Alfredo Mac Hale
Durante años las izquierdas ascendieron a gobiernos iberoamericanos con candidatos populistas, visiblemente socialistas, pero que fueron apoyados por partidos y fuerzas centristas. A medida que esos gobiernos se volvieron numerosos, empezaron a dejar caer las máscaras, mostrando admiración por el régimen cubano, ansiando seguir sus pasos. Ahora parece que esas cautelas se acabaron y que Iberoamérica corre el peligro de estallar en llamas, como sucedió décadas atrás.
Sin duda, uno de los acontecimientos más indicativos de la situación de Iberoamérica que se haya producido en los últimos meses fue la cadena de homenajes rendidos a la tiranía castro-comunista que atormenta a Cuba, por ocasión del cumplimiento del medio siglo que ya dura esa oprobiosa situación. En efecto, prácticamente todos los gobernantes del Continente se apresuraron en los primeros meses del año a rendir pleitesía al ya retirado y deteriorado dictador, rivalizando sobre quién superaba a los demás en la obsecuencia más vergonzosa… de la cual, por lo demás, no tenían vergüenza alguna.
Cuba, tras medio siglo de colectivismo forzado y de miseria brutal
Así, por ejemplo, el Presidente Lula pudo declarar, sin sonrojarse, que Cuba “lo único que ha hecho de malo es conquistar su libertad”, sabiendo que la única libertad que allí existe es la de someterse en forma servil al estalinismo dominante. De un lado, ese comentario es una burla a todo un pueblo injustamente atormentado, y de otro un modo de mostrarse solidario con la tiranía sanguinaria, lo cual promete conflictos crecientes.
Por su parte la Presidenta Michelle Bachelet, cuando viajó a La Habana, alegó razones de protocolo para negarse a recibir a los dirigentes de la incipiente oposición isleña; pero un día después, Fidel Castro rompía el protocolo más elemental, justo al recibirla, interviniendo a favor de Bolivia en la controvertida cuestión del mar, como si él fuera una autoridad en Derecho Internacional.
No citamos actitudes castrofílicas de Chávez, Morales, Correa o Lugo, pues del fanatismo de éstos en esa materia ya no deja duda alguna. Los dos hechos arriba citados son actitudes escandalosas, protagonizadas por supuestos moderados, escogidas en una lista de varias decenas de acontecimientos, cuyo conjunto demuestra la orquestación de los socialistas de todos los pelajes para ensalzar a un régimen que es la vergüenza de América.
¿Por qué una vergüenza?
-Porque hundió a su pueblo en una miseria sin paralelo, forzó al exilio a la parte más dinámica de su población, extendió por todo el Continente la violencia guerrillera y terrorista y se sirvió del narcotráfico practicado por la guerrilla marxista para diseminar el crimen por doquier e imponer el colectivismo; pero a esto podríamos agregar incontables motivos más.
Cuba, el ejemplo perfecto de los males del comunismo
Para los socialistas, nada de eso importa, antes bien se ufanan de tales “proezas”, pues hallan que no existen razones de índole moral, ya que Marx decía que la única “moral” es la conveniencia de la Revolución. Y la conveniencia principal para ésta consiste en el terreno internacional que la Cuba castrista aparezca como la nación líder de muchas otras en la imposición, a cualquier costo, de las aberraciones de Marx; y el costo en todos esos casos es una catástrofe brutal para los países que corren esa suerte.
Obviamente, los comunistas tratan de culpar a otros de las catástrofes que causan, y, tratándose de Cuba, atribuyen al embargo comercial impuesto por los Estados Unidos que se haya producido la miseria existente en la Isla, pero es obvio que ésta responde a un designio marxista. De un lado, porque es inevitable que el colectivismo cause miseria; y de otro pues los líderes comunistas calculan que, cuanto más intensa sea en la Isla esa miseria, tanto más fácil será al régimen movilizar a su población a la “lucha contra el imperialismo”.
Por lo demás, cuando las izquierdas quisieron doblegar y derribar a gobiernos anti-comunistas, no vacilaron en tramar y establecer boicots y embargos comerciales contra ellos, aunque las poblaciones sufriesen por esa causa las mayores privaciones, y no hubo voz religiosa, asistencial o humanitaria que hiciese llamados en sentido contrario, simplemente porque la Revolución mundial había ordenado realizarlos.
