Comparta

Los cuatro dedos sucios y feos

Print Friendly, PDF & Email
Los elementos del caos

La ronda macabra del caos parece haberse adueñado de Chile. Algunos creen estar soñando y otros sufren una realidad peor que cualquier pesadilla. ¿Hacia dónde vamos? Veamos.

La perplejidad va bien con sillones de cuero suave, donde el hombre se hunde deliciosamente. Porque hay una cierta analogía entre estar empantanado en preguntas desconcertantes y en sillones de resortes suaves. El hombre perplejo, hundido en los cueros, queda empantanado tanto en el cuerpo como en el alma, lo que le da a su situación esta unidad que nuestra naturaleza pide con insistencia, en todo momento.

Es cierto que tal unidad no se da allí sin alguna contradicción. Las perplejidades constituyen para la mente un atolladero doloroso. Un purgatorio. A veces casi un infierno. Por el contrario, el cuero  y los resortes le dan al cuerpo cansado un atolladero delicioso y reparador. Pero esta contradicción no hace daño a la unidad. Y disminuye el tormento del hombre en lugar de aumentarlo.

Para demostrárselo al lector, sería suficiente para él imaginar cuánto peor sería la situación de un hombre perplejo sentado en un banco duro de madera…

Esto se me ocurrió cuando recordé que una noche, cuando terminó la cena, decidí reflexionar sobre la situación nacional, atolladero en el sentido más preciso y siniestro del término. Y para eso me hundí instintivamente en un suave y profundo sillón de cuero. Entonces empecé a pensar…

La ronda macabra del caos

La ronda macabra de varios problemas nacionales, ideológicos, sociales y económicos comenzó a bailar en mi mente. Para ser claro, traté de detener la fea ronda para analizar, una por una, las diversas cuestiones que la formaban. Pero estas parecían evadir cualquier evaluación exacta, ejecutando cada una, ante mis ojos finalmente cansados, un movimiento convulsivo parecido al “delirium tremens”. Pertinaz, insistía. Pero ellas, no menos pertinaces que yo, aumentaban su temblor y de repente reanudaban al galope su ronda.

¿Fiebre? ¿Pesadilla? La verdad es que de repente me sentí en presencia de un personaje muy real, carne y hueso…

Y yo, que tenía la intención de comunicar a los lectores el resultado de mis reflexiones, quedé reducido a decirles lo que me dijo este personaje.

El hombre a‒temporal me trató de tu, con una cierta superioridad que tenía un toque un tanto irónico y condescendiente. Y, levantando en ristre un dedo índice corto y poco limpio de su mano derecha, como para anunciarme una primera lección, dictaminó:

Fracaso enmascarado del comunismo

«Sepa que yo, el comunismo, fracasé en este tranquilo Brasil. El PC es aquí un enano que da vergüenza». «Por eso, me abstengo de presentarlo solo en público. El sindicalismo no me sirvió para nada. Soy dueño de muchos de sus jefes, pero no tengo control sobre sus bases bonachonas (» pacifistas «, dirías tu). Entré en las Curias, en las casas parroquiales, seminarios y conventos. Qué bellas conquistas hice. Aún allí prosperé con los jefes, pero la mayoría del beaterío se me escapa. Noto, Plinio, su alegría ante mi avergonzada confidencia. Tu crees que estoy derrotado. ¡Tontorrón! Te mostraré que tengo otras formas de progresar.

– ¿Dudas? – Sí, yo dudaba.

Entonces levantó teatralmente, junto al dedo índice, el dedo medio, un poco más largo y no menos deplorable. Y comenzó a dar su segunda lección.

Una apología del crimen

«Comenzaré con un sofisma. Haré lo que no imaginas: la apología del crimen. Sí, diré con mil labios, con mil plumas, millones de videos y de micrófonos, que la ola de la criminalidad, que tanto asusta a los repugnantes burgueses, rara vez nace de la maldad de los hombres. En las tribus indígenas, los crímenes son más raros que entre los civilizados. Lo que significa que el crimen nace entre nosotros de los trastornos sociales originados por el hambre. Elimínese el hambre y el crimen desaparece. Como, de hecho, también la prostitución.

«A quién llamas criminal es una víctima. ¿Sabes quién es el verdadero criminal? Es el propietario. Especialmente el gran propietario. Especialmente este es quien roba a los pobres».

«Mientras un ladrón de penitenciaría roba a un hombre, el propietario roba a un pueblo entero. ¡Su crimen social es de una maldad sin nombre!»

El delirio conduce a muchas cosas. Pensé en expulsar al jactancioso idiota. Pero la comodidad me mantuvo sumido en mi sillón. Furioso e inerte, lo dejé continuar.

Levantó el dedo anular, feo hermano de los dos que ya estaban levantados. Y prosiguió.

El desmantelamiento de la represión

«Hay algo más, Plinio. En vista de todo lo que he dicho, un gobierno consciente de sus obligaciones debe desmantelar la represión y dejar avanzar la criminalidad. Porque ésta no es más que la revolución social en progreso. Todo asesino, todo ladrón, todo violador no es más que un heraldo de la ira popular. Y por esta razón haré saber al mundo entero que el estallido criminal en Brasil está siendo calumniado por reaccionarios despreciables. La criminalidad es la expresión de este furor  justamente vindicativo de las masas,  que los sindicatos y la izquierda católica no supieron galvanizar».

Levantando el dedo meñique, fiel miniatura de los tres dedos ya en ristre, mi hombre se echó a reír.

Ceder para no perder

«Haré entrar armas en Brasil. Cuando los burgueses aterrorizados estén bien persuadidos de que no hay salida para nada, suscitaré entre los que llamas «criminales” uno o algunos líderes, a quienes sabré camuflar como carismáticos. Y haré que algún obispo anuncie que, para evitar un mal mayor, es necesario que los burgueses se resignen a tratar con aquellos con un menor grado de bandidaje.

¿De un Kerensky a un Lenin?

«Veo tu mueca. Estás creyendo a la burguesía lista para cometer también ese error. Tienes razón. Así se constituirá un gobierno como el de Kerensky, bien izquierdista. Al día siguiente será el Lenin que yo elija».

El caos, la nueva y peligrosa estrategia revolucionaria

Me levanté para agarrar al hombre. Cuando me puse de pie, me desperté automáticamente. O cesó la fiebre…

Escribí de inmediato cuánto “vi» y «escuché», ya que solo unos minutos después de la fiebre o del sueño se pueden conservar esas impresiones con alguna vitalidad.

Lector, desearía que no le dieran fiebre. Si, antes de que termine de leer, no le dan sueño.

Esto en ningún caso será un tranquilo sueño de primavera. Pero será acorde con este clima caótico de los días aguados y feos con los que comienza noviembre.

PD: La policía de São Paulo parece estar cambiando hoy. ¿Qué diría el hombrecillo de cuatro dedos sucios a esto? En Sao Paulo, y en todo Brasil, ¿qué dirección tomará la “vieja” 1 de la subversión? Detenerse, no sé…

Plinio Corrêa de Oliveira, «Folha de São Paulo», 16-11-1983

Nota: La vieja era un fuego de artificio que zigzaguea por el suelo, que se usaba para asustar a la gente

Comparta con sus amigos
15/11/2023 | Por | Categoría: Política y valores
Tags: , , , , , ,

Deje su comentario