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Estimado oyente,
Como Ud. sabe este pasado 8 de noviembre comenzó el tradicional mes de María.
Para conocer su historia tomamos un interesante resumen de autoría del Padre Cecilio de Miguel Medina de la Universidad de la Santísima Concepción, de la ciudad del mismo nombre, en donde nos cuenta cómo comenzó en la Cristiandad esta costumbre de celebrar durante un mes entero a la Santísima Virgen. Como Europa está en el hemisferio norte y las estaciones del año son al contrario de aquí, allá se celebra en el mes de Mayo, que es el mes de las flores.
“Las primeras referencias en la historia del “Mes de María” son del siglo XIII, en el que el Rey Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla, invita a rogar a María en una de sus Cantigas, “Bienvenido Mayo”. En el siglo siguiente los joyeros de París llevaban a la Virgen un “mayo”, o sea, una joya de plata en forma de rama, adornada con brillantes y cintas. El mismo diccionario de la lengua castellana recoge la acepción. En el siglo XVI la devoción se extiende por Alemania e Italia: un monje alemán legó un pequeño opúsculo titulado “Mayo espiritual”, en el que figura el primer esbozo de la celebración del Mes de María. Por esas fechas San Felipe Neri aconsejaba a los jóvenes veneraran a María durante el mes de mayo.
“Son novicios dominicos los que en Fiésole (al lado de Florencia), en el siglo XVII, dedicaban a la Virgen los primeros domingos de mayo. Era costumbre -rezar durante una hora oraciones a María- que se tenía en alguna iglesia de Florencia. Las primeras codificaciones de la devoción a María en mayo son compuestas por dos jesuitas, una a principios del siglo XVIII y otra a finales de ese siglo. En este siglo la práctica piadosa se extiende por EEUU y Latinoamérica, y se encuentran datos de celebrarse en China. Los primeros pontífices que hablan y la aconsejan son Pío VII y el Beato Pío IX, quienes la premiaron con abundantes indulgencias.
“No hay noticia de los inicios de la celebración del Mes de María en Chile. Dado el carácter mariano del comienzo de la evangelización, no parece exagerado afirmar que la devoción existiera desde el principio. Sí disponemos del origen de la estructura que tiene hoy el Mes de María. Fue el Rector del Seminario Pontificio, Monseñor Joaquín Larraín, quien señaló la manera de prepararse a la definición del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. Es probable que él conociera la costumbre europea y ubicó la celebración del Mes de María desde el 8 de noviembre al 8 de diciembre como manera de dirigirse a la Virgen.
“Tuvimos la suerte de que Monseñor Rodolfo Vergara, compusiera las oraciones que hoy tenemos para comenzar y terminar dicha práctica. Su estructura, una especie de prosa poética incluida la métrica, facilita retenerlas desde niños en la memoria y explica que los chilenos las recen con fidelidad. Pronto se extendieron por las iglesias e instituciones santiaguinas y partieron al resto del país, que se vio aludido y urgido por el amor a María con una devoción entrañable y querida”
Hasta aquí la historia. Pasemos a algunas consideraciones que nos parecen oportunas.
En primer lugar, es el caso de consignar que la devoción al Mes de María, al contrario de muchas otras devociones que fueron siendo dejadas de lado a medida que avanzó la secularización en la vida civil y el modernismo en muchos ambientes eclesiásticos, nunca dejó de ser recordada y practicada por los fieles.
Lamentablemente no podemos afirmar que ella haya crecido con el tiempo, pues hubo épocas en que Santiago paraba para rezar el Mes de María. Fueron tiempos en que los fieles tenían muy presente el lema mariano del gran Santo Luis Grignion de Montfort: “Quien no tiene a María por Madre, no tiene a Dios por Padre”.
