Los antiguos consideraban el nombre como una especie de símbolo de la persona, de donde, durante mucho tiempo, se haya desarrollado el uso de las iniciales, que es de algún modo el símbolo del nombre.
Entonces, el nombre es el símbolo de la realidad psicológica, moral, espiritual, más profunda que está en la persona. Y, por causa de eso, el Dulce Nombre de María, como el Santísimo Nombre de Jesús, debe ser considerado nombre simbólico de la virtud excelsa de la Santísima Virgen, simbólico de su misión, de aquello que Ella verdaderamente es.
“No hay nombre honroso que a Ella no convenga…”
El Dulce Nombre de María es la afirmación de esta gloria interior, la afirmación de estos predicados interiores. Y, por causa de eso, el Nombre de María sería la manifestación —simbólica, por supuesto— de todo cuanto existe de excelso en Nuestra Señora. Al festejar este Nombre, festejamos la gloria que la Santísima Virgen tuvo, tiene y tendrá en el Cielo, en la tierra y en todo el universo.