Es un placer contemplar a una persona consciente de su dignidad, de su elegancia, de su personalidad, lejos del nerviosismo de la vida moderna.
Una joven, esposa del pintor, camina por un sendero en el campo, a la salida de un pueblo.
Una sombrilla protege a la paseante de los rayos del sol, todavía fuerte al final del verano; usa guantes, una bufanda, un sombrero, un abrigo ligero sobre su vestido para protegerse del polvo.
Es un placer contemplar a esta persona, consciente de su dignidad, su elegancia, su personalidad, lejos del nerviosismo de la vida moderna.
Al pintor le gustaba transmitir en sus acuarelas esa sensación de espacios abiertos, inundados de luz transparente, característica de los paisajes australianos, rápidamente plasmada en el lienzo, que transmiten una sensación de calma, orden y tranquilidad.
La estima por este tipo de naturaleza ‒el matorral‒ estaba asociado con el legítimo orgullo nacional que estaba creciendo en la sociedad en ese momento.
Un paseo solitario, 1888 – Julian Ashton (1851-1942)
TFP Francia