Nuestros hábitos se van tornando primitivos de modo creciente: en las maneras, en la vestimenta, en la conversación. El predominio de lo espontáneo dejó de lado la inteligencia y la delicadeza.
En el lejano 1953, Plinio Corrêa de Oliveira previó, con la agudeza que le caracterizaba, dónde nos llevaría la pedagogía de moda en ese tiempo. Los resultados están hoy a la vista de todos.
El alma femenina
El alma femenina es un manantial de gracia, delicadeza y sensibilidad, que enriquece la vida moral y social de la humanidad con valores espirituales, que el hombre está lejos de poder darle.
El equilibrio del género humano exige a las mujeres con su mentalidad rica en todos los dones propios de su sexo, como exige hombres con un alma profundamente varonil.
Sería absurdo educar a una generación de niños del modo más afeminado posible. No menos sería educar a una generación de muchachas con la intención de hacerlas tan masculinas como sea posible.
Una pedagogía que deforma el alma de los niños
Esta verdad trivial, cierta pedagogía de nuestros días parece olvidarla completamente. Y, en lugar de formar niñas para el papel que naturalmente tendrán en la vida social, las forma precisamente como un niño destinado a resistir en el futuro el peso y las responsabilidades propias del hombre.
Nuestra fotografía da un ejemplo de esto. Se trata de un cuarto de juegos para la niña. Embutido en la pared algo que recuerda una piedra de contorno rudo e irregular, en la que destacan algunas figuras pseudo-infantiles, en la realidad tan parecidas como sea posible con las figuras de arte del hombre primitivo. Se diría que es un rincón de una cueva prehistórica aprovechado para crear ambiente ‒el ambiente que le es propio, ya se ve‒ en el pequeño mundo en que esta pequeña debe formar su alma.
En la segunda fotografía, una diversión del género de las que los niños de la era de las cavernas habrán tenido cuando conseguían salir de su antro para jugar un poco: trepar en un árbol.
Ahí se ve un tronco seco, a lo largo del cual la niña puede subir y bajar cuanto quiera. Junto al tronco, una tabla con grandes agujeros asimétricos para variar la diversión: la niña puede enroscarse por los agujeros, si cree que subir por el tronco es monótono.
Ideología de género y trasbordo ideológico inadvertido
Y como una tercera diversión la niña puede arrojarse al suelo, felizmente sustituido, en el caso (la propia pedagogía moderna todavía es un tanto burguesa), por un colchón. ¡Otra diversión que una muchacha prehistórica apreciaría!
¿Hacia un primitivismo tribal?
Del ambiente de la selva primitiva, sólo falta en este cuarto el aire libre, el sol, las estrellas, aquí sustituidas por bombillas eléctricas. Un cielo eléctrico, para formar la sensibilidad de una niña de la era atómica, no es excesivo.
Armonía, flores, pájaros: de todo aquello que no debe faltar en una atmósfera destinada a formar niñas, sólo se nota una paloma dibujada en la pared, rígida, dura, fría, como si fuera de alambre.
¿Qué mundo nos prepara una tal pedagogía?
“Ambientes, Costumbres, Civilizaciones” – Catolicismo «Nº 27 – Marzo de 1953