La cuestión social (lucha de clases) no se resolverá mientras la mayor parte de los hombres sienta vergüenza de la condición de vida que le es propia.
Mientras no florezca un arte popular que haga resplandecer a los ojos de todos, la dignidad fuerte, noble y bella del verdadero plebeyo.
Mientras no se le den al operario urbano y rural condiciones de vida materiales que tornen esto posible.
Sobre todo mientras la templanza cristiana no expulse de la atmósfera contemporánea el veneno del espíritu revolucionario igualitario y envidioso.
Y todas las clases, en lugar de soñar con una igualdad utópica, aprendan a amarse en Jesucristo Nuestro Señor, que quiso nacer hidalgo y trabajador manual, Príncipe de la Casa de David e hijo de carpintero, para hacer circular entre las clases sociales las corrientes vivificantes de la caridad cristiana. (1)
Veamos el ejemplo del fabricante de violines que aparece en la fotografía.
Mittenwald, en Baviera, ya existía en el siglo XIV. A partir del siglo XVII se destacó por su industria de violines que hasta hoy florece.
Este especialista evidentemente está muy lejos de ser un sabio o un profesor universitario. Es un trabajador manual. Pero cuanta inteligencia luce en su mirada, cuanta perseverancia en su rostro, que admirable hábito de trabajo metódico intenso y tranquilo, en el gesto que está realizando, que pericia perfecta, y que transparencia del esplendor de la artesanía se nota en todo su ser. Un hombre que en una profesión modesta encuentra condiciones de vida dignas, capaces de justificar una verdadera y noble ufanía.
Este ejemplo nos interesa por lo que tiene de universal: la belleza y dignidad de una vida simple, cuando es comprendida a la luz de la civilización católica. (2)
(2) Plinio Corrêa de Oliveira – «Beleza e dignidade de uma vida simples» Ambientes Costumbres Civilizaciones – Catolicismo Nº 51 – Marzo de 1955