La primera fotografía muestra una familia popular en el Santiago de los años 20.
A pesar de que se ve que son personas bien sencillas, ¡cuánta dignidad, compostura y corrección!
Para mi, en el nivel social que les es propio, es un primor de familia, incluso me atrevería a decir que con algo de ejemplar. ¿Quién dijo que el buen gusto y el estilo son privilegio de los que tienen dinero? Estoy convencido que es más una cosa del espíritu que de la materia.
Altivez popular y pretensión revolucionaria
Si comparamos con la segunda fotografía, ¡Qué diferencia! Vean la descompostura, las vestimentas, las propias fisonomías. Sentados en el suelo, pantalones rasgados, tatuajes, actitud «descontraída», y unas fisonomías que lo dicen todo: vulgaridad y frustración. Se diría que son personas que se emanciparon.
En la Roma Antigua, la emancipación era un castigo por el cual se apartaba de la familia a alguien. Era en el fondo una pérdida de la pertenencia.
Aquí, en el caso concreto, la emancipación se supone que es una «liberación» de las normas, de las maneras, del buen gusto, de la disciplina y de la corrección que dan alguna belleza a la vida en este valle de lágrimas.
Al final uno se pregunta ¿valió la pena?