A pesar de los pedidos del Papa y las protestas de los católicos mexicanos, la Asamblea Legislativa de Ciudad de México aprobó la despenalización del aborto.
La reacción de las autoridades eclesiásticas no se hizo esperar. La excomunión latae sententia (instantánea) recayó sobre todos los que «procuran y participan en el aborto y no sólo a la madre que mata o hace matar a su hijo». Según la declaración de la Arquidiócesis, son sujetos a esa excomunión «quien legisla a favor del aborto, quienes lo promueven y trabajan para hacerlo realidad, quien lo induce u obliga a la mujer a abortar, el médico, enfermera o persona que lo realiza, y la mujer que lo lleva a cabo».
Estas declaraciones parecen muy oportunas en un momento en el que la ofensiva abortista en América Latina va tomando el carácter de una verdadera agresión contra la moral, las convicciones y al sentir del pueblo católico.