Para los que viven en el bullicio perpetuo, los que no saben ni quieren vivir fuera de él, cuantos ruidos ahogan la voz de la gracia… «Non in commotione Dominus» ( 3 Rs. 19, 11 ). Dios no se encuentra en la agitación.
Felicidad en el recogimiento
Es de noche. Se adivina el silencio absoluto que habita en la oscuridad que la fotografía registró.
El alma, en una atmósfera como ésta se siente convidada a la reflexión. Todas las circunstancias, grandes o pequeñas, agradables, molestas o incluso dolorosas de la vida cotidiana, desaparecen. A solas consigo mismo, el hombre puede trascender de todo esto y penetrar en la región interior del recogimiento, de la reflexión y del estudio.
Es una felicidad austera y serena. En una palabra, es una felicidad verdadera.
En la fotografía esta felicidad se hace sentir vivamente.
Un noble recogimiento interior, que el mundo moderno nos arrebató
Tres luces están en él encendidas. La menos importante es la que propiamente merece el nombre de luz: es la luz de la vela. Su reflejo sobre el libro constituye la segunda nota clara del grabado. Se tiene la impresión de que el pensamiento contenido en el texto se torna luminoso. Y la luz de la vela y el reflejo en el libro iluminan el rostro, haciendo ver en él la luz más verdadera, que es la del alma atenta y sutil que lee.
Analícese el rostro inmerso en la lectura: esta sereno, absorto, feliz.
Es, como dijimos, la felicidad del aislamiento, del recogimiento, la felicidad de pensar…
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De esta felicidad estaban ávidos nuestros mayores, Pero los que la aprecian se van tornando cada vez más raros.
La frustración que trae la agitación
Crece por el contrario el número de los que sólo sienten placer en el ruido, en la agitación, en las sensaciones «exciting».
En Nueva York, en el barrio de Harlem, unos aficionados acaban de tener noticia de la victoria de su campeón. Blancos, negros, amarillos, rojos, entre todos hoy se generaliza la tendencia de creer que la felicidad es esto…
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Para los que saben cual es el placer del recogimiento, está establecido un presupuesto precioso para la santificación. San Bernardo decía: «O beata solitudo, o sola beatitudo!»
Pero para los que viven en el bullicio perpetuo, los que no saben ni quieren vivir fuera de él, cuantos ruidos ahogan la voz de la gracia…
«Non in commotione Dominus» ( 3 Rs. 19, 11 ). Dios no se encuentra en la agitación
Catolicismo Nº 114 – Junio de 1960