Los primeros homenajes que Os son prestados en el Descendimiento son el marco inaugural de una serie de actos de amor de la humanidad redimida, que se prolongarán hasta el fin de los siglos.
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El reposo del Sepulcro Os aguarda, Señor.
En las sombras de la muerte, abrís el Cielo a los justos del limbo, mientras en la tierra, en tomo de vuestra Madre, se reúnen unos pocos fieles para tributaros honras fúnebres.
Hay en el silencio de estos instantes una primera claridad de esperanza que nace. Estos primeros homenajes que Os son prestados son el marco inaugural de una serie de actos de amor de la humanidad redimida, que se prolongarán hasta el fin de los siglos.
Cuadro de dolor, de desolación, pero de mucha paz. Cuadro en que se presagia algo de triunfal en los cuidados indecibles con que vuestro Divino Cuerpo es tratado. Sí, aquellas almas piadosas se condolían, pero algo en ellas les hacía presentir en Vos al Triunfador glorioso.
Pueda yo también, Señor, en las grandes desolaciones de la Iglesia, ser siempre fiel, estar presente en las horas más tristes, conservando inquebrantable la certeza de que vuestra Esposa triunfará por la fidelidad de los buenos, puesto que la asiste vuestra protección.
V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.
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