«Matrimonio» homosexual en Nueva York: los Obispos católicos «¿se abstuvieron de luchar?»
El periodista Michael Barbaro publicó en el New York Times un largo y detallado análisis sobre cómo fue posible que se aprobara el «matrimonio» homosexual, concluyendo: «La Iglesia Católica, que se puede decir que es la única institución con la autoridad y alcance para evitar la aprobación del «matrimonio» homosexual, pareció abstenerse de la lucha». Esa lucha debió darse para conquistar a la opinión pública, pero no se trabó.
Después de un intenso lobby y propaganda realizado por el movimiento homosexual y gracias a los esfuerzos empeñados del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo y de algunos republicanos tránsfugas de última hora, el «matrimonio» homosexual fue probado y transformado en ley en el Estado de Nueva York.
La omisión de los Obispos católicos
Sin embargo, ni los esfuerzos del Gobernador Cuomo –que se enorgullece de ser católico y de sus buenas relaciones con los obispos [1]– ni los otros factores mencionados anteriormente habrían sido suficientes para aprobar una ley que pisotea la ley natural y la Revelación. Era necesario neutralizar la fuerza principal que podría impedir la aprobación: la Santa Iglesia, Católica, Apostólica, Romana. Era forzoso garantizar que la Jerarquía no movilizaría a los fieles para actuar en defensa de la Fe y de la moral. Y la verdad es que la Iglesia Católica estuvo en gran medida ausente durante esta lucha.
Esta ausencia fue reconocida por el ultra laico diario The New York Times, el cual hizo campaña claramente en favor de la aprobación de la ley.
El 25 de junio de 2011, bajo el título, «Detrás del matrimonio Gay en N.Y. , una improbable combinación de fuerzas», Michael Barbaro publicó un largo y detallado análisis sobre cómo fue posible que se aprobara el «matrimonio» homosexual.
Él explica el papel desempeñado por colaboradores millonarios del Partido Republicano que apoyaron la ley, las intensas maniobras de bastidores entre los políticos y en otros círculos, y afirma: «La Iglesia Católica, que se puede decir que es la única institución con la autoridad y alcance para evitar la aprobación del «matrimonio» homosexual, pareció abstenerse de la lucha». [2]
Señala también que el Arzobispo Dolan se abstuvo de ir a Albany (capital del estado de Nueva York) durante la polémica y viajó a Seattle en la misma semana de la votación. Y cuando el Arzobispo hizo una declaración contra el mismo «matrimonio» homosexual, casi in extremis, «fue por teléfono a un programa de radio del área de Albany».
Esta omisión fue tanto más grave que, como el cronista religioso de USA Today escribió, el «voto clave» que permitió la aprobación de la ley fue el de un Senador católico, Mark Grisanti (Condados Erie y Niagara).[3]
Quien conquista a la opinión pública, vence.
Lamentablemente, los Obispos católicos parecen haber perdido de vista el principio de que las luchas políticas no se ganan con maniobras entre bastidores sino conquistando a la opinión pública; y que algunas declaraciones, aunque bien articuladas, no son suficientes para lograr este objetivo. El público quiere liderazgo y se mueve sobre todo por el ejemplo, por acciones concretas y gestos simbólicos.
Por su propia iniciativa, algunas organizaciones de laicos católicos, incluyendo la TFP Americana, salieron a las calles para influenciar directamente a la opinión pública. Muchos líderes judíos y protestantes promovieron manifestaciones en Albany y en la ciudad de Nueva York, especialmente el senador Rubén Díaz (Dem.-Bronx), un gran defensor del verdadero matrimonio.
Sin embargo, los Obispos no aglutinaron ni estimularon a los católicos a luchar enérgicamente contra la amenaza que se avecinaba: una ley que niega el propio principio de la moral, que dice «debe hacerse el bien, y debe evitarse el mal». Tampoco existe ninguna noticia de que los sacerdotes llamaran desde los púlpitos a los católicos, clara y repetidamente, a manifestarse; de su participación en los medios de comunicación con un aluvión de entrevistas, artículos de opinión, artículos y discursos; que organizaran a los religiosos hombres y mujeres y a los laicos en una intensa campaña de oración, sacrificio, ayuno y testimonio público para evitar el pecado colectivo que legalizó el «matrimonio» homosexual en Nueva York, una gran ofensa y desafío a Dios.