Reincorporar a Cuba a la OEA: se fortifica el polo marxista y se anula el anti-comunista
La posición pro-castrista de los gobiernos iberoamericanos se expresó después, a inicios de junio, al aprobar por unanimidad que se anulase la exclusión de Cuba de la OEA, acordada en 1962. Esta medida se debió a que el régimen castrista fue pertinaz en el uso de la violencia subversiva, y en esto no ha variado un ápice, ni pretende hacerlo. Más aún, en 2001 la OEA aprobó nuevas normas, que exigen a los países miembros que tengan un gobierno democrático y que respeten los derechos humanos, de forma que la aceptación del régimen castrista sería una flagrante ilegalidad pues es obvio que no cumple esas condiciones. Por esto, se resolvió anular la expulsión, dejando pendiente la readmisión, lo que dio margen a Fidel Castro de rechazar esa posibilidad.
El resultado de esa comedia grotesca es un cúmulo de absurdos: se absolvió al castrismo de las culpas más evidentes, pero el reo quiso transformarse en juez y exigió que se le pidiesen disculpas porque sus crímenes fueron rechazados; se le invitó e incorporarse a la OEA, pero su respuesta fue un desaire; la dictadura isleña dejó de ser excluida por los demás países, pero se excluyó a sí misma, por lo cual está, al mismo tiempo, dentro y fuera del organismo interamericano…
¿Cuál es la razón de esta suma de incoherencias? –Ellas se producen porque no se quiere ver la realidad y se quiere imponer un verdadero fraude: un régimen ilegítimo durante medio siglo se identificó con el crimen subversivo y a él no quiere renunciar, pero los gobiernos de las naciones afectadas lo aceptan de corazón, mas no pueden aprobarlo de palabra, pues sus propios pueblos piensan de otra manera y la tolerancia de éstos no llega al extremo de que acepten lo intolerable. Sin embargo, todos los actores de la comedia se afirman democráticos y nadie los desmiente…
En otros términos, los gobiernos del Continente declararon a coro que son solidarios con un régimen que ataca a todos los pueblos, agregando que esto no impide que sus políticas estén de acuerdo con lo que éstos desean, lo cual equivale a decir que piensan que en esta materia no hay ni bien ni mal, que la coherencia y la lógica no tienen papel alguno y que contradecirse es lo más normal del mundo.
Esto significa que en América, mientras el polo del mal se obstina en las prácticas más reprobables –entre ellos la violación de derechos elementales, de vida, de patria potestad, de propiedad privada, de practicar la religión y muchos más– no hay gobiernos que reconozcan de verdad la importancia de todo eso, con lo que la única fuerza presente en el contexto político internacional es eminentemente demoledora, pues las otras dejaron de defender sus soberanías, el orden jurídico, los derechos básicos de la población, la armonía internacional, etc.
¿Y qué hace el nuevo gobierno norteamericano ante esa ofensiva? –Lo que ya hizo Barack Obama en la Cumbre Continental en Trinidad Tobago, en abril último: “gestos” distensivos hacia Castro, o sea, concesiones sucesivas, con la ilusión de quitar impulso a la arremetida marxista, mas con el efecto concreto –como siempre sucede con esas concesiones– de estimularlo y darle una apariencia de victoria.
El bloque del izquierdismo irreductible: Venezuela, Bolivia y quizás Argentina
El principal secuaz de Fidel Castro en la región obviamente es Hugo Chávez, el dictador venezolano que acaba de cumplir una década en el Poder de su país, quien transformó en organismos títeres suyos a todos los Poderes públicos de su patria –o sea, el Legislativo, el Judicial, la Contraloría, el Tribunal Electoral, etc.– y por tanto concentra en sus manos todo el Poder público.
Chávez se afirma seguidor convicto de Marx, amenazando continuamente con poner en práctica las aberraciones propiciadas y deseadas por éste, para lo cual usurpa o doblega los medios de prensa, radio y TV, realiza confiscaciones en serie tanto en la industria como en el agro, y conforma una fuerza dominante de la cual es jefe absoluto, con el fin de impulsar el plan revolucionario bolivariano.
De hecho, no se trata propiamente de un plan, pues son continuas las iniciativas improvisadas del Ejecutivo, que rápidamente se concretan en proyectos de ley de tramitación apresurada en los cuales son obvias las huellas del propio Presidente, quien los promociona en programas televisivos oficiales, sin preocuparse mucho de que tengan una coherencia general, salvo, es claro, en el de ser “anti-imperialistas”, contrarias a la burguesía y favorables al “pueblo”.
Además, Chávez despoja a importantes autoridades recién elegidas de muchas de sus facultades –como el control de puertos, aeropuertos, autopistas, policías, líneas de transporte y hospitales– haciendo aprobar, por ejemplo, para la ciudad de Caracas, una ley que instituyó el Distrito Capital, al cual transfirió presupuestos, recursos y locales de funcionamiento que por ley pertenecían al municipio. Así numerosos alcaldes y gobernadores hace poco elegidos quedaron reducidos a la impotencia, mientras la mafia chavista domina campos y ciudades a través de órganos recién inventados, de modo incompatible con lo que queda en pie del orden jurídico venezolano.