Si Ud. entra a una de las grandes tiendas que llenan los malls de todas las ciudades del País, encontrará que ellas se dividen de acuerdo al tipo de mercancía que ofrecen. Está el piso de ropa para mujer, el piso para hombre y otro para niños. Están también las secciones de las ofertas de electrodomésticos o de aparatos de computación, o de perfumería.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar
Todos esos sectores han sido seleccionados de acuerdo a los intereses del comprador. De modo a que Ud. pueda encontrar con mayor facilidad los artículos que está buscando y pueda comparar las distintas marcas, para escoger la que más le conviene.Esto es tan lógico que a nadie le llama la atención que las cosas estén dispuestas de acuerdo a este criterio.
Ahora, imagine que Ud. llegara a una multitienda a comprar ropa o cualquier otro artículo y le dijeran que sólo hay una marca y un tamaño o, si hay varias, que tiene que llevarse el primero que el empleado le presente, cualquiera que sea la talla, Ud. pensará que el dueño se volvió loco.
En realidad, el tema de la libertad de selección es más importante de lo que a primera vista se puede creer. Todos estamos permanentemente seleccionando. Desde que nos levantamos hasta que volvemos a dormir, no hemos hecho sino seleccionar.
Seleccionamos lo que nos pondremos para vestir en la mañana, seleccionamos lo que vamos a comer, seleccionamos las actividades que desarrollaremos durante el día, seleccionamos a las personas con las cuales conversamos, seleccionamos la movilización que tomamos para llegar a nuestro destino, seleccionamos el supermercado donde vamos hacer las compras, seleccionamos la radio que escuchamos, el diario que leemos o el canal de TV que nos gusta más.
Podríamos llenar este programa de todas las selecciones que hacemos a lo largo de un día. Y esta necesidad de seleccionar es inherente a nuestra condición de seres pensantes y libres. Seleccionar es la capacidad de optar, entre dos o más cosas, por aquella que nos parezca mejor. Por lo tanto, seleccionar es distinguir, y distinguir es lo propio del ser pensante.
Ahora sólo podemos seleccionar cuando tenemos varias opciones y somos libres de escoger entre ellas. De lo contrario, cuando no hay sino una sola posibilidad, o cuando estamos forzados a escoger una sola, no hay selección posible.
La posibilidad de seleccionar, por lo tanto, es una característica de nuestra libertad. Y mientras más alta es la selección que hacemos, más sabio es nuestro ejercicio de la libertad.
Si podemos optar para nuestros hijos entre muchos tipos de educación, aquella que consideramos la más apropiada, conforme con los criterios que como padres de familia tenemos, quiere decir que somos libres.
Ahora si sólo podemos optar por un tipo de enseñanza para ellos, obviamente el ejercicio de nuestra libertad de padres queda inmediatamente coartado o seriamente limitado.
De ahí la necesidad de que existan muchos y variados proyectos educativos, que puedan dar atención a muchos y variados anhelos de los padres de familia.
En este sentido las recientes declaraciones del Ministro de educación de limitar las posibilidades de “selección” de los colegios, es particularmente peligrosa para el ejercicio de la libertad de las familias chilenas.
Como bien lo señaló un director de establecimiento de educación particular subvencionada, “no somos nosotros los que seleccionamos a los alumnos, son los padres de familia que nos seleccionan a nosotros. Impedir la selección irá en detrimento de los propios alumnos”.
Lo increíble del caso es que, mientras se van limitando las posibilidades de una selección legítima en los más variados sectores, se abren “derechos de opción” en campos dónde tales opciones no son legítimas porque significan contrariar la naturaleza y hacer el mal.
Nos referimos, por ejemplo, al Proyecto de ley de Identidad de Género que fue presentado por el pasado Gobierno Piñera, en virtud del cual las personas pueden “optar” por el “género” que les parezca más de acuerdo a su “identidad”.
Así, un hombre puede alegar que su identidad es femenina, y exigir el cambio de nombre, en todos los certificados civiles y contratos. Igualmente puede “optar” la mujer por ser “hombre” de acuerdo a análogos sentimientos.
Decimos “sentimientos”, porque la ley no contempla la necesidad de mostrar ningún apoyo médico ni científico de ninguna naturaleza. Cosa que por lo demás sería imposible de presentar. Pues ningún médico puede certificar que el hombre que tiene al frente en realidad no es hombre, sino mujer…
Son las contradicciones de los espíritus supuestamente liberales. Nos dan libertad en aquello que evidentemente no existe posibilidad de opción, como es la de autoconstruirse en función de un mero capricho subjetivo; y nos la quitan en todas las otras materias en que deberíamos poder optar como seres libres y racionales que somos.
Para concluir otro ejemplo bastará. Esta semana fue detenida una resolución pública que debería entrar en vigor dentro de dos meses, en virtud de la cual los alimentos deberían traer una información nutricional. O sea, indicar sus compuestos y cantidades.
La actual administración pública consideró insuficiente los criterios de información exigidos por el reglamento anterior, pues éstos no dan la posibilidad que ciertos productos sean definitivamente prohibidos de comercializarse por las entidades sanitarias.
El pan, por ejemplo, sólo deberá contener una mínima cantidad de sal, de acuerdo a los criterios de las autoridades burocráticas, y el azúcar deberá ser también drásticamente reducido. Al mismo tiempo, se estudia aumentar las penas a los fumadores y subir nuevamente los impuestos a los alcoholes y bebidas gaseosas.
O sea, nos dan libertad para que escojamos cambiar de sexo, y nos quitan la posibilidad de fumar un cigarro a la salida de una cervecería.
¿Considera Ud. que así estamos siendo más libres o más condicionados?