Con posiciones definidamente antagónicas, ambos candidatos se han lanzado como camaleones a la conquista de los electores indecisos o cuyos candidatos no pasaron a la segunda vuelta. Se repite en nuestro continente el fenómeno que políticos de centro derecha terminan apoyando las reivindicaciones de la izquierda.
El próximo Domingo, 17 de Junio, será la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. La disputa será entre los dos candidatos más votados en la primera vuelta del pasado 27 de mayo. Iván Duque, líder de una coalición de partidos de centro-derecha que obtuvo el 39% (7,5 millones de votos) y Gustavo Petro, de extrema izquierda, quien obtuvo el 25% (4,8 millones de votos).
Por primera vez en la historia reciente de Colombia, tenemos unas elecciones presidenciales con candidatos radicalmente opuestos en su concepción del Estado. Lo que está por decidirse es si los colombianos van a optar por continuar en una democracia con todos sus defectos, si eligen a Iván Duque; o si van a preferir lanzarse al vacío de la revolución totalitaria si escogen a Gustavo Petro. Para comprender en profundidad lo que está en juego, veamos la esencia de las dos opciones:
La propuesta de Gustavo Petro
Petro, con profundos orígenes marxistas que nunca ha ocultado, fue uno de los fundadores del M-19 en sus años de juventud. Hizo parte del comando de esta organización terrorista cuando realizó la sangrienta toma del Palacio de Justicia en 1985, pero no alcanzó a participar en ese horrendo crimen, pues pocos días antes fue encarcelado por ser uno de los artífices del robo de gran cantidad de armas a una guarnición militar. Fue amnistiado e indultado en uno de los numerosos procesos de paz del pasado y se convirtió en prominente político de la extrema izquierda.
Ha prometido convocar una Asamblea Constituyente con el fin de transformar a su antojo todas las instituciones del País, y así imponer a toda Colombia el desacreditado Acuerdo con las FARC. Sus propuestas económicas se centran en la supresión de la minería en gran escala, lo cual acabaría con la producción del petróleo, del gas, del carbón y del níquel, que son la columna vertebral de la economía colombiana. Promete una reforma agraria socialista y confiscatoria, amenazando expropiar las tierras dedicadas a los cultivos de caña de azúcar y de palma africana, y en general las de todas las empresas agropecuarias, para repartirlas entre la población campesina. Ha proclamado que hará en Colombia una revolución bolivariana, al estilo de sus amigos de Venezuela Chávez y Maduro, y que conducirá a nuestra Patria por los senderos del socialismo de estado.
Tales exabruptos no resisten ningún análisis económico serio. Esas quimeras sólo caben en la cabeza de los comunistas, que tienen como principal objetivo económico extender e imponer la miseria tanto como sea posible. Además, es lo único que saben hacer.
Para ello, el primer paso es desarticular el aparato productivo del País, como lo han hecho en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Corea del Norte. Cuando la mayor parte de la población ha sido reducida a la miseria, los gobernantes se hacen dictadores y casi nadie es capaz de enfrentarlos, por lo cual se quedan indefinidamente en el poder. Los que pueden huyen despavoridos y los que se quedan se convierten en una masa amorfa, sin voz ni voto, que padecen las consecuencias infames e infrahumanas del socialismo, mil veces fracasado donde quiera que se haya implantado.
Además, en el plano moral, promete generalizar el aborto y promover la agenda de las minorías homosexuales, lo cual contribuye al desmoronamiento de la familia. En síntesis, los principios marxistas definen su programa de candidato presidencial.
La propuesta de Iván Duque
El contendor de esta propuesta aterradora es el candidato Duque, quien fue el indiscutible ganador de la primera vuelta electoral. Su candidatura nació de la articulación de todos los opositores al plebiscito que rechazó el Acuerdo de paz con las FARC, que se realizó en octubre de 2016. Esa enorme coalición, que une al centro y a la derecha, fue depurando desde entonces la elección de su candidato. Primero a través de encuestas internas y después por medio de una consulta popular, hasta que Duque terminó siendo el escogido.
Su propuesta fundamental tiene dos aspectos: apoyar la propiedad privada y la economía de libre empresa, como única alternativa para promover el sano desarrollo del País. Pero también, regular el alcance de los Acuerdos con las FARC, que en caso de ser aplicados al pie de la letra, traerían la ruina para Colombia.
Este rechazo profundo de la opinión colombiana al Acuerdo con las FARC fue lo que catapultó a Duque hasta el lugar donde se encuentra ahora. Su principal base electoral está en todos aquellos que votaron por el NO en el pasado plebiscito, y que ahora son muchos más, al verificar las continuas burlas del grupo guerrillero a los pactos de La Habana.
Sin embargo, a muy pocos días de las elecciones, se ha venido presentando un fenómeno inimaginable por parte de ambos candidatos. Como camaleones, se han lanzado a la conquista de los electores indecisos y de aquellos que votaron por los otros candidatos que no pasaron a la segunda elección.
Petro le ha dado vuelta a su discurso de extrema izquierda. De un momento a otro ha decidido que no convocará ninguna asamblea constituyente, que no expropiará los grandes complejos agropecuarios, que no desmontará la industria petrolera y minera, que ya no quiere una revolución socialista en Colombia, y que no ha sido amigo de Chávez ni de Maduro. ¿Podemos creer en su nueva e inesperada retórica, si durante 30 años ha proclamado exactamente lo contrario? Es como un lobo feroz que esconde sus colmillos, oculta sus garras, disimula su cola, mientras se arropa con una piel de cordero para mostrarse inofensivo ante el público, en el momento culminante de las decisiones.
Pero, por otro lado, causa perplejidad que también el candidato Duque haya cambiado su discurso procurando el favor del mismo electorado indeciso. Ahora ya no se muestra contrario a los Acuerdos con las FARC, dice que los va a respetar, y ya no se presenta como el portavoz de la victoria en el plebiscito, sino que propone una convergencia inaceptable con los defensores del Acuerdo. ¡Tremendo error, que le puede costar muy caro! Pues, aunque gane las elecciones, que es lo más probable, desde muy temprano comenzará a perder los apoyos que lo van a llevar a la presidencia.
Colombia no será Venezuela
Colombia tiene muy presente la trágica situación de Venezuela, en la cual un demagogo marxista, con el apoyo desenfrenado de la multinacional comunista del Foro de Sao Paulo, se tomó el poder hace 20 años, desencadenando una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestro tiempo. En consecuencia, la imposición del socialismo del siglo XXI llevó a la más rica de las naciones latinoamericanas a la miseria más abyecta, produciendo un éxodo masivo de venezolanos en condiciones miserables, de lo cual somos testigos en todas y cada una de las calles de nuestra Patria.
¿Será que los colombianos vamos a escoger el camino de Venezuela en las próximas elecciones? Pidamos a Dios y a la Santísima Virgen que prevalezca el sentido común y que esto no sea posible. Y que los promotores de lo que sería un gran desastre para la Patria, sean derrotados en forma contundente e inequívoca, de tal forma que ni ahora ni en el futuro tengan cabida sus propuestas maléficas, antinaturales y disparatadas, que solo conducen a la destrucción del País.
Eugenio Trujillo Villegas Director – Sociedad Colombiana Tradición y Acción
trujillo.eugenio@gmail.com