En la agitada vida contemporánea, es difícil formarse una idea de conjunto de los acontecimientos ocurridos a lo largo de un año. Por esto, ofrecemos a nuestros lectores la traducción de un artículo, publicado por la revista Catolicismo de Brasil, que analiza lo sucedido en el año 2013.
La imagen simbólica escogida fue la de la Torre de Babel, es decir, la de la confusión de las lenguas.
En efecto, durante el año, la confusión de los espíritus alcanzó un clímax, lo que dificulta gravemente la comprensión entre los hombres.
En febrero, «como un rayo en cielo sereno«, el Papa Benedicto XVI renunció a la Cátedra de Pedro. Francisco I, el nuevo Papa, asumió actitudes desde el comienzo de su pontificado que causaron perplejidad en ambientes católicos y en el público en general. Actitudes que se reflejan tanto en la manera de presentarse, cuanto de comunicarse, generalmente en un estilo coloquial, frecuentemente a través de entrevistas. Tal manera de actuar ha causado confusión, especialmente en materias doctrinarias, exigiendo esclarecimientos posteriores, algunos de los cuales no han sido suficientes para eliminar todas las dudas. Esta situación fue reflejada hasta en órganos de los medios de comunicación laicos, siendo que uno de ellos observó que en «el Papa está lanzando a la Iglesia en una agitación como no se ha visto desde hace siglos«.
La «confusión de las lenguas» tuvo su reflejo también en el campo temporal.
En los países de Occidente esta confusión aumentó sensiblemente, mientras que en Oriente se articula una iniciativa sorprendente: la tentativa de presentar al Presidente ruso, Vladimir Putin ‒antiguo Coronel del KGB‒ ¡como paladín de la civilización cristiana!
En medio de esta confusión se debe destacar un hecho, al respecto del cual nadie habla: el silencio de Dios, que parece tomar distancia de la confusión universal. Pero, por otro lado, se observan señales auspiciosas de que la Providencia divina está reuniendo cada vez más almas, al margen del caos, preparándolas para ser fieles en los futuros acontecimientos, que deben desarrollarse hasta el gran triunfo anunciado por Nuestra Señora en Fátima.