A la vista del largo historial de concesiones de la DC a los planes de la izquierda, inclusive «reflotar» al PC chileno que se encontraba en un merecido anonimato, nos pareció interesante traducir y publicar el artículo siguiente que analiza la mentalidad DC. Esa mentalidad está condensada en el Partido, pero también se puede encontrar difusa en una amplia gama de personas.
Esa mentalidad también ha sido responsable por leyes gravemente dañinas para la familia, como son el divorcio y ahora del aborto en su primer trámite legislativo
El democratacristiano es un indeciso de fachada, un izquierdista de corazón, jamás un auténtico neutral.
El democratacristiano es en apariencia un indeciso entre la derecha y la izquierda, y por lo tanto, un contemporizador obstinado en todos los conflictos ideológicos que encuentra en su camino, y un entusiasta incondicional de la paz a cualquier precio. Sin embargo, erraría quien confundiese esta indecisión con neutralidad. El equilibrismo democratacristiano, a pesar de enunciarse, en general, en términos de una neutralidad abstracta, cuando es transpuesto para la práctica, produce sistemáticamente ventajas para la izquierda. Es lo que se observa en todas las escalas, en la individual como en la partidista y hasta en la internacional.[1]
De manera que, si un comunista entra en discusión con un anticomunista en presencia de un democratacristiano, la actitud de este último comportará habitualmente tres etapas:
– Al principio, el democratacristiano se dirá neutral, practicando en la discusión algunas rápidas intervenciones para apoyar a uno, y luego al otro.
– A partir del momento en que la discusión se acalore, el democratacristiano comenzará a recomendar concordia a ambas partes, y a hablar contra la radicalización.
– Algún tiempo después, el democratacristiano empezará a dar muestras de tedio, de enfado y hasta de irritación ante la discordia. La paz, que hace poco él se limitaba a sugerir, comienza ahora a querer imponerla. Y, para esto, tiene el democratacristiano una fórmula, que es siempre (note el lector, digo siempre) la misma: recomendar al anticomunista que haga algunas concesiones para aplacar al comunista.
Insisto para hacerme aún más claro. Siempre que el democratacristiano quiere imponer la paz, sugiere un acuerdo en el cual los anticomunistas ceden terreno a los comunistas. No conozco, o por lo menos no recuerdo, un solo caso de lo contrario. Esto es, que el democratacristiano recomiende a los comunistas que hagan alguna concesión para calmar a los anticomunistas.
Como se ve, la indecisión democratacristiana termina siempre por una ayuda a la izquierda, inclusive a la izquierda más radical. [2]
Y, a pesar de esto, nadie se muestra más ufano que el democratacristiano cuando vocifera contra las radicalizaciones.
¿No sería más coherente si hablase tan sólo contra una de las radicalizaciones, esto es, la de la derecha? ¿Cuál es la razón de esta incoherencia?
Evidentemente, en este o en aquel democratacristiano no pasará de politiquería astuta y consciente, movida por el deseo de ganar los aplausos de las superpotentes máquinas publicitarias de la izquierda. Creo sin embargo que, en la indiscutible mayoría de los casos, la razón de esa incoherencia es otra bien diversa.
El democratacristiano es, la mayoría de las veces, un ente atormentado por una escisión interior. Palpitan en él simpatías profundas, aunque inconfesadas, por el comunismo. Pero, al mismo tiempo, sus convicciones de superficie, sus hábitos, sus relaciones, quizá sus intereses, lo atan al campo no comunista. Él siente que, si se confesase para sí mismo como pro-comunista, tendría mil rupturas dolorosas que hacer. Por otro lado, sin embargo, si extirpase de sí las tendencias pro-comunistas, sería obligado a renunciar a devaneos, a utopías, a quimeras que tiene en lo más profundo de su alma.
Entonces, ¿qué hace? Procura persuadirse de que es neutral. Procura igualmente persuadir de su neutralidad a los circunstantes. Pero, como es natural, esta neutralidad de superficie sólo produce frutos superficiales. En apariencia, la conducta del democratacristiano es realmente la de un neutral… no obstante, como en las profundidades recónditas de su alma, hay sólo simpatía por la izquierda, si analizamos a fondo los resultados de su conducta, se revelan siempre favorables a ella.
