El sufrimiento existe. Pero es un don admirable de Dios para que el hombre, auxiliado por la gracia, temple y eleve su personalidad.
El sonido y la melodía un tanto melancólicos de este «txistu», me hablan mucho de la vida un poco ruda y discretamente entristecida de estas gentes de mar que hemos visto en algunas ocasiones. Vida no exenta de riesgos, pero sana, sensata, realista, serena y equilibrada.
Son personas que viven en función del mar, con la belleza que ello tiene, y con los peligros que comporta.
¿Perdieron mucho estas personas con no vivir en la gran ciudad y no ir a la universidad?
Sin duda es una ruda profesión en que estas almas se modelaron y dignificaron.
En todo el sentido de la palabra, son hombres. Toda su personalidad está marcada por el esfuerzo, por la lucha, por el riesgo. Se ve que innumerables veces enfrentaron los furores o las traiciones del océano y los dominaron. Y que están totalmente dispuestos a una serie incontable de otras empresas audaces.
Subyacente a las fisonomías de estos personajes y al ambiente que ellas traen consigo, está toda una concepción católica del trabajo y del dolor. El sufrimiento existe. Pero es un don admirable de Dios para que el hombre, auxiliado por la gracia, temple y eleve su personalidad.
Si se analiza bien la vida, se verá que casi toda o toda la belleza que ella contiene resulta de un dolor nítidamente previsto y noblemente soportado hasta el final. ¿Que sería de estos pescadores sin las grandes luchas de su existencia? ¿No son ellas su genuina y rutilante gloria?
Se me ocurrió que esta música podría ser ilustrada con este video.
Adaptación libre – Plinio Corrêa de Oliveira.