El arte de conversar torna agradable nuestra convivencia y atractivo el ambiente donde estamos. Los antiguos encontraban la razón de su vida en una convivencia de los espíritus y por eso cultivaban con mucho primor la conversación.
Conversar bien es una de las artes más importantes de la vida humana.
Ir por la vida sin hablar, es hacer como un viajero que viajase sin mirar el panorama.
La primera regla para aprender a conversar, es comprender que la cosa más interesante de una conversación, no es el tema que uno está tratando, sino la persona con que se está conversando. La otra persona no desea tanto oírnos tratar de este tema o de aquel otro, sino que quiere ver si nosotros somos interesantes
Conversando así, tornamos agradable nuestra convivencia y atractivo el ambiente donde estamos
Los antiguos encontraban la razón de su vida en una convivencia de los espíritus y por eso cultivaban con mucho primor la conversación.
La concepción de la vida que existía antiguamente era que se debía trabajar durante el día, para por la noche estar sosegado, conversar y tratar de asuntos variados.
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El arte de la conversación fue llevado a su apogeo en la Francia del siglo XVIII.
Nunca se conversó tanto, nunca se conversó tan bien.
Hoy en día, simplemente no se sabe qué conversar. O la conversación es una serie de cosas sórdidas e inmorales, o un conjunto de pequeños casos sin importancia. No es raro que dos o tres estén juntos y mudos. No se tiene qué decir, y entonces se enmudece.
Una conversación sin dichos agudos, es como una comida sin sal. Puede estar bien hecha y con buena materia prima, pero no tiene gracia.
El buen interlocutor debe tener el don de la comunicatividad, que supone un cierto interés por el otro.
No apenas para saber lo piensa, sino también entender cómo piensa, cómo es su persona y su mentalidad.
Se encuentra interés cuando el otro es de un determinado modo, y se tiene cierta afinidad con su manera de ser.
Cuando esto se da mutuamente, la conversación sale espontánea, natural, y puede durar horas.
En una alternancia agradable entre el silencio y el intercambio de ideas; de impresiones; de recuerdos: se pasea a través de diversos asuntos, como se puede pasear por un jardín donde se encuentran flores variadas, animales interesantes, pájaros multicolores
Cuando percibimos que los interlocutores aprecian el tema que estamos tratando, ocurre el fenómeno semejante a la resonancia de los cristales, que vibran en la misma frecuencia del cristal que produjo un sonido.
Todavía restan quienes aprecian este supremo placer de los antiguos, hoy casi extinguido, esto es, una buena conversación.