La quema y destrucción de monumentos e iglesias en Chile en 2019 pareció a muchos algo inexplicable, una especie de locura momentánea de los agitadores. ¡Es una guerra contra la civilización! El fenómeno se repite a gran escala en Estados Unidos.
Primero, fueron los confederados que lucharon en la Guerra Civil los que debían ser derribados ya que apoyaban una causa, que incluía la esclavitud. Luego fueron los Fundadores; reconocieron e incluso poseyeron esclavos. Más recientemente, fue una estatua de Cristóbal Colón en Boston la que fue decapitada.
A medida que avanza la violenta guerra de los monumentos, se hace cada vez más claro que el problema no son las estatuas. Esta es una guerra contra la civilización. Los criterios para derrocar a personajes históricos son cada vez más amplios. Los alborotadores tienen como objetivo derribar todo lo que alguna vez fue venerado. Nada es seguro; nadie se salva.
Los neo iconoclastas
Ahora, cualquier monumento puede ser destrozado o derribado. Incluso las figuras que apoyan las causas de los alborotadores podrían ser atacadas. Las iglesias, los monumentos de los veteranos o los monumentos de guerra contra la tiranía, no se libran de convertirse en objetos de desprecio. Los alborotadores no hacen distinciones ya que todos ellos son parte de la civilización que debe ser derrocada.
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Esta es una guerra librada por aquellos que podrían llamarse los neo iconoclastas, que dejan apenas los pedestales vacíos para mostrar que nada debe ser admirado. No piden permiso a nadie, sino que se encargan de ser los jueces de lo que debe ser derribado. No ocultan sus acciones y pueden contar con una prensa aduladora para filmar su destrucción y difundir su terror cultural. Actúan con impunidad, ya que los funcionarios a menudo no responsabilizan a los fabricantes de pedestales de su destrucción.
Mantener los pedestales vacíos
Los iconoclastas no tienen interés en reemplazar las estatuas con héroes a su imagen y semejanza. Estas empresas requieren tiempo y esfuerzo. Nunca se considerarían figuras para reemplazar a las que derriban ya que destacar también requiere tiempo y esfuerzo. Su misión es destruir. Prefieren dejar las ruinas de los pedestales vacíos como un recuerdo de quiénes son.
De hecho, las turbas sin líderes no tienen figuras para reemplazar a las antiguas. Ni siquiera sus héroes pasados son aceptados. Para ellos, la era del heroísmo, los ideales y los logros ha terminado. Los iconoclastas son los niveladores de hoy que quieren ver a todos igualados. Cualquiera que ahora sea recordado por éxitos extraordinarios debe ser necesariamente un explotador. Todos deben ser derribados del pedestal al nivel de las personas supuestamente explotadas.
Por su parte, los miembros del establishment liberal gobernante tampoco tienen nuevas figuras que recordar. También creen que la era del heroísmo y de la gloria ha terminado. En estos tiempos, es mejor no destacar. Es más seguro rechazar cualquier pedestal que sea ofrecido. Sus líderes compiten entre sí para ver quién podría aplacar más a los fabricantes de pedestales.
La crisis de los iconoclastas
La crisis de los iconoclastas es moral. Proviene de una cultura y una sociedad que ha perdido su sentido de finalidad. La gente no desea recordar a aquellos que se sacrifican por el bien común mediante un heroísmo sobrecogedor. Todo está orientado hacia uno mismo y hacia la gratificación de las pasiones desenfrenadas.
Por lo tanto, la destrucción de la memoria de los hechos heroicos pasados se puede esperar de una sociedad nihilista, en la que no hay un significado establecido para la vida más allá de lo que cada uno imagina que es la vida. Los iconoclastas niveladores no tienen ideales duraderos de los que surjan grandes figuras. La posmodernidad no ofrece una dimensión trascendental a las cosas que apuntan a realidades metafísicas superiores e invitan a lo bueno, lo verdadero y lo bello.
Sobre todo, no existe una búsqueda religiosa de santidad que impulse a los individuos hacia Dios, por y para Quien fueron creados. En su lugar, sólo existe esa condición que Santo Tomás de Aquino llama acedia, que define como el cansancio de las cosas santas y espirituales y una posterior tristeza, frustración y falta de alegría en la vida.
Cuidado con los iconoclastas
Occidente permanece ahora en la mediocridad de esa acedia. Aquellas cosas que recuerdan a las personas los valores y logros pasados son acusadas de llamarlos a pensar más allá de sí mismos. Todos deben nivelarse para evitar las consecuencias de esta convocatoria. Nadie debe brillar en heroísmo o santidad. Donde una vez estuvieron las aspiraciones a la excelencia, ahora se enaltece la nada.
Cuidado con estos nuevos iconoclastas porque su rabia no conoce límites. Insistirán en consagrar el vacío, que solo puede generar desorden.
Por John Horvat II