Las declaraciones del Senador Ignacio Walker, Presidente de la Democracia Cristiana, hechas el sábado pasado a El Mercurio, son un botón de muestra de la mentalidad que domina a esa colectividad: la ambigüedad constante, que disimula el rumbo fijo que toman en la política.
Citamos sólo breves trechos de su entrevista para ilustrar nuestra afirmación.
Declara el Senador: «La Democracia Cristiana tiene que marcar un rumbo distinto, más allá de derechas e izquierdas». Poco más adelante, afirma: «Lo mejor que le ha ocurrido a Chile es que la DC sea parte de un pacto de centroizquierda«.
Y agrega: «Entre otras cosas, porque, como dice el senador Navarro, la Concertación sin la DC es la UP«. Ingenua declaración que reconoce el papel fundamental que tiene la DC para conducir a Chile hacia la izquierda. Chile no aceptaría nuevamente a la UP: y ahí está la Democracia Cristiana para encubrir esa realidad y facilitar su avance.
Y, bajando al terreno práctico, declara: «Espero que la DC y el PS podamos ir en una lista única a concejales. Esa decisión es … por convicción…». ¿Dónde queda ese rumbo más allá de derechas e izquierdas?
Pero hay más: «Estamos bastante avanzados en la idea de un candidato de la oposición a alcalde en todo Chile…Con un PC muy pragmático, con el cual no vamos a ir en un mismo pacto, sino por omisión…». La posición pro-comunista de la DC quedaría demasiado clara si fueran en un mismo pacto. Pero la DC siempre tiene una solución para favorecer al comunismo: esta vez es «por omisión«, dejando que sus candidatos pierdan la elección, para apoyar con sus votos la ascensión del comunismo.
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Leyendo esas frases recordé haber leído un texto, hace mucho tiempo, que aclara a fondo esta mentalidad. Es interesante ver cómo la DC no permaneció estática en su posición de entonces, sino que se deslizó siempre más hacia la izquierda.
«La Democracia Cristiana es en todas partes más o menos la misma. Sus bases son sanas, pero políticamente ingenuas. Sus líderes son ambiguos, a primera vista.
«Habitualmente son elementos que van de un centrismo conservador -pasando por todas las gamas intermediarias- hasta un izquierdismo extremo, la influencia dominante en ellos jamás es la de los derechistas o centristas, sino la de los izquierdistas.
«Estos últimos terminan arrastrando siempre más hacia la izquierda -con una resistencia mayor o menor de los demás elementos- a los líderes demócrata-cristianos y, con ellos, también a las bases. De este modo, esas cúpulas que se declaran en buena parte anticomunistas, no omiten nada para tornar cada vez más de acuerdo a las tendencias o a las doctrinas comunistas todo aquello que tocan.
«Predicadores de la concordia a todo precio, deducen de ahí la conveniencia de un entendimiento cordial y hasta de una genuina cooperación con el marxismo.
«Pero, frente a los anticomunistas convencidos, ¡la Democracia-Cristiana olvida todo su pacifismo, y se transforma en una adversaria iracunda, constante e irreductible!
«A la luz de todo esto, para un observador atento, las ambigüedades de los líderes cesan de existir, dando lugar al cuadro de una DC que no es otra cosa sino un dispositivo ideológico y político destinado a arrastrar hacia la extrema izquierda a los derechistas y, principalmente, a los centristas incautos».