El historiador Roberto de Mattei, vicepresidente del CNR (Consejo Nacional de Investigación italiano), “hablando como católico y hombre libre”, recuerda el terrible terremoto de Mesina, en 1908, levantando una interrogante sobre nuestro tiempo. Sus declaraciones levantaron una fuerte polémica y fueron reproducidas por los diarios italianos más importantes.
[columnlayout][columncontent width=»50″]Partiendo de la consideración de que “todo lo que ocurre tiene un significado, y que todo es divina providencia”, narra la tragedia del terremoto de Mesina. “En la madrugada del 28 de diciembre de 1908, un violento terremoto, de no más de treinta segundos, pero de diez grados de la escala de Mercalli, seguido por un terrible maremoto que destruyó las ciudades de Sicilia y Calabria y se extendió a la costa de Calabria. Las víctimas fueron más de 80.000. Mesina fue reducida a un montón de escombros”, explica el profesor de historia del cristianismo y la Iglesia.
De Mattei cita a dos testigos del terremoto, que “se prodigaron para ayudar a las víctimas”: don Luigi Orione y Annibale Maria di Francia, ambos santos canonizados por la Iglesia. “Estos sacerdotes –explica– estaban convencidos de que el terremoto de Mesina fue un castigo divino”.
“En la mañana del domingo, 27 de diciembre de 1908 aparecieron fajas con las palabras “Jesucristo jamás existió” y para demostrar esa afirmación impía, en la noche, después de un debate público, se realizó una procesión blasfema que llegó hasta la playa: un crucifijo fue arrojado al mar entre bromas y palabras soeces, mientras que el círculo Giordano Bruno se reunía para decretar la destrucción de la religión en Messina”.
El terremoto destruyó la ciudad, salvándose solamente la casa de los huérfanos del padre Annibale María di Francia. Tres años antes, recuerda el historiador, el mismo religioso había predicho el terremoto, atribuyéndolo a una decadencia moral que afectaba a la ciudad: “Es el espiritismo, es la magia, son los hechizos. En Mesina la impudicia se convirtió en costumbre; es la codicia y la dureza de corazón por la que se deja perecer a los pobres y el dinero que se malgasta en lujos. Todos estos pecados claman al Señor: ‘¡Señor, daos prisa y castigad!’”.[/columncontent][columncontent width=»50″]
Dios habría querido castigar a los habitantes de Mesina por sus pecados. La conclusión De Mattei, que no se distancia de esta interpretación histórica es: “Por lo tanto, existe una relación entre las ruinas espirituales y materiales que golpean a las ciudades y a los pueblos”.
También el Vicepresidente de la CNR, atribuyó al aborto la ruina de la ciudad de Varsovia: “El Señor anunció a Santa Faustina Kowalska el castigo de una ciudad, Varsovia, por los pecados que se cometían en ella, sobre todo por el aborto, que es el asesinato del indefenso en el vientre de la madre. Varsovia fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial”.
Para corroborar la tesis, De Mattei utiliza las palabras de Juan Pablo II: “La Iglesia ha definido los ‘pecados que claman venganza ante Dios’ y ha incluido, en primer lugar, el asesinato voluntario, que hoy se renueva por los innumerables abortos cometidos cada día, cada hora, cada minuto en el mundo”.
“Dios es infinitamente misericordioso –continua De Mattei– pero es justo, como declaró Juan Pablo II, cuando dijo que el aborto, como la sodomía, son pecados que claman venganza ante Dios.
“Sabemos cómo Dios castigó el pecado de Sodoma y Gomorra: con la destrucción de esas ciudades”.
“Toda nuestra sociedad merece un castigo divino, afirmó el profesor católico, citando a Juan Pablo II: “¿Qué se puede pensar de una sociedad, como la contemporánea, que hizo del asesinato voluntario y del pecado de Sodoma una regla pública y social? Estas Naciones podrían ser castigadas, como ocurrió a las comunidades cristianas una vez florecientes y ahora olvidadas. Ocurrió a Cartago, devastado por los vándalos y luego sumergidos por el Islam. El Cristianismo fue eliminado de esa tierra. Y ¿qué espera a las Naciones europeas, que inscriben los vicios de Cartago en sus leyes?”.
De Mattei concluye con una pregunta: “¿No podría ocurrir lo mismo en nuestro tiempo?”.
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Fuente: Diario La Republica, 22/04/2011