Recordemos Sodoma y Gomorra
El fundamento del matrimonio es la unión fértil y estable entre un hombre y una mujer, que procede de la ley natural, de la misma naturaleza humana. Es la piedra angular de la familia, el componente básico de la sociedad. Además de haber sido elevada por Nuestro Señor al nivel de un Sacramento, la unión conyugal de un hombre y una mujer refleja los principios morales fundamentales del Decálogo.
Los mandamientos, «no pecar contra la castidad» y «no cometer adulterio» derivan del primer Mandamiento, «amar a Dios sobre todas las cosas». Si no importa desobedecer la ley de Dios y es indiferente contraer matrimonio conforme a las leyes de la naturaleza y de la Revelación cristiana o un «matrimonio homosexual», que es totalmente lo contrario, entonces Dios no existe o no toma las cosas en serio, que es lo mismo (un Dios no serio es una contradicción en los términos.)
Si además de seguir la ley natural también estimamos, como se debe, el regalo por excelencia de la Fe, no podemos ver el castigo de Sodoma y Gomorra como un cuento de hadas. Si Dios obviamente no envía castigos como el de Sodoma y Gomorra en todo momento, no hay duda que Él quiso convertir el castigo de aquellas ciudades, inmersas en el pecado contra la naturaleza, en un ejemplo para toda la historia de la humanidad. Él quiere mostrar la gravedad de ese pecado y su repugnancia por él.
Laicos obedientes y respetuosos, pero disfrutando de la libertad de los hijos de Dios
Con las anteriores consideraciones, no pretendemos emitir un juicio sobre la actitud del Arzobispo de Nueva York o de los otros Obispos de Nueva York, sino manifestar nuestra angustia como obedientes y fieles católicos (que, no obstante, disfrutan de la libertad de los hijos de Dios [4]) y registrar nuestra protesta inconformada con la legalización del «matrimonio» homosexual en Nueva York.
Oramos por nuestros Pastores y esperamos que, con la gracia de Dios, seguirán los consejos de San Pablo a Tito: «Predica la palabra: insta a tiempo y a destiempo: reprende, exhorta, increpa con toda longanimidad y no cejando en la enseñanza». [5]
«A Ti levanto mis ojos, a Vos que moráis en el Cielo»
Como el profeta David, en nuestra angustia volvemos nuestros ojos hacia Dios, suplicando su ayuda y protección: «A Ti levanto mis ojos, a Vos que moráis en el Cielo». [6]
Y como seguidores de la escuela espiritual de San Luis María de Montfort, nos volvemos especialmente a María Santísima, Consoladora de los Afligidos y reiteramos nuestra certeza en la victoria prevista en Fátima: «¡Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará!»
Escrito por Luiz Sérgio Solimeo
[1] «Uno de los primeros actos de Andrew Cuomo después de su investidura como Governador de Nueva York … fue ir a misa y percibir la comunión. …asistió el 2 de enero a misa con su conviviente, Sandra Lee… quien también es católica y divorciada … en la Catedral de la Inmaculada Concepción en Albany, presidida por el obispo local, Howard Hubbard. » (David Gibson, «Andrew Cuomo Takes Communion and Revives the ‘Good Catholic’ Debate,” Politics Daily, Jan. 7, 2011, http://www.politicsdaily.com/2011/01/07/andrew-cuomo-takes-communion-and-revives-the-good-catholic-deb/print/»… una fotografía del Sr. Cuomo saludando al Arzobispo Dolan está colgada en la Oficina privada del gobernador». (Michael Barbaro, “Behind N.Y. Gay Marriage, an Unlikely Mix of Forces” The New York Times, June 25, 2011, http://www.nytimes.com/2011/06/26/nyregion/the-road-to-gay-marriage-in-new-york.html?_r=1&pagewanted=print).
[2] Barbaro, “Behind N.Y. Gay Marriage.”
[3] Cathy Lynn Grossman, “Key vote for N.Y. gay marriage ‘not just Catholic’,” USA Today, June 26, 2011,
http://content.usatoday.com/communities/Religion/post/2011/06/gay-marriage-passes-ny-religion-/1
[4] Cf. ROM. 8: 21; Gal. 2: 4.
[5] 2 Timoteo 4: 2.
[6] Salmos 122 y 123.