Finalizadas las exequias de Su Santidad Juan Pablo II, después de las manifestaciones de pesar y de dolor, el orbe católico entra en un período de reflexión, de oración y de esperanza, en la perspectiva del nuevo Cónclave.
Las multitudes que, sin ser convocadas, acudieron en estos días a la Ciudad Eterna para manifestar su veneración y filial confianza a la Cátedra de Pedro, hicieron resplandecer a los ojos del mundo la divina inmortalidad de la Santa Iglesia Católica. La presencia de esos millones de fieles, que reconocen en los Papas figuras-llave para la definición de los destinos del mundo, constituye un triunfo del Papado.
Ahora bien, en esos fieles, así como en otros tantos millones por el mundo, existe una legítima expectativa de conocer quién ocupará el Solio pontificio. Es natural que se hagan conjeturas, se manifiesten esperanzas, deseos y “ en nuestros días de confusión “ también inquietudes y aprensiones.
Aún antes de que se sepa quien será el nuevo Papa, las asociaciones abajo firmantes desean formularle aquí una súplica.
La magnitud de lo que solicitamos excede las circunstancias personales de quien llegue a ser electo, su nacionalidad, su posición eclesiástica actual. Es de tal naturaleza nuestra súplica que, para ser bien recibida, simplemente basta con que sea Papa, razón por la cual nos sentimos cómodos dirigiéndola al Papa ignoto.
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Beatísimo Padre,
No se conoce aún vuestro nombre, mas de antemano deseamos manifestaros el homenaje de nuestra fidelidad a la Cátedra de Pedro y ofreceros nuestras oraciones para que la Divina Providencia os asista en la augusta tarea de conducir a buen puerto la Nave de la Iglesia.
Animados e inspirados por la vida y por el pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira “ ardiente católico, incansable batallador, defensor indefectible de los derechos del Papado y de la Santa Iglesia “ nosotros, seglares católicos que consagramos lo mejor de nuestras vidas (algunos hace más de cinco décadas) a la restauración de la Civilización Cristiana, y en particular a la defensa de sus valores básicos “ la Tradición, la Familia y la Propiedad – llevamos aquí a vuestro conocimiento algunas reflexiones que consideramos apremiantes, seguros de que Vuestra Santidad acogerá con benevolencia esta modesta expresión del sensus fidelium.
1. Inmensa transformación del cuadro psicológico mundial
Transcurrieron casi veintisiete años desde el cónclave que eligió a S.S. Juan Pablo II. Tuvieron lugar en este cuarto de siglo acontecimientos de envergadura histórica, acompañados por una inmensa transformación del cuadro psicológico mundial.
a) Optimismo despreocupado versus peligro comunista
En aquellos días de 1978 no se habían apagado por entero las luces de la euforia optimista de un progreso indefinido que caracterizara sobre todo al período que siguió a la II Guerra Mundial.
En los medios católicos aún era posible encontrar rastros del encantamiento, alegre y un tanto desprevenido, con que numerosos Padres Conciliares habían preferido considerar la apertura de la Iglesia al mundo moderno.
Concomitante con la despreocupación que asolaba al espíritu público, una amenaza ejecutaba sin cesar su ronda infernal, colocando ante la opinión pública mundial el dilema de decir sí o no al comunismo.
Los acontecimientos acabaron por dar razón a aquellos “ entre los cuales nos alegramos de estar “ que, desentonando del clima de risueña desprevención, habían censurado una “ostpolitik” con el comunismo “ doctrinariamente inaceptable y políticamente suicida “ y habían propugnado un denodado combate, elevado y lleno de Fe, contra el mayor enemigo que la Iglesia y la Civilización Cristiana jamás encontraron en su camino.
