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La virtud cristiana, esencia de la Nobleza

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La caridad. Los ideales católicos de siempre
La caballerosidad aristocrática bien entendida, lejos de constituir un factor de división es, en realidad, un elemento de unión que impregna de amenidad la convivencia entre el noble y los miembros de otras clases sociales

Según muchos, la nobleza es una mera reminiscencia ornamental y caduca de épocas pasadas. Sin embargo, hoy cuando se repite que el mundo no será el de antes de la pandemia, nuestros ojos deben volverse hacia los ideales católicos de siempre.

Virtud e ideal cristianos

En nuestros días, el noble debe ser, antes que nada, un hombre en el que brillen las cualidades de su alma. La virtud cristiana y el ideal cristiano forman parte de la propia esencia de la nobleza.

“Levantad vuestros ojos y fijadlos en el ideal cristiano. Todas estas agitaciones, evoluciones o revoluciones lo dejan intacto; nada pueden contra aquello que es la más íntima esencia de la verdadera nobleza, de aquella que aspira a la perfección cristiana como la expuso el Redentor en el Sermón de la Montaña. Fidelidad incondicional a la doctrina católica, a Cristo y a su Iglesia; capacidad y deseo de ser también para los demás modelo y guía. (…)

Dad al mundo, incluso al mundo de los creyentes y católicos practicantes, el espectáculo de una vida conyugal irreprensible, la edificación de un hogar auténticamente ejemplar.” [1]

La virtud de la intransigencia

A continuación Pío XII estimula a la nobleza a que demuestre una santa intransigencia:

“Oponed, en vuestras casas y en vuestros ambientes, un dique a toda infiltración de principios de perdición, de condescendencias o tolerancias perniciosas que podrían contaminar u ofuscar la pureza del matrimonio o de la familia. He aquí, ciertamente una insigne y santa empresa, bien capaz de inflamar el celo de la Nobleza romana y cristiana de nuestros tiempos.» [2]

Cualidades de alma del noble actual

Para vencer los gravísimos obstáculos que se oponen al perfecto cumplimiento de su deber, el miembro de la Nobleza o de las élites tradicionales debe ser hombre de valor. Es lo que de él espera el Vicario de Cristo:

Fortaleza de alma

“Por eso, lo que de vosotros esperamos es, antes que nada, una fortaleza de ánimo que ni las más duras pruebas consigan abatir; una fortaleza de ánimo que no solamente os convierta en perfectos soldados de Cristo, sino también, por así decir, en animadores y sustentadores de quienes se sientan tentados de dudar o ceder.

“Lo que esperamos de vosotros, en segundo lugar, es una prontitud para la acción, que no se atemorice ni desanime en previsión de ninguno de los sacrificios hoy exigidos por el bien común; una prontitud y un fervor tales que, al haceros solícitos en el cumplimiento de todos vuestros deberes de católicos y ciudadanos, os preserven de caer en un ‘abstencionismo’ apático e inerte, que sería gravemente culpable en una época en la que están en juego los más vitales intereses de la religión y de la patria.

El sacrificio y el cumplimiento del deber

“Lo que esperamos de vosotros, además, es una prontitud en la acción que la perspectiva de sacrificio ‒cualquiera sea, exigida hoy por el bien común‒ no asuste ni desanime; una prontitud y un fervor que, haciéndoos alegres en el cumplimiento de vuestros deberes de católicos y de ciudadanos, os impidan de caer en un “abstencionismo” apático e inerte que sería gravemente culpable en una época en la que están en juego los intereses más vitales de la religión y de la patria.

 “¡Que puedan esta fortaleza de ánimo, este fervor y este espíritu fraternal guiar cada uno de vuestros pasos y confortar vuestra marcha a lo largo del nuevo año, que tan incierto se anuncia, y que casi parece conduciros al interior de un oscuro túnel!» [3]

El Pontífice desarrolla aún más esos conceptos en su alocución de 1949:

“De fortaleza de ánimo todos tienen necesidad, especialmente en nuestros días, para soportar con valor el sufrimiento, para superar victoriosamente las dificultades de la vida, para cumplir con constancia su propio deber. ¿Quién no tiene algo por lo que sufrir? ¿Quién no tiene algo de qué dolerse? ¿Quién no tiene algo por lo que luchar?

