La Edad Media fue llamada con razón «la dulce primavera de la Fe». Esa dulzura de la Fe también se trasmitía a la vida cotidiana. Uno de sus frutos, que llegan hasta nosotros, son los panes de Navidad.
En la Navidad, los británicos preparan el tradicional «pudding», oriundo de la Edad Media y que según instrucción de la Iglesia Católica, «debe hacerse el domingo 25, después de la Trinidad.
«Es preparado con 13 ingredientes para representar a Cristo y los 12 Apóstoles, y en cuya masa todos los miembros de la familia deben intervenir durante la preparación, uno a la vez, de este a oeste, a fin de homenajear a los Reyes Magos y su supuesto viaje en esa dirección”.
Por su parte, los belgas degustan los llamados «cougnoles» o «cougnous», panes del tipo brioche cuyo tamaño varía entre 15 y 80 cm, con la forma de un pesebre que acoge una imagen del Niño Jesús.
Los alemanes preparan el «Christstollen», pastel muy denso, perfumado con especias y relleno con frutos cristalizados y pasas, cocinado en una forma especial.
Los españoles en Navidad prefieren el «turrón», una masa hecha con almendras y miel. Tiene muchas variantes: con chocolate, nueces, frutas secas, etc.
Los franceses conmemoran con la «bûche», literalmente pequeño tronco, que suscita cada año un verdadero concurso para ver quién es el «pâtissier» que concibe la variante más creativa.
Pero en ese punto los italianos acabaron pasando delante de todos los demás con el universalmente conocido y codiciado «panettone».
¿Qué son la cultura y la civilización cristianas?
¿De dónde viene?
Se discute con calor en Italia sobre su origen. Todos coinciden en que nació en la región de Milán.
Según una versión, el panettone nació hacia el fin del siglo XV en un banquete ofrecido por el tempestuoso duque Ludovico Sforza, llamado «el Moro».
El ayudante de cocina de nombre Toni, encargado de vigilar el horno durante la preparación del postre, se habría dormido. ¡Y cuando despertó estaba quemado!
Para salvarse de la ira del colérico duque, cogió todo lo que estaba sobrando en la cocina y lo mezcló, para producir un pan «enriquecido», que hizo las delicias de todos.
Esta obra maestra pasó a la posteridad como el «pan de Toni», que acabó llamándose «panettone».
El Panettone famoso viene de la región de Milán. ¿Quién lo inventó?
Pero hay otra versión: un cierto Ughetto degli Atellani, joven noble que quería casarse con Algisa, hija del panadero Toni, habría conseguido ser contratado por la panadería, donde concibió el famoso pan de Navidad para conquistar a la muchacha.
Otra versión aún es aquella según la cual Sóror Ughetta -cuyo nombre significa pasa- habría comprado con sus últimas monedas algunas pasas y frutas cristalizadas para añadir a su pan de Navidad, a fin de llevar una sonrisa a las hermanas de su convento.
El hecho histórico incontestable es que, entre otras cosas, en la Edad Media nació la costumbre de celebrar la Navidad con un pan que fuera mejor que el cotidiano.
Hasta 1395, los hornos de Milán sólo podían cocer ese pan en el período navideño. Con frecuencia el «panettone» estaba marcado con una cruz.
Pero exite el «panettone» glacé y con almendras de Turín.
Y también el «pandoro», de Verona, que es muy alto, pesa cerca de un 1 kg, con sabor de vainilla, una miga muy ligera y que se sirve en un paquete hecho con azúcar cristalizado, que se come también.
En Venecia, el «panettone» viene acompañado con una crema de frutas cristalizadas.
Y, además, hay el «pandolce» de Génova, un poco más compacto; el «panforte» de Siena, hecho con especias y sin harina, con la masa consolidada con miel, pimienta y canela.
El sur de Italia aplicó su inspiración al panettone, que venía del Norte, y añadió delicias que no existen en las regiones frías: naranja, limón, pistacho, bergamota y el licor limoncello.
El de Nápoles se hace con naranjas cristalizadas de Amalfi y limoncello.
En Siracusa, viene con chocolate, pistachos, naranjas cristalizadas de Sicilia y pasas de Pantelleria. En general, todos tienen precios asequibles.
Fue sólo en el mundo católico que la acción multiforme de la gracia del Espíritu Santo inspiró una amplia variedad de panes simples, pero deliciosos, propios a elevar los espíritus y fortalecer el cuerpo en los gaudiosos días del nacimiento del Redentor.
Busquemos entre los amargados protestantes o en los decaídos países paganos y vea si ellos crearon una variedad análoga a estos gustos puros e inocentes, tan de acuerdo con el espíritu sobrenatural de la Navidad católica.