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Coherencia DC y pacto con el PC

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La opinión pública viene acompañando con sorpresa y desagrado el pacto de la DC con el Partido Comunista para las próximas elecciones parlamentarias de diciembre.

Tratando de justificar lo injustificable, el parlamentario DC, Patricio Walter escribió un artículo de opinión en un diario nacional, manifestándose favorable a un pacto por omisión. (El Mercurio, 09/03/2009)

El referido personero DC declara al respecto que: “es perfectamente posible encontrar una fórmula que permita a los sectores que se encuentran excluidos del Congreso Nacional (PC), tener una representación parlamentaria adecuada, sin perder la coherencia

El articulista trata de encontrar la cuadratura del círculo, tratando de hacer coincidir los conceptos de humanismo cristiano, con el pacto político con el PC, ateo y materialista, y con la coherencia en la acción política de la DC.

No entraremos a comentar el artículo en cuestión, pues sería infructuoso. Creemos mejor mostrar cuál ha sido la historia de la mentada “coherencia” de la DC a lo largo de su existencia, con los conceptos de la moral enseñada por Nuestro Señor Jesucristo.

Para ello reproducimos un parte de un artículo publicado por el Informativo de Acción Familia cuando fue aprobado el proyecto de divorcio de la DC, presentado precisamente por el hermano de este parlamentario.

La DC existe gracias a su nombre “cristiano”

En efecto, si la DC consiguió apoyo popular en el pasado fue gracias a su nombre de cristiano y al respaldo otorgado por importantes autoridades eclesiásticas de esa época. Ella se presentaba como el partido que interpretaba el pensamiento de la Iglesia en el mundo de la política. Sin ese respaldo y ese nombre, la DC nunca habría llegado a ser un partido de importancia, ni habría alcanzado el poder político.

Historia de contradicciones, ¿o de una coherencia profunda?

Veamos algunos hechos concretos. En 1945, a pesar de las advertencias y prohibiciones pronunciadas por los Papas a los católicos para no colaborar con los partidos y doctrinas comunistas, la Democracia Cristiana naciente, que se denominaba en ese entonces Falange Nacional, hizo un pacto electoral con los partidos marxista-leninistas chilenos, lo que le valió una censura pública del Cardenal Caro.

Más tarde, en 1958, ya vigente la excomunión lanzada por Pío XII en 1949 contra quienes colaborasen directa o indirectamente con el comunismo, la DC formó parte de una coalición de parlamentarios izquierdistas que consiguió derogar la ley que prohibía las actividades del Partido Comunista.

En 1967, el Presidente Frei reformó la Constitución y eliminó las garantías que protegían el derecho de propiedad privada, violando así dos Mandamientos de la Ley de Dios, que prohíben robar y codiciar los bienes ajenos. Más aún, la DC preparó el terreno legal y psicológico para el advenimiento del régimen marxista de Allende y hoy integra el mismo frente político que continúa “ por medio de una «revolución cultural» “ la obra de demolición del orden social cristiano.

No puede entonces llamar la atención que ahora los parlamentarios DC hayan presentado y aprobado por unanimidad la destrucción de la protección legal al matrimonio indisoluble. Es perfectamente coherente con todo su pasado.

Una doctrina tras los hechos

Sin embargo, cabe formular una pregunta: ¿Cuál es entonces la doctrina o los motivos que han llevado a la DC a ser tan coherente en esa incoherencia? En otras palabras, ¿cuál es la razón de esta sinrazón?

La respuesta a esta pregunta no deja de ser importante, pues ella no sólo explicará el pasado, sino también nos dará luces sobre las futuras actitudes de la DC frente a los próximos ataques a otros derechos sagrados de la persona humana, o sea, cómo votarán los parlamentarios de la Democracia Cristiana los proyectos de ley para legalizar el aborto y las uniones homosexuales que ya han sido presentados al Congreso, con el apoyo de algunos de sus miembros.

La DC nace a la sombra de la Acción Católica

Para conocer la fuente de inspiración de la DC, es interesante recordar las declaraciones del Cardenal Raúl Silva Henríquez sobre sus orígenes: “Y así nació un nuevo partido, partido de cristianos, partido de muchachos que nacieron a la sombra de la Iglesia y que fueron los grandes dirigentes de la Acción Católica Este partido fue muy combatido por los católicos de derecha, es decir por el antiguo «Partido Conservador”; incluso dentro de la jerarquía y dentro del clero había esta división; pero había hombres de la Iglesia que favorecieron a la juventud y que tenía estas ideas Estos muchachos que se sintieron espoleados por la Iglesia a la causa de la redención del proletariado, a la redención cristiana del proletariado, formaron ese partido Y entonces tenemos al «Partido Demócrata Cristiano”, partido nacido de la Iglesia, no diré creado por la Iglesia sino creado por los laicos” (“Teología de la Liberación”, Conversaciones de Toledo, España, Junio de 1973, apud. “El Mercurio”, 2-12-75).

Por su parte Frei Montalva declaraba pocos días después de su elección presidencial: “el cambio de actitud de la Iglesia de Chile, en los años recientes, ha sido una de las causas decisivas del éxito que en el País ha tenido la democracia cristiana” (“El Diario Ilustrado”, 10-7-65)

La política de “la mano extendida”

Hace unos días Enrique Correa Ríos, ex Ministro de Aylwin, recordó el proceso que llevó a jóvenes democratacristianos a formar el MAPU Obrero-Campesino y a protagonizar la revolución de la UP. Explicando las razones por las cuales marxistas y cristianos “se daban la mano” dice el ex seminarista y co-fundador del Mapu: “La Iglesia vivió un largo invierno conservador después de la reforma de Lutero. Y se apartó no sólo del socialismo, sino también del liberalismo y de la modernidad. Estuvo en la esquina opuesta a la revolución francesa y en la vereda de enfrente de la revolución industrial. Aceptó a regañadientes el capitalismo y la vida secular. Esa posición la mantuvo hasta el Concilio Vaticano II, que toma los grandes temas que Lutero plantea en el siglo XV. Es un esfuerzo dramático, y Paulo VI lo encarna, por reencontrar a la Iglesia con la modernidad. Y el marxismo es parte de la modernidad de ese tiempo. Entonces encontrarse con ese mundo era encontrarse también con el marxismo.” (cfr. “El Mercurio”, 24 -08-2003).

