Alguien me contó la «doctrina del mal menor», en forma de «paradoja del mal menor». Se trata del viejo y ya conocido «Ceder para no perder», lema de todas las derrotas y de todas las capitulaciones.
Hela aquí:
Tengo que elegir entre «A» y «B».
«A» me jura que me sacará los ojos.
«B» me asegura que sólo me sacará uno.
Yo pienso «Con un ojo todavía puedo ver». Elijo «B» y me quedo tuerto.
Nuevamente debo elegir entre «A» y «B».
«A» promete sacarme el ojo que me queda y arrancarme además la lengua.
«B», siempre más morigerado, me tranquiliza diciéndome que sólo me sacará el ojo que antes me había perdonado.
Reflexiono: «Me quedo ciego, pero por lo menos aún podré hablar».
Elijo, pues, a «B».
Sucesivas elecciones terminan con el resultado que se puede prever: ni ojos, ni lengua, ni manos, ni pies…
Lo gracioso del caso es que mi elección ha sido siempre, no sólo legítima, sino verdaderamente racional y razonable.
Pero, no es necesario decirlo, algo ha fallado.
¿Tiene esto algo que ver con un sistema político donde existen dos conglomerados políticos principales, en el que uno lleva a cabo un programa político (reformas radicales, divorcio, eutanasia, sodomía, aborto…) y el otro se limita a ralentizar ese programa político sin que en ningún caso trate de impedirlo seriamente?
Ante el programa de Gobierno Bachelet, ¿»A» sería el ala radical de la Nueva Mayoría con sus reformas y «B» los «moderados» de la misma»mayoría» en combinación con la Alianza y, en el caso de la reforma tributaria, también con los empresarios? ¿Esta sería la «política de los acuerdos»?
Las declaraciones de la Secretaria de la Presidencia, Ximena Rincón, son muy reveladoras al respecto.
Ella dice que «Uno puede mirar que fue erróneo lo de la Cámara de Diputados, que no correspondía. Creo que esa mirada es equivocada. Lo que instaló la discusión en la Cámara fue que esto era en serio, que era una reforma que pretendía lograr lo que finalmente ha resultado en el trámite del Senado»(…) «El acuerdo al que se ha llegado en el Senado ha sido posible gracias a lo que hicieron los diputados en la primera etapa, y no se ha cambiado ni se ha transado en el fondo y en el corazón del proyecto». Es decir, la Cámara hizo el papel del miedo, de una izquierda intratable y radical; y el Senado, de la simpatía, de una izquierda dialogante, sensata. Resultado: lograron lo que querían.
¿Cuál sería el motivo de esta estrategia cautelosa, siendo que cuentan con una mayoría para aprobar las reformas? La Sra. Rincón se encarga de explicarlo:
«Nos movemos en un espacio muy complejo. Si uno quiere discutir adecuadamente una política pública tan profunda, necesita informar a la ciudadanía, porque o si no (sic!) se genera casi una trinchera, un campo de batalla que hace muy difícil instalar un diálogo que sea constructivo». En resumen, ellos saben que tienen una mayoría parlamentaria pero no la tienen en la opinión pública y temen que ésta reaccione creando un «campo de batalla».
Y para dejar aún más clara esta estrategia, termina diciendo: «Todos los acuerdos, pero para avanzar«.
Y nuestros tan astutos políticos, que piensan que han evitado un mal reconocido por los especialistas para Chile, ¿no han percibido esta estrategia que es hecha pública por la Ministro Secretaria de Gobierno?
* (Las declaraciones de la Ministro fueron publicadas por El Mercurio, el 12 de julio de 2014)