El 2 de Noviembre recordamos a nuestros seres queridos que ya nos dejaron. Un día nos llegará también a nosotros la hora de la muerte. Para estar preparados para ella, es oportuno recordar una verdad olvidada que hace que muchos católicos vivan como si no creyeran.
Vivimos en una época de escepticismo, en la que se considera una superstición de los tiempos medievales el creer que existan espíritus malignos personificados. Quienes creen en la existencia del demonio y de los demonios, son frecuentemente ridiculizados como estando fuera de los tiempos modernos.
La mentalidad occidental contemporánea cree que el mal es meramente el resultado de un contexto social inadecuado o que se debe simplemente a factores psicológicos, causas que pueden ser remediadas con un programa social o con medicamentos. Desde este punto de vista, el único «exorcismo» necesario es el que elimine la pobreza de nuestra sociedad, de la ignorancia o de la sicopatología.
Muchos cristianos –entre los cuales no pocos católicos– han sucumbido también a esta mentalidad. Esos católicos se dejan formar más por la cultura en la que viven, que por el Evangelio de Jesucristo y las enseñanzas de la Iglesia.
Una rápida lectura de los Evangelios, nos proporciona varias referencias explícitas sobre la realidad de la existencia de los demonios y de la posesión diabólica. Así, podemos ver que la liberación de los espíritus malignos jugó un papel central en el ministerio de Jesús, y Jesús mismo señalaba esas curas como prueba de que El era el Mesías. (S.Mt. 12:28; S.Mc. 3:22-27).
- El propio demonio se atrevió a tentar de varios modos a Nuestro Señor cuando se encontraba en el desierto. (S. Mt 4,11 y S. Lc 4,1-13).
- Otras referencias al demonio en el Evangelio:
- S.Mat. 9:33 “Y arrojado el demonio, habló el mudo, y las gentes se llenaron de admiración, y decían: Jamás se ha visto cosa semejante en Israel”.
- S.Mat. 17:17 “Y Jesús amenazó al demonio, y salió del muchacho, el cual quedó curado desde aquel momento”.
- S.Mar. 5:15 “Y llegando adonde estaba Jesús, ven al que antes era atormentado del demonio, sentado, vestido y en su sano juicio, y quedaron espantados”.
- S.Mar. 7:29-30 “Le dijo entonces Jesús: Por eso que has dicho, vete, que ya el demonio salió de tu hija”.
- S.Luc. 4:33 “Estaba en la sinagoga cierto hombre poseído de un demonio inmundo, el cual gritó con gran voz, mas Jesús, increpándole, le dijo: Enmudece, y sal de ese hombre. Y el demonio, habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él, sin hacerle daño alguno”.
- S.Luc. 8:29 “Y es que Jesús mandaba al espíritu inmundo que saliese de aquel hombre; porque hacía mucho tiempo que estaba de él apoderado; y por más que le ataban con cadenas y ponían grillos, rompía las prisiones, y acosado del demonio huía a los desiertos”.
- S.Luc. 11:14 “Estaba Jesús lanzando un demonio, el cual era mudo. Y así que hubo echado al demonio, habló el mudo, y todas las gentes quedaron muy admiradas”.
Santo Tomás y San Juan de la Cruz afirman que tenemos tres tentadores: el demonio, el mundo (lo reconocemos ciertamente en nuestra sociedad) y nosotros mismos, o sea, el amor propio. San Juan de la Cruz sostiene que el tentador más peligroso somos nosotros mismos porque nos engañamos a nosotros mismos.
El Evangelio de Juan le llama: “el príncipe de este mundo” (Jn 12,31) y en la primera carta también de San Juan se lee: “El mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5,19). San Pablo habla de nuestra batalla contra las potencias espirituales (Ef. 6,10-17). Podemos también remitirnos al Apocalipsis.
El escritor francés Charles Baudelaire decía que la astucia más perfecta de Satanás consiste en persuadirnos de que no existe.