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¿Y los derechos de Dios?
Como es de conocimiento de todos en Chile, el día de jueves pasado la Cámara de Diputados aprobó en general por 66 votos contra 44 el Proyecto de aborto presentado por el Ejecutivo.
También quedó claro que la votación contó con los votos favorables de la Democracia cristiana, con la excepción de unos pocos diputados que no alteraron el resultado,
No se puede negar que la victoria de la matanza de los inocentes le corresponde en primer lugar a la Presidenta Bachelet, quien pasará a la historia como la principal responsable de este grave atentado al derecho de nacer y a los derechos de Dios Creador.
Sí, pues el aborto – homicidio de un ser inocente e indefenso – no sólo atenta contra los derechos de los que están por nacer: sino sobre todo, él ofende gravemente los derechos del Creador.
Delante de este pecado social, la voz de Dios no puede ser sino la misma que aquella cuando un hombre mató por primera vez a otro: “Caín, ¿dónde está tu hermano Abel?” (Génesis 4:9) Esta pregunta debe ponerse en las conciencias de cada uno de los parlamentarios que ayer votó a favor del nefasto proyecto.
Lamentablemente durante el debate del Proyecto se ha omitido el tema principal, que son los derechos de Dios, por ello nos queremos referir especialmente a este aspecto silenciado en este programa de hoy.
Comencemos por decir que por su pasado entrañablemente cristiano, Chile nunca se dejó engañar por las dos ideologías que se basan en la negación de Dios: el marxismo totalitario y el liberalismo individualista y hedonista.
Por este motivo Acción Familia considera imprescindible que la Voz de Aquel que dijo: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida”, sea oída por todos los chilenos en lo que queda de la tramitación del proyecto de aborto en el Senado.
La separación de la Iglesia y del Estado no puede servir de pretexto para quienes tienen Fe, porque el bien común y la recta conciencia imponen lo mismo que la Fe: el respeto del derecho a vivir de un inocente. La eventual aprobación del Proyecto de aborto significará sin duda alguna un gravísimo mal social al mismo tiempo que un inmenso pecado colectivo y una ofensa a los derechos del Creador.
De ese pecado, serán culpables, no sólo los que, en el Gobierno, fueron autores y promotores del proyecto, ni apenas los diputados y senadores que lo aprueben, sino también todos aquellos que hayan participado de esta iniciativa inicua o hayan sido sus “cómplices pasivos”.
En el día del Juicio, todos los chilenos seremos interpelados por Nuestro Señor sobre qué hicimos para impedir el genocidio abortista y si fuimos “cómplices pasivos” de su aprobación o mucho peor, activos. Y todos sabremos cuál será nuestra respuesta en cada caso.
- Juan Pablo II declaró al respecto: “Es social todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida (…) La Iglesia…sabe y proclama que estos casos de pecado social es el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales”
La consecuencia de este pecado social será aumentar aún más la crisis moral en que se encuentra nuestra sociedad. Todos los vicios son solidarios; si no se respeta el primero de los derechos de la persona, que es el de nacer, ¿por qué se respetará la vida del ya nacido, su propiedad o su honra?
Más aún, si se introduce este nefando pecado social, Chile nunca llegará a la tan anhelada reconciliación, pues él abrirá una herida que nunca cerrará. Cada aborto dejará un abismo mayor entre los chilenos.
Es lo que nos recuerda el mismo documento papal, al responder por qué los constructores de la Torre de Babel acabaron por encontrarse más dispersos que antes: “Porque los hombres habían puesto como señal y garantía de la deseada unidad solamente una obra de sus manos, olvidando la acción del Señor. Habían optado por la sola dimensión horizontal del trabajo y de la vida social, no prestando atención a aquella vertical con la que se hubieran encontrado enraizados en Dios, su Creador y Señor, y orientados hacia Él como fin último de sus caminos. Ahora bien, se puede decir que el drama del hombre de hoy —como el del hombre de todos los tiempos— consiste precisamente en su carácter babélico”.
Constituyendo el aborto una gravísima afrenta de los hijos contra el Padre, ¿podrán ellos reconocerse como hermanos, en la “confusión de las lenguas” que es fruto de la confusión de las almas? ¿Mirará Dios con indiferencia a los que pecan de indolencia frente al crimen que afecta a los no nacidos?
Este pecado social, según enseña la doctrina de la Iglesia, “clama al cielo” de acuerdo a lo que establece el Catecismo de la Iglesia Católica (n°1849); pues Dios, que es infinitamente misericordioso, es también igualmente justo y las naciones, que no tendrán vida eterna, serán premiadas o castigadas en esta vida, de acuerdo a sus méritos o culpas.
Con los ojos puestos en Cristo crucificado, concluimos estas consideraciones sugiriendo a los parlamentarios y electores católicos que mediten, durante estos días de la Semana Santa, el comentario del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira a la primera estación del Via Crucis:
“… ¡Cuántas veces imité a Pilatos! ¡Cuántas veces, por amor a mi carrera, dejé que en mi presencia la ortodoxia fuese perseguida y me callé! ¡Cuántas veces presencié de brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden vuestra Iglesia. Y no tuve la valentía de decirles siquiera una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los que me rodean, de decir ‘no’ a los que forman mi ambiente, por el miedo de ser ‘diferente de los otros’”.
No sumemos, en esta encrucijada histórica, al pecado de Caín el pecado de Pilatos. Sepamos defender con integridad los derechos del Creador y de su obra prima, que es el hombre creado a su imagen y semejanza. Es la gracia que pedimos para todos los chilenos por la intercesión de la Madre de Dios, la Santísima Virgen María.
La Fiesta de la Pascua de Resurrección que celebramos después de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, es un estímulo para todos los chilenos y fortifica nuestra Fe resaltando que después del sufrimiento viene el triunfo y que los aparentes fracasos de los derechos de Dios, no son sino la antesala de sus grandes victorias.
Cuando Él nació en Belén muy pocos lo fueron a adorar, otros –como Herodes– organizaban la primera masacre de los Inocentes. Sin embargo, en la gruta, los ángeles cantaban: “Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Así también en esta hora de luto para los derechos de Dios y de sus criaturas aún no nacidas, los ángeles ciertamente están cantando: “Gloria a Dios resurrecto y paz a los niños que están por nacer”.
Deseándole a Ud. y familia una santa pascua de Resurrección, aprovechamos de recordarle que nos puede seguir en www.accionfamilia.org
Y le pedimos que haga llegar su mensaje a los senadores católicos clicando http://noalaborto.credochile.cl/