Abundando sobre el mismo tema, el ex-seminarista y ex-Ministro declara: “Había una corriente mundial, que es una de las del Concilio Vaticano, que buscaba la articulación entre el pensamiento cristiano y el marxismo, que postulaba el fin del antagonismo entre ambos. Me estoy refiriendo a los teólogos constructores del Concilio. Por otro lado, se generó una cercanía a nuevos teóricos del marxismo que postulaban el marxismo no como un cuerpo dogmático, sino como un método de investigación social. El que más influyó fue Luis Althusser. Marta Harnecker (1) fue su asistente y ella estaba vinculada con Rodrigo Ambrosio, con Tomás Moulián, que están entre los intelectuales que construyeron nuestro pensamiento en ese tiempo.” (cfr. Idem.)

DC y modernismo

Es decir, la DC nació propulsada por un movimiento religioso infiltrado en la Iglesia Católica a comienzos del siglo XX. Ese movimiento tenía dos corrientes distintas pero entrecruzadas: una corriente filosófico-teológica y otra de activismo socio-político izquierdista. La primera corriente, en el campo religioso, fue el Modernismo que buscaba adaptar la teología a las corrientes filosóficas modernas. La segunda, nacida como parte del “catolicismo social”, dio origen al “catolicismo democrático” (cuyo máximo exponente fue el movimiento francés Le Sillon), de cuya vertiente salió primero la democracia cristiana y posteriormente los “cristianos para el socialismo”. Ambas corrientes fueron condenadas enérgicamente por el Papa San Pío X en dos luminosas encíclicas, “Pascendi dominici gregis“, contra el Modernismo, y “Notre charge apostolique“, contra Le Sillon (ver “Desde el catolicismo social al cato-socialismo: La Historia de un desvío“).

Muerto el Santo Pontífice, dichos errores renacieron poco a poco y se infiltraron nuevamente en seminarios y facultades de teología, diseminándose posteriormente entre los laicos a través de los ambientes de la Acción Católica. En Brasil, esos errores modernistas y socialistas fueron denunciados por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su obra En Defensa de la Acción Católica, (1943), lo que impidió a la corriente demo-cristiana brasileña obtener suficiente apoyo eclesiástico y una amplia base popular.

El “espíritu” democratacristiano

En síntesis, el error religioso que inspira lo que podríamos llamar el “espíritu demócrata-cristiano” es la idea de que el católico no debe luchar para adecuar el mundo a las verdades eternas de la Revelación sino, por el contrario, debe actuar para adecuar la Religión a la más reciente evolución del mundo. Tal evolución, representaría el futuro y el progreso de la Humanidad, sería una especie de “soplo divino” que conduce la Historia.

Por causa de esta mentalidad, los llamados “católicos progresistas” “ y su versión política en la DC y hasta en el PS “ buscan ser coherentes con aquello que “el mundo” (entiéndase la pequeña minoría de intelectuales y artistas de “vanguardia”) está exigiendo, aquí y ahora. La coherencia con las enseñanzas tradicionales la Iglesia y su moral, es vista por ellos como secundaria y la mayoría de las veces retrógrada.

Una posición evolutiva

Sin embargo esa posición no es estática, ella se va radicalizando conforme las exigencias revolucionarias de ese microcosmos cultural y de la degradación moral general. De este modo la DC también va evolucionando conforme a los postulados más “modernos” de sus mentores. Así, cuando en esos círculos estaba de moda promover una profunda revolución socio-económica igualitaria, la DC pasó a defender una abolición gradual y legal de la propiedad privada, bajo el slogan de que “la tierra es para quien la trabaja”, cuyos efectos Chile vendría a conocer bajo el régimen marxista

Hoy, cuando la nueva moda socialista es promover una revolución cultural que destruye los fundamentos psicológicos del orden social, incluida la familia, la DC chilena sacrifica la indisolubilidad del vínculo conyugal, inmolado en el altar de la pseudo modernidad. Mañana será la hora de sacrificar la vida de los inocentes, después vendrá la hora de apoyar las uniones homosexuales, más tarde de la eutanasia, etc., etc.

Siempre habrá socialistas que construyan los nuevos altares de la inmolación y “cristianos progresistas” que, coherentes con sus errores iniciales, irán gustosos y sonrientes a sacrificar los principios y las instituciones del orden natural y cristiano que hasta ayer decían defender.

Y así continuará, hasta el día en que la DC, en una especie de suprema coherencia con su error, se echará encima de la hoguera. Ese día vendrá cuando la operación de trasbordo ideológico para acomodar la Iglesia a los errores del mundo haya dado tanto resultado que ya no quede casi nadie para ser transbordado. Ahí la DC habrá perdido su razón de ser.

Entonces podrán surgir otros “moderados” impenitentes que querrán tomar la misma antorcha chamuscada de la DC y transbordar a los últimos irreconciliables.

Pero eso todavía es parte del futuro, y en la Historia nada hay de fatal. ¡Deo gratias!

Informativo 17 de Acción Familia


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11/03/2009 | Por | Categoría: Política y valores
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