Ofrecemos a nuestros oyentes un inspirado texto del profesor Plinio Corrêa de Oliveira sobre el Mes de María, escrito en 1943, pero que sin embargo conserva toda su actualidad. Como en Brasil, el mes de María se celebra en Mayo, cambiamos la fecha de mayo, por la nuestra del mes de noviembre:
“¡No es sin dolor que sentimos acercarse el final de este mes de María! De hecho, durante el mes de noviembre sentimos que la protección especial de la Virgen se extiende sobre todos los fieles. Y la alegría que brilla en nuestros templos e ilumina nuestros corazones expresa la certeza universal de los católicos que el indispensable patrocinio de nuestra Madre del Cielo se convierte, durante el mes de noviembre, todavía más solícito, más amoroso, más lleno de misericordia y de condescendencia visible y suave.
“Sin embargo, después de cada mes de noviembre, algo permanece, si hemos sabido vivir convenientemente estos treinta días especialmente consagrados a la Virgen. Lo que nos queda es una devoción mayor, una confianza más especial, y, por así decirlo, una intimidad tanto más pronunciada con la Virgen, que en todas las vicisitudes de la vida sabremos pedir con más insistencia respetuosa, esperar con una confianza todavía más invencible y agradecer, con más humilde afecto, todo el bien que Ella nos hace.
“La Virgen es la Reina del Cielo y de la Tierra, y, al mismo tiempo, nuestra Madre. Esta es la convicción con que siempre entramos en el mes de María, y esta convicción se arraiga cada vez más en nosotros, lanza claridades y fortalezas todavía mayores cuando el mes de María termina. Noviembre nos enseña a amar a María Santísima por la gloria que posee, por todo lo que Ella representa en los planes de la Providencia. Y también nos enseña a vivir de forma más perseverante nuestra vida de unión filial con María.
“Los hijos nunca están más seguros del desvelo amoroso de sus madres que cuando sufren. Toda la humanidad sufre hoy en día. Y no sólo todos los pueblos sufren, pero casi podría decirse que sufren de todos las maneras que se puede sufrir. Las inteligencias son barridas por el vendaval de la impiedad y del escepticismo. Tifones locos de toda clase de falsos mesianismos asolan los espíritus. Ideas nebulosas, confusas, atrevidas, se cuelan en todos los ambientes y arrastran no sólo a los malos y a los tibios, pero a veces incluso a aquellos de los que uno esperaría una mayor constancia en la fe. Sufren las voluntades fieles al cumplimiento del deber con todas las molestias que les acarrea su lealtad a la ley de Cristo. Sufren los transgresores de esa ley, debido a que, lejos de Cristo todo placer no es, en el fondo, sino amargura, y toda alegría una mentira. (…) Se puede decir que el mundo contemporáneo, similar al de la época en que nuestro Señor nació en Belén, llena los aires con un grande y ruidoso gemido, que es el gemido de los malos que viven lejos de Dios, y de los justos atormentados por los malos.
“Cuánto más sombrías se conviertan las circunstancias, cuánto más lancinante los dolores de todo tipo, tanto más debemos pedir a la Virgen para poner fin a tanto sufrimiento, no sólo para acabar con nuestro dolor, sino para mayor provecho de nuestras almas. Dice la teología sagrada que la oración de la Virgen anticipó el momento en que el mundo debía ser redimido por el Mesías. En este momento lleno de angustias, volvemos nuestros ojos a la Virgen llenos de confianza, pidiéndole que acerque el gran momento que todos esperamos, en que un nuevo Pentecostés abra destellos de luz y de esperanza en estas tinieblas y restaure por todas partes el reino de Nuestro Señor Jesucristo.”
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Por nuestra parte, junto con desearle un santo mes de María, le aconsejamos mucho que trate de celebrarlo en familia y que adorne especialmente durante estos treinta días alguna imagen que tenga en su casa. Será una bonita forma de mantenerse unidos a Aquella de quien los santos nos enseñan que, “nunca se oyó decir que alguno de los que haya recurrido a su protección, fuese por Ella desamparado”.