Vemos en la escena a Santa Isabel literalmente encantada con la visita de su prima, la Santísima Virgen. Toda su persona expresa una dedicación y un cariño por la Madre de Dios, que nos deja verdaderamente encantados.
En la Visitación de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel.
Vemos en la escena a Santa Isabel literalmente encantada con la visita de su prima, la Santísima Virgen. Toda su persona: su fisonomía de buena disposición y grandísimo aprecio, su inclinación, sus manos, su rostro como que iluminado, y sobre todo su mirada expresan una dedicación y un cariño por la Madre de Dios, que nos deja verdaderamente encantados.
Se diría que su actitud es la de una persona «enlevada», palabra que creo no existe en castellano, pero que los portugueses definen como una mezcla de veneración y ternura. Veneración por aquello que nos supera y ternura por aquello que de algún modo es más pequeño que nosotros y que tendemos a protegerlo.
Es en cualquier caso una escena en que vemos la grandísima admiración que tenía la Santa anfitriona, por la Santísima visitante.
Una cosa que me gusta mucho constatar en la imagen es que siendo Santa Isabel mucho mayor que la Virgen María, de tal modo está tan admirativa y fuera de sí, que el autor quiso hacer notar como la admiración es altamente rejuveneciente, y así la dejó para la Historia, mostrando a Isabel como más joven que la Virgen.
Esta es una de las mejores representaciones de la Visitación que nunca vi. Se encuentra en la Colegiata de Santa María de los Reyes, en Laguardia (España).