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Si hay algún tema que Ud. difícilmente imaginaría que sea abordado en estos programas de Acción Familia, dedicados a ayudar a los padres en su difícil tarea de formar a sus hijos y a los hijos en la de formarse rectamente, es un elogio del ocio.
Sin embargo, es paradojalmente a este tema que consagraremos el programa de esta semana.
Comencemos por definir el alcance de nuestro comentario: ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos al ocio? Y, en segundo lugar, ¿por qué el ocio merece ser elogiado?
Si Ud. se tomase la molestia de ir al Wikipedia para saber qué nos dice sobre el ocio, se encontraría con las siguientes definiciones: “Tiempo libre o descanso de las ocupaciones habituales” y/o “Actividad a la que se dedican como distracción los momentos de tiempo libre”.
Ambas definiciones nos arrojan luces sobre la cuestión del ocio. En primer lugar, el ocio no es simplemente la no-actividad del perezoso. Al contrario, el ocio se define como el “tiempo libre o descanso de las ocupaciones”, lo que supone una persona que trabaja y que se cansa. Entonces, para recuperar las fuerzas y así poder trabajar de nuevo de manera eficiente, se dedica a una actividad diferente de su trabajo habitual.
Recientemente fue publicado en Chile un libro que trata del tema y que nos aporta interesantes antecedentes al respecto. Oigamos trechos de un artículo publicado al respecto el pasado domingo 10 de julio en un importante medio de prensa de Santiago, de autoría del periodista Sebastián Urbina.
“La neurociencia está preocupada porque las nuevas tecnologías nos han robado el tiempo de ocio.
“En las generaciones más jóvenes, los test demuestran un alza en el coeficiente intelectual, pero también que la creatividad ha ido disminuyendo.
“Pasar a dejar a los niños al colegio, revisar los compromisos agendados, responder correos, revisar el WhatsApp, contestar el teléfono y conducir atentamente por calles congestionadas. A eso sumarle la jornada de trabajo y otros imprevistos que son parte de la rutina diaria. El resultado es un sujeto más cercano a un autómata, y muy lejos de lo que sería una persona con tiempo para la reflexión y la creatividad.
“Porque contar con tiempo libre para poder divagar, es decir, pensar de manera espontánea y sin restricciones, es una de las actividades más importantes, de las que potencian la inventiva y el progreso humano. Esto es lo que plantea la neurociencia, la que se muestra preocupada porque las nuevas tecnologías y las redes sociales en lugar de aliviar la carga de trabajo la han aumentado, y han terminado robando el tiempo de ocio a las personas.
“Asimismo, los test demuestran un alza en el coeficiente intelectual (CI) de las nuevas generaciones, aunque desde los años 90 muestran que la creatividad ha ido disminuyendo.
“Esta es la tesis que Andrew Smart, un joven neurocientista de la Universidad de Nueva York, desarrolla en su libro ‘El arte y la ciencia de no hacer nada’, que acaba de publicarse en Chile. Allí argumenta en favor de limitar las maratónicas jornadas laborales y escolares, así como el abuso de las tecnologías, para ganar en tiempo libre y, de paso, ser más creativos.
“Es decir, las pausas son importantes
«Antes se pensaba que el cerebro estaba todo el tiempo respondiendo a estímulos externos, pero hace unos años se descubrió que existía una red neuronal por defecto, que se activa en los momentos en que hacemos una pausa en los quehaceres, lo que nos permite pensar, integrar y procesar información», dice el doctor José Luis Valdés, neurobiólogo y académico del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
“Para activar esta red, sugiere Smart, es bueno invertir tiempo en disfrutar del arte, escuchar la música favorita o simplemente garabatear en un papel.
