Más de 2,4 millones de jóvenes han firmado la promesa de mantenerse vírgenes hasta el matrimonio.
La ola de críticas y de condenaciones que se ha abatido en los últimos meses sobre Estados Unidos tiene algo de surrealista. Nunca en la historia un país ha sido sumergido en un tal mar de anatemas y de manifestaciones de odio.
Desde los musulmanes fundamentalistas hasta los movimientos anti-globalización, desde la izquierda comunista a los católicos pacifistas y hasta declaraciones de algunas Conferencias Episcopales consideradas moderadas, todos parecen detestar a los americanos.
Un odio artificial
Este odio planetario es artificial. El no se manifestó cuando Rusia mató 80.000 civiles en Chechenia, o cuando Indonesia masacró a 90.000 cristianos en Timor Este, o cuando el conflicto Irak-Irán segó más de medio millón de vidas humanas.
En todas esas ocasiones el tifón de la propaganda pacifista ha permanecido en un extraño silencio o dicho algo en sordina. ¿Por qué ahora ha lanzado esta estruendosa campaña?
Surge la sospecha que el problema no sea la guerra, sino los Estados Unidos. ¿Cómo así?
Auscultando el tifón antiamericano, se pueden discernir aquella hostilidad furibunda que la Revolución reserva a quienes osen oponerse a sus designios sectarios. La experimentaron España, los jesuítas en el siglo XVIII y Austria. Delenda est Austria!, gritaba el presidente francés Georges Clemenceau en 1918, sintetizando el programa masónico para aniquilar lo que restaba del Sacro Imperio. Delenda est America!, grita ahora esta campaña.
Un país de contra-tendencia
Después de haber sido a lo largo de casi todo el siglo XX una usina de innovaciones subversivas del orden tradicional, sobre todo en el campo cultural, desde hace algún tiempo amplios sectores de la opinión pública americana han comenzado a manifestar una especie de resistencia psicológica a proseguir en la vía revolucionaria. Más aún, comienzan a reaccionar contra aspectos de esta misma y de modo bastante decidido.
Un ejemplo característico de este fenómeno es la amplia reacción existente contra la revolución sexual, de la cual la prensa, por supuesto, no habla.
En 1964 la revuelta universitaria de Berkeley, en California, marcó el comienzo de la llamada revolución sexual que se difundió rápidamente por todo el mundo, especialmente a través de la música rock y la moda hippy, culminando en verdaderas orgías colectivas, como fue la de Woodstck en 1968.
En los años ’80, comienza a aparecer el conservative revival, el renacimiento conservador, que llevó dos veces a Ronald Reagan al poder.
La «contra-revolución» sexual
En los años ’90, se afirma la que ha sido llamada «contra-revolución sexual»: se trata de un creciente movimiento en favor de la castidad, de la fidelidad matrimonial, de la decencia en el vestir. Relacionado con el movimiento por la vida, este fenómeno se está desarrollando sobre todo entre los jóvenes.
Tomemos el ejemplo del movimiento True Love waits, es decir, «El verdadero amor espera». Se trata de una iniciativa juvenil que promueve la virginidad hasta el matrimonio. Desde 1993, más de dos millones y cuatrocientos mil jóvenes han firmado un solemne compromiso de mantener la virginidad hasta el matrimonio. El texto de la promesa dice: «Creo que el verdadero amor puede esperar. Yo, por lo tanto, me comprometo delante de Dios, de mi mismo, de mi familia, de mi novia(o) y mi futuro conjugue, a mantenerme puro(a) hasta el día del matrimonio».
Otro movimiento es Love Matters, «El amor es algo serio», que tiene entre sus seguidores a famosos actores, reinas de belleza, artistas, figuras del deporte. A.C. Green, del All Star Team de la NBA, declara sin términos medios: «Soy casto y no escondo esta gracia que Dios me ha concedido».
La super modelo Kim Alexis, que aparece en más de 500 revistas de moda, advierte: «Hay tantas muchachas que juegan con fuego en el modo de vestirse. Vestirse como una mujerzuela es como decirles a todos: mírenme, deséenme, soy fácil. Mostrar ciertas partes del cuerpo es una invitación al pecado. Si se quiere vestir para llamar la atención sobre sí, no debe culpar a nadie más que a sí misma por el trato que le será dado. En cambio, vestir con modestia es como proclamar: Yo me respeto y pretendo ser respetada«.
La «generación Xcelencia»
Es frecuente el referirse a los jóvenes de hoy como la «generación X», es decir, anónima, perdida. No todos piensan así: Kimberley Gloudermans, Miss California Teen 1997, habla por tantos jóvenes americanos: «Se ha repetido durante años que somos la ‘Generación X’, sin moral, sin sueños, sin futuro. Pero yo no hago parte de esta generación. De hecho, millones de jóvenes están dejando de hacer parte de ella. ¡Basta de estereotipos! Yo la llamaría en cambio la ‘Generación Xcelencia’ . Yo me mantengo virgen hasta el matrimonio. Sé que Dios tiene grandes proyectos sobre mí, y no quiero pecar. La virginidad es un don que puedo perder una sola vez. No se puede comprar».
La campaña por la castidad está produciendo frutos no imaginados a nivel nacional. Según las últimas estadísticas, el porcentaje de jóvenes colegiales que se declaran vírgenes a subido de 45,6% en 1990 a 54,1% en 2001.
¿Y nosotros qué hacemos? Acostumbrados a copiar en todo a Estados Unidos, ¿lo seguiremos también en este camino?