El democratacristiano es un indeciso de fachada, un izquierdista de corazón, jamás un auténtico neutral.
Esta actitud del democratacristiano individualmente considerado, la DC como un todo la repite en escala mayor, esto es, en la lucha entre las diversas corrientes ideológicas o partidos políticos. Entre grupos anticomunistas y pro-comunistas, la Democracia Cristiana actuará con la misma neutralidad aparente, la misma aversión profunda contra el anticomunismo y la misma simpatía por el comunismo que caracteriza al democratacristiano confrontado con el pro y el anti-izquierdista.
Y en la escala internacional, análoga es la política preconizada por todos los PDCs en la pendencia entre el Oriente Comunista y el Occidente Anticomunista. Es la política del “tercer mundo”. (NT.: El artículo original es de 1970)
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Mientras la Democracia Cristiana puede hacer creer en su neutralidad, atrae muchas simpatías. A medida que la repetición de estas tomadas de posición pro-izquierdistas fueron comprometiendo esta imagen neutralista, la influencia de la Democracia Cristiana se fue desgastando.
Con esto la Democracia Cristiana ya no es el punto de convergencia de toda la vasta familia de almas de los ultraizquierdistas (o de los comunistas) subconscientes. Pues están ellos dispersos aquí y allí, anidados como pueden, en corrientes políticas liberal-democráticas o en organizaciones más o menos progresistas. En el caos del mundo moderno a veces hasta se ve a algún democratacristiano de alma soñando con un régimen militar más o menos nasseriano, esto es, que ponga detrás de las rejas a los comunistas y socialistas y después, a tambor batiente de desfiles anticomunistas, imponga las reformas de estructura más izquierdistas. Modificaciones ésas que los socialistas saludan entonces sigilosamente como la plena realización de sus sueños y los comunistas consideran etapas indispensables para llegar a la realización de los suyos.
¿Qué tiene de común con la Democracia Cristiana esta línea de pensamiento y de acción cuyo rótulo ya no es democratacristiano? ‒La esencia.
Sí, la esencia, pues anticomunista de banderola y arenga, ella marcha en línea recta y acelerada hacia la izquierda … y quien camina siempre hacia la izquierda, llega fatalmente a la extrema izquierda. Esto es, al comunismo.
Tan definida y consistente es esta familia de almas democratacristiana que, a veces sin saberlo, es socialista; a veces sin saberlo, comunista; muchas veces sin saberlo, pero auténticamente democratacristiana, socialista y hasta comunista, que un observador experimentado reconoce a sus integrantes por estos síntomas seguros.
Ésta es una adaptación del artículo de Plinio Corrêa de Oliveira, publicado en A Folha de Sao Paulo, el 2 de Agosto de 1970. Pocos meses más tarde de esta publicación, la DC chilena la confirmaba por entero.
[1] El presidente de la DC, Ignacio Walker, declaró: “Lo mejor que le ha ocurrido a Chile es que la DC sea parte de un pacto de centroizquierda. Entre otras cosas, porque, como dice el senador Navarro, la Concertación sin la DC es la UP. (…) Siempre hemos evitado mirar el mundo en blanco y negro. Algunos lo han hecho sinónimo de ambigüedad; nosotros creemos que, por el contrario, es la forma de hacer las cosas en la DC. No podemos renunciar a nuestra vocación más profunda: de diálogo, entendimiento, de tratar de resolver por la vía pacífica el conflicto social.(…) La DC tiene que marcar un rumbo distinto, más allá de derechas e izquierdas”. (Cfr. http://www.ignaciowalker.cl/2011/08/la-dc-esta-llamada-a-conducir-y-no-podemos-dejarnos-pautear-por-fuera/) Recientemente, Caraolina Goic, vice-presidente de la DC, declaró: «Con el PC son muchas más las cosas que nos unen que las que nos diferencian» (http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2016/02/08/goic-dc-con-el-pc-son-mucho-mas-las-cosas-que-nos-unen/)
[2] Eduardo Frei Montalva hizo en su tiempo la famosa declaración: “Hay algo peor que el comunismo, es el anti comunismo”