Solamente quien se rinde o huye. Pero vosotros tenéis menos derecho que muchos otros a rendiros o huir.

«Hoy, los sufrimientos, las dificultades y las necesidades son, en general, comunes a todas las clases, a todas las condiciones, a todas las familias, a todas las personas. Y si algunos están exentos de ellos, si nadan en la opulencia y en los placeres, esto debería incitarles a cargar sobre sí las miserias y privaciones de los demás. ¿Quién podrá encontrar alegría y reposo, quién no sentirá más bien malestar y rubor por vivir en el ocio y en la frivolidad, en el lujo y en los placeres, en medio de una casi general tribulación?

Inmolación al bien común

“Prontitud para la acción. Dentro de una gran solidaridad personal y social, cada uno debe estar dispuesto a trabajar, a inmolarse, a consagrarse al bien de todos. La diferencia está, no en el hecho de la obligación, sino en el modo de cumplirla. ¿Y no es acaso verdad que quienes disponen de más tiempo y de medios más abundantes deben ser más asiduos y solícitos en servir?

«Al hablar de medios, Nos no tenemos la intención de referirnos única o principalmente a las riquezas, sino a todas las dotes de inteligencia, cultura, educación, conocimientos, autoridad, las cuales no han sido concedidas a algunos privilegiados de la fortuna para su exclusivo provecho o para crear una irremediable desigualdad entre hermanos, sino para el bien de toda la comunidad social.

En todo aquello que es para servicio del prójimo, de la sociedad, de la Iglesia de Dios, debéis ser siempre vosotros los primeros; en eso consiste vuestro verdadero punto de honra; ahí está vuestra más noble precedencia.

Adhesión a la doctrina y vida cristiana

“Generosa adhesión a los preceptos de la doctrina y de la vida cristiana. Son éstos los mismos para todos, porque no hay dos verdades ni dos leyes: ricos y pobres, grandes y pequeños, eminentes o humildes, están igualmente obligados por la Fe a someter su entendimiento a un mismo dogma, por la fe, y su voluntad a una misma moral por la obediencia; pues el justo juicio de Dios será mucho más severo con aquellos que han recibido más, que están en mejores condiciones de conocer la única doctrina y ponerla en práctica en la vida cotidiana; con aquellos que mediante su ejemplo y autoridad pueden más fácilmente guiar a los demás por las vías de la justicia y de la salvación, o bien perderlos por los funestos senderos de la incredulidad y del pecado.» [4]

Estas últimas palabras muestran que el Pontífice no admite una nobleza o una élite tradicional en la medida en la que cumplen y abnegadamente una misión de apostolado. La nobleza que vive para el lucro y no para la fe, sin ideales, aburguesada (en el sentido peyorativo a veces atribuido a esta palabra), es un cadáver de nobleza. [5]

El carácter caballeresco de la aristocracia

La posesión efectiva y duradera de estas virtudes y cualidades de alma lleva naturalmente al noble a tener maneras caballerescas y superiormente distinguidas. Un noble dotado de tales cualidades y de tales maneras, ¿no puede constituir un elemento de división entre las clases sociales?

No. La caballerosidad aristocrática bien entendida, lejos de constituir un factor de división es, en realidad, un elemento de unión que impregna de amenidad la convivencia entre el noble y los miembros de otras clases sociales con las que tenga trato en razón de su profesión o de sus actividades.

Esta espíritu caballeresco mantiene una distinción entre las clases “sin confusión ni desorden”, [6] es decir, sin nivelaciones igualitarias, y hace por el contrario sus relaciones amistosas.

Nobleza y élites tradicionales análogas en los discursos de Pío XII al Patriciado y a la nobleza romana

Plinio Corrêa de Oliveira

Las notas se encuentran en la página indicada del texto impreso.

[1] PNR 1952, p. 458.

[2] Ibídem.

[3] PNR 1948, pp. 423-424.

[4] PNR 1949, pp. 346-347.

[5] Véase en ese sentido la homilía de San Carlos Borromeo citada en Documentos IV, 8.

[6] PNR 1945, p. 277.

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12/05/2022 | Por | Categoría: Ideal de sociedad
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