Al terminar este mes bendito, lo que nos queda es una devoción mayor, una confianza más especial, y por así decir, una intimidad tanto más acentuada hacia Nuestra Señora. Es así que en todas las vicisitudes de la vida sabremos pedir con la más respetuosa insistencia, esperar con la más invencible confianza, y agradecer con el más humilde cariño todo el bien que Ella nos haga.
Nuestra Señora es la Reina del Cielo y de la Tierra, y al mismo tiempo nuestra Madre. Es esta la convicción con que entramos siempre en el mes de María, y tal convicción se radica cada vez más en nosotros, lanza claridades y fortaleza siempre mayor, cuando este bendito mes se termina.
Esta devoción nos enseña a amar a María Santísima por su propia gloria, por todo cuanto Ella representa en los planos de la Providencia. Y nos enseña también a vivir de modo más constante nuestra vida de unión filial a María(1)
Una antigua tradición…
Nuestro país es profundamente mariano, como ocurre con las otras naciones de América Latina. Según cuentan los historiadores, la veneración a la Virgen María en Chile se remonta a la llegada de los españoles, cuando Pedro de Valdivia trajo en 1541 una imagen de la «Virgen del Socorro«.
María, Mediadora Universal de todas las gracias
El Mes de María llegó a América con los misioneros europeos, pero aquí tuvieron que modificar la fecha de su celebración. Tradicionalmente en Europa el Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”. Sin embargo, en Sudamérica en ese mes el frío es intenso, motivo por el cual se trasladó a noviembre, coincidiendo su culminación con la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre.
En Chile, tuvo su origen a mediados del siglo XIX en el Seminario de Santiago, por iniciativa del sacerdote Joaquín Larraín Gandarillas, quien fue rector de ese Seminario y de la Pontificia Universidad Católica. Monseñor Larraín recogió esta tradición nacida en Europa y ampliamente extendida en América, ante la profunda devoción mariana de los chilenos, especialmente de la gente más sencilla.
…originaria de España
La primera noticia clara que se tiene de la consagración del mes de mayo a la Virgen, viene de Alfonso X, «el Sabio», rey de España, en el siglo XIII, que invitaba a alabar e invocar a María, ante su altar, en el mes de las flores. Y él mismo escribió las Cantigas de Santa María, porque quería «trovar en honor de la Rosa de las Rosas y de la Flor de las flores».
Con el florecimiento espiritual del siglo XVI se dio gran impulso a esta hermosa práctica, con especiales ejercicios de piedad durante todos los días, en los que se van considerando diversos misterios, títulos y excelencias de la Madre del Señor. La universalización de esta práctica vino a verificarse en el siglo XIX, cuando fue favorecida y enriquecida con indulgencias por los sumos Pontífices Pío VII y Pío VIII.
(1) «O Legionário«, N.o 563, 23 de Mayo de 1943