«Mientras uno ‘no hace nada’, el cerebro sí está haciendo algo», advierte el doctor Simón Guendelman, psiquiatra y cofundador del Centro Mindfulness y Medicina. Es la red por defecto que, según explica, se liga ‘a la capacidad de pensar sobre uno mismo, de divagar o pensar en cosas que no están relacionadas con el presente inmediato’. También se relaciona con la creatividad y con la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
“El problema es que la sociedad tiende a valorar negativamente a quienes se entregan a la contemplación, calificándolos de excéntricos, ausentes o haraganes.
“Pero son las funciones de la red por defecto las que el libro de Smart esgrime como argumento para cuidar los momentos de ocio en lugar de evitarlos. El miedo al ocio de la sociedad actual, según el científico, se traduce en la tendencia a ocupar el tiempo con muchas tareas. ‘Esto nos permitiría distraernos y evitar sentir las experiencias internas amenazantes e incómodas, como las emociones difíciles, la vergüenza o la sensación de que nos falta algo’, afirma el doctor Sebastián Medeiros, psiquiatra e investigador del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap).
“Pero el riesgo de no detenerse y prestar atención a la experiencia interna es que ‘el cuerpo y la mente se desgastan, la vida afectiva sigue inadvertida y, al no ser procesada, pueden aparecer síntomas y enfermedades’, agrega Medeiros.
«Las tecnologías no dan espacio para la actividad espontánea del cerebro, la que permite integrar y procesar la información, asociando cosas y conceptos que no tienen una relación aparente, algo que es fundamental para la creatividad», dice Valdés.
“Según el académico, quizás por el sistema educacional existente, los jóvenes hoy son buenos ‘para hacer cosas más bien rutinarias y repetitivas, con poca demanda cognitiva y poca generación de nuevas ideas’”
Hasta aquí el artículo del periodista Sebastián Urbina.
Nuestra conclusión es que el ocio, considerado como espacio mental para dedicarse a hacer algo de carácter más contemplativo que activo, es mucho más importante de lo que se puede creer a primera vista. El ocio es lo que nos permite trascender de lo práctico y pensar.
Y como el pensamiento es precisamente lo que nos diferencia del mundo animal, no olvidemos que el hombre es un animal racional, la contemplación en medio del ocio, es el ejercicio fundamental y, en esta tierra, exclusivo del hombre.
Quizá se pueda decir sin exageración, que el hombre vale lo que es capaz de producir en sus momentos de ocio. O sea, en sus momentos de no producción.
De ahí que la conexión permanente y hasta obsesiva con los aparatos electrónicos de los cuales hoy usan y abusan la mayor parte de los chilenos, (los conductores de automóviles los consultan hasta mientras esperan la luz verde del semáforo) sea un vicio quizás peor que el ocio de los perezosos.
Hay veces que un acelerado santiaguino pasa raudo con su 4×4 por la tranquila plaza de uno de nuestras pequeñas ciudades o pueblos regionales y viendo a dos jubilados o dos dueñas de casa que conversan tranquilamente en la vereda, piensan para sí, ¡Qué ociosos!.
El pobre santiaguino, conectado a un gps, a un ipad “manos libres”, no se da cuenta que esos “ociosos” son mucho más productivos que él mismo.
Sí, si sabemos darnos una pausa entre nuestras actividades habituales, si sabemos “desconectarnos” de todos los aparatos, si nos atrevemos a entrar en nuestro mundo interior, encontraremos riquezas mucho mayores de las que buscamos afuera de nosotros mismos. También podremos encontrar aspectos serios para corregir, y quizá es eso lo que muchas veces nos lleva a no querer parar para contemplar.
Nuestro Señor nos dijo “El reino de los cielos está en tu interior”. Sepamos buscarlo y encontrarlo. Pero para eso hay que hacer pausas, contemplar, admirar lo que nos rodea y reflexionar, para así vivir con el alma… y ser más creativos y eficientes en nuestros trabajos.
Como Ud. puede ver, estimado radioyente, el ocio es más importante de lo que parece a primera vista, y esta es la razón por la cual le dedicamos este programa.