Una de las sentencias más conocidas de los Evangelios es aquella donde Nuestro Señor enseña que “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”. (Mateo 6, 24). Por tales “señores” Nuestro Divino Salvador quería significar que se quisiese servir conjuntamente al Dios verdadero y al demonio.
[columnlayout][columncontent width=»50″]Esa máxima tiene un corolario inmediato, el cual es que no se pueden hacer leyes que intenten contentar al bien y al mal al mismo tiempo.
La ceremonia de presentación del Proyecto de Ley de Acuerdo de vida en Pareja (AVP), que se efectuó ayer, nos recordó esta enseñanza de Nuestro Señor precisamente pues en ella parece haberse querido contentar a Dios y al demonio.
Según informa la prensa, los invitados por La Moneda para la presentación del Proyecto fueron connotadas “personalidades” homosexuales (sic). Sin embargo, al mismo tiempo, se intentó que la ceremonia tuviera un carácter pro familia, por lo cual se estableció que sólo hablaría el Presidente de la República. ([1])
No queda claro por qué motivos tal característica del acto revestiría un carácter pro familia. Lo que sí queda claro es que al lobby homosexual el Proyecto lo beneficia ampliamente. De lo contrario, no hubiera estado presente en la ceremonia.
Y un Proyecto que efectivamente beneficia a las conductas homosexuales y al mismo tiempo se presenta como pro familia no puede ser considerado sino una iniciativa fundamentalmente anti-familia.
Es lo que ocurre siempre que se quiere contentar a Dios y al demonio. En las apariencias los dos “lados” salen beneficiados; en realidad, sólo se beneficia al mal.
Ahora bien, cuando un Gobierno aplica esta táctica más o menos en todas sus políticas, termina perdiendo las simpatías de los que están por el partido de Dios, es decir, en este caso a favor de la familia. Y además tampoco se gana las simpatías de los que propician su destrucción, y que en este sentido forman parte del partido del demonio.
Esto explica la cada vez más baja popularidad del Gobierno, según las sucesivas encuestas. Él ha perdido a muchos de sus naturales aliados y no ha conquistado a la izquierda, siempre ávida de más concesiones a sus postulados revolucionarios y demoledores.
Es lo que indica la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), que arroja sólo un 26% de apoyo al Gobierno y al mismo tiempo señala que el rechazo a las uniones homosexuales es del 47%. Lo que sube al 57% en el caso del “matrimonio” homosexual y llega al 64% en el rechazo a la adopción de menores por parte de esas uniones. ([2])
A la pregunta de la misma encuesta: “¿cree Ud. que el actual gobierno de Sebastián Piñera, en general, ha actuado con firmeza o con debilidad?”, el 64% responde que lo ha hecho con debilidad. [/columncontent][columncontent width=»50″]
Es decir, el Gobierno con su Proyecto desilusiona a la mitad del País y, pese a sus concesiones en serie, no conquista a quienes quieren todos los derechos para los homosexuales, incluido el “matrimonio” y la adopción de menores.
Tal situación no se da por un “fundamentalismo” de unos y otros, sino por una razón muy simple. Existe en ambos “partidos”, el del bien y el del mal, una coherencia intrínseca, que naturalmente los conduce a tratar de llegar a sus últimas consecuencias.
Si una persona, o una nación, aceptan y practican seriamente los postulados de la Fe católica, naturalmente tenderán a considerar tales postulados como lo principal de sus vidas y a rechazar cualquiera iniciativa que se oponga a este objetivo.
En sentido opuesto, una persona o una nación que piensen que esta vida es para gozarla sin ninguna restricción, considerarán insoportable cualquier ley o reglamento que le estorbe la satisfacción total e inmediata de los sentidos, aunque sea aberrante.
Tal incompatibilidad por lo tanto está en la propia médula de las nociones de bien y mal. Y ella no es de hoy, ni sólo de Chile: es de siempre y universal.
La mentalidad que parece guiar a este Gobierno es precisamente la contraria. Cree que, si sonríe a la Concertación y le hace “gestos” de buena voluntad, la agrupación de izquierda bajará sus puentes y se allanará a colaborar con las iniciativas gubernamentales. Vana ilusión.
Peor aún. A las posiciones tenidas como de “derecha” – o sea, las que son favorables a la familia cristiana, que desean medidas más eficaces contra la delincuencia, el respeto al orden público, el punto final a las persecuciones judiciales, inclusive a los militares; a quienes quieren una educación en la cual manden los padres de familia, no aceptan el funesto co-gobierno universitario y comprenden la legitimidad del lucro en las instituciones de calidad educacional, etc. – el trato es diferente: ellos se deben contentar con los meros gestos “simbólicos” del Gobierno, pues como son aliados, no se necesita convencerlos…
Esta táctica nos recuerda la frase del ex Presidente Frei Montalva “Hay algo peor que el comunismo, es el anti–comunismo”.
Sus resultados son por todos conocidos. Su gobierno, que prometía quedarse en el Poder por 30 años, no logró hacerlo sino por un período y luego entregó el País al comunismo.
Esperemos que el actual gobierno, por el bien de Chile, no siga esa triste senda de querer encender una vela a Dios y otra al demonio, pues sólo beneficiará al demonio y perderá las bendiciones de Dios.[/columncontent][/columnlayout]
[1] Cf. “El Mercurio”, 4 de agosto, 2011)
[2] Cf. CEP, Estudio Nacional de Opinión Pública, Junio-Julio 2011 www.cepchile.cl