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Reina de Chile y Patrona Jurada de las FFAA
Es difícil que Ud. no recuerde los años de su infancia cuando, de la mano de su madre, rezaba la oración a la Patrona de todas las familias chilenas: La Virgen del Carmen.
Como estamos precisamente en la fecha de su fiesta, nos pareció que le podría gustar volver a oírla, no sólo para recordar el cariño con que su madre le debe haber hecho repetir esta oración en el mes de julio, sino también, y muy especialmente, para poder sentir de nuevo el amparo de la Madre más entrañable que todos los católicos poseemos, la misma Madre de Dios hecho hombre.
En efecto, si hay algo triste en esta vida es ser huérfano de madre, pues una madre es el espejo de todas las solicitudes, de todos los desintereses, del amor incondicional. Si eso vale para cualquier madre, ¿cuánto más no vale para la mejor de todas Ellas, la Madre de Nuestro Divino Redentor?
Oigamos la tradicional oración que se reza en estas fechas y que fuera compuesta por Monseñor Ramón Angel Jara hace ya más de un siglo.
“¡Oh Virgen Santísima del Carmen! Llenos de la más tierna confianza como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado.
“Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra Patria, ha sido señalaros a Vos por nuestra especial Abogada, Protectora y Reina. Por eso a Vos clamamos en todos nuestros peligros y necesidades seguros de ser benignamente escuchados. Vos sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas; sois la Torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra Nación; sois el refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio; sois el consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y desvalidos; sois el auxilio de los cristianos, conservad nuestra fe y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus Obispos, sacerdotes y religiosos.
“Desde el trono de vuestra gloria atended a nuestras súplicas, ¡oh Madre del Carmelo! Abrid vuestro manto y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera Vos sois la estrella luminosa. Os pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia para los niños; y para la juventud, una cristiana educación.
“Apartad de nuestras ciudades los terremotos incendios y epidemias; alejad de nuestros mares las tormentas, y dad la abundancia a nuestros campos y montañas.
“Sed el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.
“¡Oídnos pues, Reina y Madre Clementísima! Y haced que viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Amén”.
¿Podrá haber una oración más oportuna para nuestros días y para nuestras familias?
Creemos providencial que Mons. Jara, obispo de Ancud y después de La Serena, compositor de esta oración, haya con tanto acierto, solicitado, ya a comienzos del siglo XX, a la Madre de Dios las virtudes que sustentan a la familia, y de las cuales hoy estamos más necesitados que nunca.
¿Podrá pedirse algo más urgente que el “acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia para los niños; y para la juventud, una cristiana educación”?
Son estas, precisamente las virtudes que por su paulatino desaparecimiento han dado lugar al divorcio entre los esposos y a la aprobación de una ley para disolver aquello que de suyo y por voluntad de Dios es indisoluble.
¿Dónde está el “santo temor de Dios para los maestros”? Hoy se enseña a los niños en los colegios, por ordenanza del Ministerio de Educación, precisamente lo más opuesto a lo que la oración pide: la ideología de género. Un absurdo tan contrario a la naturaleza, que ciertamente Mons. Jara no podría siquiera sospechar ni entender en la época en que redactó estos pedidos.
¿Qué fue de la “inocencia para los niños”, cuando desde la más tierna edad son agredidos por modas, películas, programas, costumbres que los inician precozmente en conductas que ni siquiera el desarrollo de su naturaleza les permite practicar?
Si hay algo que está en vía de extinción es precisamente la “inocencia para los niños”.
Los lamentables hechos ocurridos recientemente en el SENAME, que todos critican, pero que pocos apuntan en sus causas y origen, no son sino el resultado fatal de la desaparición de las virtudes que pide esta oración a la Virgen del Carmen, que son el único sustento de la familia y de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo no ver que de nada sirve dar más millones a una repartición pública que recibe a niños ya previamente dañados y vulnerados por familias donde no reinó ni la paz ni la piedad de los esposos?
¿Cómo no percibir que mientras más pseudo “derechos sexuales” se promueva, como el aborto, la identidad de género, el “matrimonio” homosexual, etc. cada vez más nos alejamos del ideal cristiano y natural que nos enseña esta oración?
La actual crisis de la familia y de la sociedad en su conjunto, ha llegado a tales excesos que para cada vez más personas y familias, queda claro que no existe solución, sino recurriendo a Aquella que es Refugio de los pecadores, Auxilio de los cristianos y, sobre todo, Patrona de Chile.
Esperamos que Ud., estimado auditor, al oír los sabios pedidos de esta oración, formule el propósito de acercarse un poco más de Aquella que es el puerto seguro de los viajantes y que de este modo, le pueda dar una “cristiana educación” a sus hijos o nietos.
¿No cree que si muchos tomaran esta resolución, no sería ni siquiera necesaria la existencia del SENAME, y de tantas otras reparticiones públicas que son tan inoperantes cuanto caras e inútiles, mientras no exista un auténtico resurgir de las virtudes morales como las señaladas en esta oración?
Muchas gracias por su audición, y recuerde que nos puede seguir en www.accionfamilia.org