consiguieron prohibir las lámparas comunes en la Unión Europea y en los Estados Unidos, y sustituirlas en millones de hogares por otras hechas con mercurio en dosis que pueden ser letales.
Parece una broma, pero no lo es.
Esta y otras pesadillas están entrando en la vida cotidiana por la presión de los lobbies ambientalistas anticapitalistas, antioccidentales y, en el fondo, antihumanos, explicó el editorial del cotidiano «The Washington Times«.
Esas amenazas insospechadas ya son una realidad Europa y en los Estados Unidos.
Varios fabricantes de automóviles alemanes, como la BMW, la Daimler y la Volkswagen, señalaron el peligro contenido en una resolución de la Unión Europea, que las obliga a usar en el aire acondicionado de sus modelos la sustancia conocida como R-1234yf (2,3,3,3-Tetrafluorpropeno).
Esta sería «ecológicamente amigable».
Militantes verdes, grandes empresas que pueden ganar mucho con ella, y burócratas de Bruxelas garantizan que es totalmente segura.
Sin embargo, los tests de la Daimler, que fabrica los automóviles Mercedes Benz, constataron un real riesgo de incendio. Explicaron que el producto «ecológicamente amigable» difícilmente se incendia en laboratorio, pero que «en las condiciones de funcionamiento en la vida real se puede tornar incendiaria al lado de un motor calentado».
El comunicado fue acompañado por un video, que sería gracioso sino se tratase de algo muy peligroso. El gas para el aire acondicionado que era usado hasta aquí no es inflamable.
En los Estados Unidos, durante el huracán Sandy, 16 automóviles eléctricos -de un modelo industrial beneficiado por créditos oficiales de medio billón de dólares- se incendiaron de modo inexplicable en el puerto de Newark, N.J., donde estaban guardados para ser embarcados.
El «Washington Times» concluye que, en lugar de estar alarmando con futuros cataclismos imaginarios, los legisladores deberían considerar los daños al medio ambiente y a la economía de las personas reales al formular las políticas que aprueban.
Las tecnologías favoritas de las izquierdas verdes, tanto en materia de automóviles cuanto de las pequeñas lámparas fluorescentes, no serán utilizables simplemente porque algunos figurines de la jet-set y de las izquierdas libertarias se declaren en favor de ellas.
Luis Dufaur