Alguien, que no recuerdo, dijo que pensar es distinguir. Para ello es necesario darse al entretenido placer de observar. Plinio Corrêa de Oliveira fue un gran analista de todo lo que le rodeaba o que caía bajo su mirada. Les dejo, como un botón de muestra, el análisis de la fotografía que sigue.
Personaje con una inteligencia brillante. Un orden de grandeza humana auténtica, un hombre que tenía no sé cuánta historia tras sí. Poseía también, en una amalgama, algo del carretero al lado del duque inglés; era un genio, en el cual coexistían ambos aspectos.
El presentaba, chupando aquel puro, ciertos aires propios a quien comenzó fabricando palos de escoba, o algo parecido, con aquella apariencia de un bebé grande malhumorado en el que se percibía el plebeyo. Pero, por otra parte, presentaba ciertas actitudes mediante las cuales el noble aparecía por entero.
Viendo una revista con varias fotografías suyas me di cuenta de esa apariencia. En una de ellas Churchill se encuentra sentado al lado de Roosevelt y Stalin. Roosevelt al centro, como un burgués de buena familia que era, bien tratado, fino, natural
En la foto, a la izquierda, Stalin. Un hombre de taberna, ordinario, vestido con un traje nuevo, pero sin hábito de vestirse así. Sobre todo, no habituado a llevar ropas limpias; algo repugnante: una fiera en día de circo, con un bigote protuberante, con la apariencia de alguien que dice: “Hoy te agarro para matarte o para robarte”. Lleno de vanidad con su uniforme nuevo.
Cristiandad: sacralidad del orden temporal
A la derecha, Churchill, que encontró un modo de sentarse para parecer que no estaba en el grupo. Stalin y Roosevelt forman un grupo. Churchill se muestra completamente ajeno, incluso mirando a la máquina fotográfica, pero como un hombre que estuviese sentado en su sillón de la Cámara de los Lords, pensativo. De modo que, entre él y los otros hay una enorme distancia invisible, por la que se percibe el lord y el genio. Esto porque sus ojos están chispeando de inteligencia, al lado de la mirada opaca y moderada de Roosevelt y de la mirada de vagabundo de Stalin.
Churchill, en aquella circunstancia, siendo políticamente el más débil de los tres, sin embargo, al mismo tiempo, el mayor de los tres, pues supo enfrentar la situación. Más débil como jefe de Estado, superior como capacidad humana, tradición y todo lo demás.
(Extractos de una conferencia, sin revisión del autor).
Don Plinio Corrêa de Olivera, con la inteligencia y sensibilidad que Dios le dio, comprendía el lenguaje corporal de las personas y sus gustos. Gracias por compartir, Don Luis. Cordiales saludos y mis oraciones.