Súplica a los pies del Pesebre
Tanto en la sublime noche de Navidad, cuanto en la del Año Nuevo, cargado de aprehensiones y de esperanzas, depositemos todos nuestros anhelos a los pies del Niño Dios, que sonríe misericordioso bajo las miradas extasiadas de María y José.
Supliquémosles que podamos presenciar, por la gracia de Dios, regeneraciones transformadoras en los días venideros y, así, la moralidad general, hoy en catastrófica decadencia, se yerga nuevamente al suave y victorioso soplo de la fe.
Que la Santa Iglesia se desprenda por fin de la crisis dramática en que vive, en estos días de confusión y de angustia, y que sea reconocida por todos los pueblos como la única Iglesia verdadera del único Dios verdadero, como la inspiradora y Madre de todo bien espiritual y temporal. Y que, abriéndole a Ella sus corazones, ilumine con esplendor solar a todos los individuos, familias, instituciones y naciones.
Estos son los votos que formulamos, en el umbral de este año, los cuales hacemos extensivos cordialmente a todos nuestros lectores y a sus respectivas familias.
Por la intercesión victoriosa de María, nuestras súplicas serán atendidas.