El galeón, reposando en el fondo del mar, representa el infortunio de un ideal que la estupidez y la brutalidad de los hombres no permitió que se realizase…
Toda su gloria, todas sus esperanzas están sepultadas allí, sin desesperación, sin frenesí, sin desánimo…como una afirmación de que él todavía volverá.
No quiero imaginar un galeón enteramente excepcional, como el Royal Soleil, por ejemplo.
Concibo un galeón medio, de buena categoría, que por eso participa de la Majestad del Royal Soleil. El fondo del mar que me estoy figurando es en el Caribe. Pero no imagino un galeón afrancesado.
Me lo imagino con gran categoría y español. Un galeón fabuloso español propiamente dicho. Con aquella nota de majestad un tanto malhumorada, un tanto desconfiada y un poco refunfuñona, que caracteriza ciertas cosas de la arquitectura española.
En la proa, un nicho para imágenes, trabajado, serio, alto, grande. La popa con aquel aire de viejo solar español, muy noble. Reposa en el fondo del mar, con el mal humor y con la agresividad de un navío de guerra.
Lo imagino muy en el fondo, con una capa gruesísima de arena medio gelatinosa, de no sé que substancias, de vegetales muertos, de musgos. De vez en cuando unos corales emergentes como esqueletos de piedra, irguiéndose como dedos dentro del mar, y que están apoyados en una pared del galeón, ayudándole a mantenerse en pie. Varios cañones oxidados. De dentro del cañón se ve salir una miniatura de pulpo que vive allí, y que hizo de aquello su casa.
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Por otro lado, se percibe el agua que se mueve con sus pulsaciones.
La luz atraviesa el agua e ilumina aquel fondo del mar, el cual queda como una gelatina un tanto luminosa. Otras partes quedan en la obscuridad. Y cuando vienen aquellas pulsaciones, el galeón se mueve ligeramente, y toda aquella especie de gelatina de arena en que él está asentado también se mueve un poco, de acá para allá, de allá para acá.
Siglos dentro del mar, el galeón está allí. Casi en pie, sustentado por bancos de coral y cosas así. Entero, pero un poco inclinado.
El galeón y el infortunio de un ideal
Es una catástrofe completa. Entre tanto, no rodó por el fondo. Toda la gloria, todas las esperanzas, todo el futuro del galeón están sepultados allí sin desesperación, sin frenesí, sin desánimo y sin contorsiones nerviosas.
Podemos imaginar que de vez en cuando se desprenda del galeón una especie de figura aérea y mitológica que sale de dentro del mar y atormenta como un Adamastor a aquellos que pasan. Como una protesta de que él todavía volverá.
El mundo de la leyenda es una forma en general poluída, pero con bonitos destellos, del mundo de las cosas superiores. Mejor todavía es figurase personajes que existieron, ampliándolos de tal manera que realicen un ambiente de cosas superiores e ideales.
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Ese galeón arquetípico, fabuloso, ¿qué representa en el fondo?
El representa una especial firmeza del sentido de finalidad, por el cual la persona raciocina de la siguiente manera: «Siendo yo como soy, tan idéntico a mi matriz primera, es cierto que no me quebraré. Todos estos siglos, todas estas aguas, todas estas circunstancias, no son sino obstáculos que yo sobrepujo». Enfrento sobrepujando y sobrepujo dando de mí más que todo eso. «Yo siento algo mayor que todo eso, que nace dentro de mí y que coloca la proa contra todo eso. Vendrá un día en que todo eso entrará en sus ejes»…
El galeón no tiene, es verdad, ningún consuelo durante ese tiempo de derrota. Es muy verdadero. ¡A no ser el consuelo de la propia certeza!
Es preciso decir que es una forma de coraje total, radical. Es una forma de fortaleza impresionante.
El fondo del mar es especialmente augusto por el silencio y por la penumbra. El ruido de las olas no llega hasta el fondo, y allí nada se oye. Es la región de la no sonoridad.
Aislamiento, penumbra, silencio, apenas lo irracional existiendo allí dentro, y, sentado en ese irracional, el infortunio de un sueño, de un imperio de las cosas superiores, que la estupidez y la brutalidad de los hombres no permitió que se realizase…
… Pero que queda con la proa apuntado hacia la historia.
Plinio Corrêa de Oliveira – Adaptación libre