
La lección que la muerte nos da, es una lección de profundidad, una lección de fuerza de alma, una lección de coraje, una lección de grandeza, que es incomparable.
Debemos encarar la muerte con serenidad, con grandeza, inclusive en lo que ella tiene de aflictivo, de tremendo.
Existe una miseria grandiosa en la muerte, donde uno podría decir lo siguiente: el ser inteligente, capaz de morir, capaz de pasar por tan gran catástrofe, tiene una tal capacidad de grandeza que, ciertamente, otra vida y otro destino le esperan. Y en eso, entonces, comprender bien toda nuestra grandeza. (…)
Todo eso a propósito del día de los Fieles Difuntos.
Es la lección que los muertos nos dan, y que la muerte nos da. Es una lección de profundidad, una lección de fuerza de alma, una lección de coraje, una lección de grandeza, que es incomparable. (…)
La angustia de nuestra sociedad ante la muerte
Recemos por las almas del purgatorio que estén más abandonadas y por las cuales nadie reza; almas que tal vez tengan todavía mil años que cumplir, en el fuego, etc., y que nadie reza por ellas.
Pero con una condición: que ellas nos obtengan la comprensión, el amor y el entusiasmo por todas las sombras con que la muerte enriquece la estética del Universo y los panoramas verdaderos de la vida humana.
Adaptación