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Una sana reacción contra la degradación individual y social que produce la desfachatez debe comenzar por cada hogar. El pudor no es otra cosa que el respeto que nos debemos a nosotros mismos y a quienes nos rodean.
Una virtud despreciada
Si hay alguna cosa de la que, durante este verano que está por terminar, no se tuvo cuidado ni reparo fue el pudor. El exhibicionismo que antes se limitaba a las playas este año se expandió a todos los lugares y rincones del país.
Pareciera que el calor lo justificase todo, incluso la pérdida del propio pudor. Sucede que las virtudes olvidadas ‒y el pudor obviamente que es una de ellas‒ difícilmente son apreciadas. Y cuando una virtud no es apreciada por el común de las personas, ella se vuelve muy difícil de ser practicada.
La pérdida del pudor trae acompañantes…
La pérdida del pudor, da lugar al desarrollo y crecimiento del vicio moral que le es opuesto, es decir la desfachatez o la desvergüenza que se pueden encontrar hoy en todos los dominios de la existencia, y no sólo en la falta de recato en el vestirse. No hay vergüenza en estafar, en robar, en no respetar a los otros, en mentir, en hablar mal, etc. ¿Cómo entonces podrá haber vergüenza en presentarse impúdicamente frente a los otros?
Como estamos seguros que el pudor es una de las principales virtudes que sostiene la integridad de la familia cristiana le damos a conocer un corto elogio sobre esta virtud que nos llegó recientemente desde Francia y cuyo autor es François Billot de Lochner.
Pasemos a su lectura
Del ser social al ser egoísta
“La persona es antes que nada un ser social. Ella no puede vivir sino en relación con los otros, pues lo que lo rodea le permite alimentarse, vestirse, alojarse, moverse, perpetuarse. Una persona totalmente aislada no puede sino morir. Ya que ella vive con los otros, toda persona vive bajo la mirada de los otros: por solidaridad, por amistad, por amor al prójimo, ella debe esforzarse en mostrar lo mejor de sí misma.
“Frente a esta evidencia, la sociedad post moderna, al contrario, se puso como objetivo promover al hombre aislado, en perjuicio del hombre acompañado: la libertad sin límites, el gozo sin freno, la exaltación del yo y del “yo solo”, pasaron a ser los fundamentos sobre los cuales cada uno podría y quizá debería apoyarse.
“En este ambiente libertario, la vestimenta ocupa un lugar privilegiado, puesto que ella cubre a la persona y de una cierta manera la ‘califica’. Ahora, en nuestros días, son muchas las mujeres que, olvidando lo que las rodea, se consideran libres de vestirse como quieran.
“Las faldas pueden ser lo más cortas posible, los pantalones lo más ajustados posible, los escotes lo más atrevidos posible, los trajes de baño lo más inexistentes posible, la exhibición la mayor posible.
Efectos en el trato social
“La mirada de los otros, frente a tales situaciones, no es tomada en cuenta. Y, sin embargo, tales formas de presentarse despiertan habitualmente en el entorno el deseo, la concupiscencia, la grosería, la vulgaridad, le pesadez. Pero esto parece que no cuenta: en nuestras sociedades occidentales, el pudor pierde cada vez más cualquier significación.
“¿Debería entonces ser definitivamente relegado en el armario de valores fuera de moda?
“En los momentos en que la avalancha de la pornografía causa verdaderos desastres en el mundo entero, es más que nunca necesario reafirmar que el pudor es una virtud esencial, constitutiva de la belleza de la persona.
Respeto, honra y pudor (Podcast)
“El tobogán que lleva a la pornografía tiene como primera etapa las agresiones que todos sufrimos diariamente en los lugares públicos, (carteles publicitarios eróticos, quioscos de diarios obscenos) o en la esfera privada (Internet, canales pornográficos, programas de radios indecentes, etc. etc. ).
“El impudor en el vestido, que se amplifica vertiginosamente y hace parte de esas agresiones públicas, es un jalón en esta pendiente fatal. Es uno de los componentes de la deriva pornográfica, porque la alimenta.
El acoso sexual
“La multiplicación del acoso sexual está adquiriendo proporciones cada vez más alarmantes, y golpea a todas las edades. La ‘cosificación’ del cuerpo femenino se desarrolla rápidamente, y transforma la belleza de la creación en un vil objeto mercantil. El consumo inmediato del cuerpo se impone y reemplaza la unión espiritual durable. En esta evolución preocupante, la desnudez toma todo su lugar.
“Reponer el pudor como valor esencial, en la familia y en toda la sociedad, es un objetivo de gran alcance. Como escribe Auguste de Rochefort en sus pensamientos: ‘el pudor adorna la belleza como el rocío embellece la naturaleza’.
“¿No es uno de nuestros principales deberes, promover la belleza en nuestra vida diaria?”
* * *
Como Ud. puede ver, estimado radioyente, el problema que nos afecta no es sólo nacional. Es un tema universal y que nos debe llevar a una seria reacción, pues de lo contrario, estamos condenados a vivir en la ley de la selva. Es decir bajo el imperio del más fuerte.
No esperemos que sea el Estado ni el Gobierno, ni la Municipalidad, ni siquiera el colegio, quien comience esta sana reacción, ella debe comenzar por la casa de cada uno, casi diríamos en la intimidad de cada hogar que nos está oyendo.
Pudor y respeto a sí mismo
Sí, pues el pudor no es otra cosa que el respeto que debemos a nosotros mismo y el que le debemos a quienes nos rodean.
Hay un sofisma que siempre se repite en defensa de la falta de pudor: Si Dios creó los cuerpos, ¡por qué entonces debemos cubrirlos?
La respuesta es muy sencilla. Dios creó los cuerpos inocentes de nuestros primeros Padres, pero ellos al desobedecer a Dios, perdieron el vestido de su propia inocencia, y “se dieron cuenta que estaban desnudos y tuvieron vergüenza”. Entonces Dios mismo les dio como cubrirse. En otras palabras, el hombre perdió el dominio sobre sus pasiones y, muy especialmente, el control de su apetito sexual, por lo que, pasada la pubertad, la desnudez constituye una ocasión próxima de pecado para el sexo opuesto. Siendo eso así, después del pecado original, el vestido se tornó imperativo no sólo por una necesidad de higiene sino sobre todo de pudor y de decoro.
La enseñanza católica
Por este motivo el Papa Pío XII enseñaba que el sentido del pudor consiste
“en la innata y más o menos consciente tendencia de cada uno a defender de la indiscriminada concupiscencia de los demás un bien físico propio, a fin de reservarlo, con prudente selección de circunstancias, a los sabios fines del Creador, por Él mismo puestos bajo el escudo de la castidad y de la modestia”. (Disc. 8-XI-1957: AAS 49, 1957, 1013).
Y, en cuánto al decoro, San Juan Crisóstomo, Padre de la Iglesia, recordaba que:
“El vestido … se torna para el ser humano un recordatorio permanente de su propia indignidad, es decir, de su propia condición de pecador. Y al mismo tiempo –adviértase bien–, el vestido es para el hombre una añoranza de la primera dignidad perdida, un intento permanente de recuperar aquella nobleza primitiva, siquiera en la apariencia”.
Verdades olvidadas, pero no por eso menos importantes, y más oportunas de ser recordadas.