El hombre contemplativo
16/06/2022 | Por Acción FamiliaSi la persona construye su alma en la contemplación, tendrá una alegría interior en medio de las amarguras de la vida. Contemplando, la persona modela un alma que tiene algo de luminoso.
Si la persona construye su alma en la contemplación, tendrá una alegría interior en medio de las amarguras de la vida. Contemplando, la persona modela un alma que tiene algo de luminoso.
¿Por qué estamos obligados a seguir las normas establecidas por Dios? Si queremos actuar de modo diverso, ¿no podemos usar de nuestra libertad? ¿Estos principios de conducta instituidos por Dios no son simples consejos?
El mundo de hoy anda muy agitado. Esa agitación parece proceder de una frustración profunda. ¿Cuál es la causa de esa frustración? ¿Qué espera la gente de la vida?
El viaje desafortunado barco Endurance nunca llegó a su destino. Sin embargo, la historia de su heroico capitán, Sir Ernest Shackleton, sobrevive como una inspiración conmovedora para todos los tiempos.
Fiesta de María Auxiliadora. El Papa Pío VII, hecho prisionero por Napoleón, confía su suerte y la de la Iglesia a María Santísima. Poco después, Napoleón pierde el trono.
Hay quien piensa que la religión católica consiste en un sentimentalismo vago e inconsistente. Sin embargo, los numerosos ejemplos heroicos de los católicos martirizados actualmente en todo el mundo y los que resisten a las persecuciones en China y otros lugares, constituyen un desmentido categórico de esta mentalidad.
“Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir, nos preguntábamos los dos, delante de la verdad presente que eres Tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió».
La clave de la felicidad está en la templanza, en saber degustar las situaciones comunes y honestas de la vida cotidiana y nunca en la búsqueda de sensaciones
¿Por qué fue el Señor maniatado por sus verdugos? ¿Por qué le impidieron el movimiento de sus manos, sujetándolas con duras cuerdas? Sólo el odio o el temor podrían explicar que así se reduzca a alguien a la inmovilidad y a la impotencia. ¿Por qué odiar así estas manos? ¿Por qué temerlas?
Y aquél sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía!
¡qué corazón tan villano!