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Fue el Papa León XIII quien, en 1883, incluyó el título de Reina de Santísimo Rosario en las letanías de la Virgen y consagró el mes de octubre a esa devoción.
Auxilio de los Cristianos
Ya en el siglo XVI, el Papa San Pío V había agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos e instaurado una fiesta litúrgica el 7 de octubre, para conmemorar la victoria en la Batalla de Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron a los turcos musulmanes que invadían Europa, denominando tal solemnidad Nuestra Señora de las Victorias.
Su sucesor inmediato, Gregorio XIII, cambió el nombre de la festividad para Nuestra Señora del Rosario, y poco más de un siglo más tarde, el papa Clemente XI ordenó que su fiesta se celebrase por la Iglesia universal a causa de la victoria cristiana de Temesvár alcanzada, en 1716, también contra la agresión turca, y atribuida por el Papa a la protección de la Santísima Virgen.
El rezo del rosario es tan eficaz que la Virgen pidió a Santa Bernardita en Lourdes y a los pastorcitos en Fátima que rezasen el rosario.
Una cosa bonita de observar es que Nuestra Señora sea invocada en las letanías lauretanas como Reina de la Paz luego después de haber sido invocada como Reina del Santísimo Rosario en recuerdo del triunfo en las batallas de Lepanto y Tremesvar atribuido a su intercesión.
Una elocuente síntesis histórica
Una Ave María tiene más poder que un proyectil de cañón, decía el Santo Cura de Ars
El Rosario y la guerra justa
Alguien podrá preguntarnos si los títulos de Auxilio de los Cristianos y Reina del Santísimo Rosario que invocan a María como protectora de las tropas cristianas en su combate contra los infieles no se opone a la condenación que algunos Papas contemporáneos han hecho de la guerra.
La respuesta depende de si puede existir una guerra justa o si todas las guerras, son en sí mismas injustas. El tema es sumamente importante, pues él envuelve otros aspectos colaterales, como si es lícito utilizar la fuerza física para inutilizar la capacidad nociva del enemigo. Y en definitiva, si siempre debemos creer que no existen personas ni organizaciones, ni países con malas intenciones y proyectos inicuos, como por ejemplo los del Estado Islámico que asola Siria e Irak expulsando y matando las comunidades cristianas y destruyendo obras de arte del patrimonio mundial.
Para responder a estas importantes interrogantes nos serviremos de las palabras pronunciadas por el Profesor Roberto de Mattei, autor del libro: “Plinio Correa de Oliveira, el cruzado del siglo XX”, por ocasión de su lanzamiento en la ciudad de Oporto en Portugal.
Las Cruzadas, una guerra defensiva
“Hoy, la palabra cruzada se volvió sinónimo de una actitud psicológica agresiva e intolerante.
“Sin embargo, agresividad y cruzada son, en realidad, términos incompatibles. La cruzada fue un emprendimiento de defensa contra una agresión y sería un grave error confundir la violencia con la fuerza, la agresión injusta con la legítima defensa.
“La Iglesia, desde los primeros siglos, elaboró –sobre todo San Agustín- la doctrina de la guerra justa.
“Una guerra puede ser justa o injusta según su fin y las circunstancias. Guerra injusta es toda guerra agresiva. Guerra justa es toda guerra que busca la defensa contra una agresión o la recuperación de un bien del cual se fue injustamente privado.
“Entre los diferentes géneros de guerra justa, la más perfecta, si así puede ser definida, es la que tiene por objetivo repeler una agresión hecha no contra bienes materiales, sino contra los bienes espirituales como la Fe, o la identidad cristiana de un pueblo.
“En este caso la guerra justa puede tornarse, según la doctrina de la Iglesia, en guerra santa y puede, o debe, se promovida por la propia Iglesia antes mismo que por los soberanos o por los Estados.
(Un ejemplo característico de esta guerra santa, en nuestro Continente, fue la que llevaron adelante los mejicanos en contra de las leyes anti católicas del Gobierno del Presidente Calles, y que se llamó la Guerra Cristera, pues los soldados iban al frente y morían gritando “Viva Cristo Rey”. )
Retomamos las palabras del Profesor de Mattei:
“Guerra santa fue la cruzada predicada por el Papa Urbano II para liberar el Santo Sepulcro y recuperar la Tierra Santa. Guerras santas, en el sentido más amplio del término fueron las grandes batallas, emprendidas por la Cristiandad contra los turcos en Lepanto y en Viena.
“Y fue precisamente porque eran guerras santas, que sus triunfos pudieron ser adjudicados, sin ningún temor de ofender, sino al contrario de agradecer, a la propia Madre de Dios
“Hoy oímos decir que, en el fondo, la perspectiva de los cruzados no era distinta de sus enemigos los musulmanes: ambos promovían una “supuesta” guerra santa para imponer la propia religión.
“Esta formulación del problema revela una profunda incomprensión de nuestra religión y del islamismo
“La religión islámica es una religión meramente exterior. Para la “conversión al Islam”, no se requiere nada más de que la profesión monoteísta y una serie de actos formales, como la peregrinación a la Meca, donde esta semana pasada murieron tantas personas en una estampida que suele repetirse.
“Además de tales prescripciones formales, no se requiere en el Islam, una transformación del alma, una conversión interior. La Jihad, la guerra santa islámica, contrariamente a la guerra santa cristiana es una guerra ofensiva, es una guerra de agresión, precisamente por el Islam no conoce la dimensión del alma, de una conversión interior.
“Al contrario de esta actitud, nuestra religión católica es una religión interior que se alimenta en la vida sobrenatural del alma. Esta religión interior, precisamente porque es interior, es capaz de transformar profundamente la civilización, las costumbres, las mentalidades, plasmando la sociedad a partir de lo interior, como lo hizo el cristianismo con el mundo bárbaro y pagano.
“La cristianización de la sociedad, de la cual los Apóstoles y los discípulos de Nuestro Señor, fueron los iniciadores, no es fruto de la fuerza, sino de la conquista pacífica de las almas. Pero la sociedad, pacíficamente conquistada, la sociedad que se hizo cristiana, la cristiandad, puede y debe ser defendida, incluso con la fuerza, de la agresión de quien quiera destruir el fruto de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
“En esta perspectiva, más allá de las cruzadas históricas, existe un “espíritu de cruzada” que es la disposición de ánimo del cristiano pronto para sufrir y para combatir hasta la muerte, para defender o para recuperar bienes espirituales más elevados que la propia vida porque, como lo dice el Evangelio, quien busca la propia vida, la perderá”.
Estas palabras del Profesor de Mattei no hacen sino repetir lo que dice la letra del Himno, que tantas veces se cantó en nuestras iglesias:
Somos de Cristo fieles cruzados,
a Cristo rey hemos de servir,
ante la hostia todos postrados,
luchar juramos hasta morir…
Bendice a tu cruzada, oh Madre celestial,
siempre serás de nuestra patria,
la capitana general,
siempre serás de nuestra patria, la capitana general…
***
El Rosario y el valor
Lo que acabamos de decir es muy fácil decirlo y muy difícil ponerlo en práctica. Por eso debemos recurrir al Santo Rosario, pues será sólo a través de la Madre de Dios que alcanzaremos las gracias necesarias para ello.
Le propongo, como un primer paso para alcanzar este espíritu de cruzado, que comience con el rezo del rosario en familia todos los días de este mes de Octubre.