Hemos perdido el hábito de enfrentar la muerte y hemos desarrollado una forma de hipersensibilidad hacia ella, lo que se manifiesta ahora con nuestra actitud frente a la pandemia.
Guillaume Cuchet, profesor de historia contemporánea en la Universidad Paris-Est Créteil y autor del libro Cómo nuestro mundo ha dejado de ser cristiano. Anatomía de un colapso, ha publicado una excelente columna en Le Figaro, de las cuales compartimos con usted algunos trechos.
Reacciones ante el coronavirus
El profesor busca identificar las razones de «la reacción actual frente a la pandemia del coronavirus», y el por qué de tanta angustia en la sociedad para enfrentar la muerte «inesperada».
Con respecto a la «mortalidad ordinaria», él explica un fenómeno muy singular que se produce en la sociedad en que vivimos:
«nuestros contemporáneos ahora consideran que tienen una especie de derecho a vivir hasta los 80 años, una barrera antes de la cual todas las muertes les parecen más o menos prematuras. El resultado es que existe una seguridad psicológica extraordinaria, desconocida en épocas anteriores, de no morir antes de los 65 años” (…)
«La pandemia, en cierto sentido, nos sorprende en estos días y amenaza con acelerar el acontecimiento».
El olvido de las catástrofes anteriores
Acerca de la «mortalidad extraordinaria», el historiador observa que, para nuestro actual modo de ver las cosas, todos los recuerdos de las grandes catástrofes pertenecen a un pasado relativamente lejano.
Enumera las plagas, las hambrunas y las guerras en la Edad Media, que
«ocurrían localmente cada quince o veinte años». La «última hambruna europea data de 1846, la última epidemia realmente mortal (la gripe española) de 1918-1919; la última guerra realmente sangrienta de 1939-1945”.
Abandono de la visión religiosa de la muerte
Así, deduce Guillaume Cuchet,
“la mortalidad extraordinaria, con todo lo que implica de incertidumbre y la posibilidad de que todos tengan que abandonar este mundo inesperadamente, ha desaparecido.
«Y esta es la razón por la cual pudimos eliminar colectivamente la antigua cultura civil y religiosa de la muerte”.
La actitud de dos épocas frente a la muerte
Hoy, la muerte se ha convertido en un tabú.
Una confianza ciega en la ciencia
«Mientras que en el viejo mundo, explica, el principal problema era enfrentar la imprevisibilidad de la muerte, en el nuestro sería más bien lo contrario: es su gran previsibilidad lo que tiende a provocar ansiedad».
(…) «Un perfil de vida asegurada, que por mucho tiempo fue teórico, se generaliza e impone como un nuevo estándar de existencia que se extiende hasta los 80 o 90 años, antes de extinguirse pacíficamente en un bosque de tubos bienhechores (de donde, al menos en teoría, vendría el principio de reanimación para todos)”.
«Así, podemos entender mejor el significado de la reacción actual ante la pandemia de coronavirus, (…) Ella no nos trae de vuelta una forma de mortalidad extraordinaria, en realidad muy limitada (…), ya que la enfermedad mata poco, en comparación a sus grandes predecesoras, y respeta en gran medida el orden de las generaciones ante la muerte «, comentó el profesor con mucha razón.
Las consecuencias
“La brecha entre el raquitismo del evento a nivel demográfico (…) y el alcance de sus consecuencias, sanitarias, sociales, ecológicas, económicas, psicológicas, es sorprendente.
«Al parecer, se explica por el hecho de que hemos perdido el hábito de enfrentar la muerte y de que hemos desarrollado una forma de hipersensibilidad hacia ella, pero también porque la pandemia impugna nuestros nuevos estándares funerarios y la concepción ideal de la existencia que los acompaña”, concluye.
Fuente: www.lefigaro.fr