Un día la historia señalará los verdaderos y profundos factores que llevaron a la caída del Muro de Berlín y del imperio soviético. Desintegrado este último, por lo menos de inmediato parecía alejado el peligro de una hecatombe atómica. Luego los incurables optimistas se apresuraron en anunciar una nueva e interminable era de prosperidad y despreocupación.
b) Se instala el caos en el acontecer humano
Entretanto, surgieron otros problemas igualmente graves. Poco a poco la opinión pública se fue sumergiendo en un cuadro de realidades políticas, sociales, económicas, inconexas e insanas, que se asemejaban a un inmenso engranaje de desgracias y de catástrofes. Se fue instalando en el acontecer humano un caos (individual, social, político), del cual el terrorismo suicida es apenas una de las manifestaciones extremas.
En un número cada vez mayor de espíritus se diluyó el contentamiento con la modernidad. El inevitable desencanto de un mundo sin Dios, sin ideales transcendentes e inmerso en el gozo material, era el fruto amargo de la “apostasía silenciosa”, constatada por el llorado Pontífice Juan Pablo II.
c) Inmensa crisis en la Iglesia
Durante todo ese tiempo, el mundo católico vino sufriendo los efectos de una inmensa crisis interna. Crisis que Pablo VI cualificó como un proceso de “auto-demolición” de la Iglesia y de penetración de la “humareda de Satanás en el Templo de Dios”, y que Juan Pablo II continuó reconociendo con palabras como estas: “Es necesario admitir realistamente y con profunda y sentida sensibilidad que los cristianos hoy, en gran parte, se sienten perdidos, confundidos, perplejos y hasta desilusionados: fueron divulgadas pródigamente ideas que contrastan con la Verdad revelada y desde siempre enseñada; fueron difundidas verdaderas herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones y rebeliones; se alteró incluso la Liturgia; sumergidos en el ˜relativismo” intelectual y moral y por consiguiente en el permisivismo, los cristianos son tentados por el ateísmo, por el agnosticismo, por el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva“ (Alocución del 6-II-81 a los Religiosos y Sacerdotes participantes del I Congreso Nacional Italiano sobre el tema Misiones al Pueblo para los años 80, in “L´Osservatore Romano”, 7-II-81).
d) Los “agredidos por la realidad”
Simultáneamente, agredidos por una realidad cada vez más extrema en todos los campos, inclusive en el de la permisividad moral, determinados sectores de la opinión pública fueron viendo renacer aspiraciones, anhelos y convicciones, que habían sido sofocadas por la llamada “modernidad”. La tradición, la familia y la Religión pasaron a atraer a un creciente número de hombres, sobre todo jóvenes.
¿No se encuentra aquí el sentido más profundo de esa infinidad de fieles que acudió en estos días a Roma, muchos ellos en busca de valores eternos e inamovibles? Un sinnúmero portaba en sus manos el Rosario, testimoniando que Maria Santísima tiene un papel central en este resurgir espiritual.
¿No habrá en este fenómeno una señal de que llegó el momento de abandonar los discursos acomodaticios de los eclesiásticos propiciadores del diálogo con la modernidad? Modernidad esa, dígase de paso, que constituyó una ficción a la cual pocos hombres adhieren por entero, muchos adhieren con restricciones cada vez mayores y no pocos rechazan.
e) Legítimo anhelo de un mensaje coherente y tonificante
Lo que las víctimas exhaustas de las utopías de los dos últimos siglos esperan de la Iglesia es el mensaje coherente y tonificante, el ejemplo sabio y arrojado de la afirmación perenne de la Fe, y el convite maternal y entusiasta a seguir las verdades absolutas.
Santo Padre, llenos de confianza, os imploramos que acojáis esos legítimos anhelos de alma del rebaño que la Divina Misericordia os confió.
2. Nuevas amenazas en el horizonte
En este fondo de cuadro “ en el cual comenzará vuestro Pontificado “ al par de radiosas esperanzas asoman problemas y aún amenazas para la Santa Iglesia que parece difícil dejar de considerar.
No son objeto de esta carta los asuntos específicamente teológicos y disciplinares debatidos en varios medios como, por ejemplo, el debilitamiento del poder papal, el fin del celibato eclesiástico y la aceptación del sacerdocio femenino, la relativización de los dogmas y de la doctrina moral de la Iglesia para armonizarlos con los avances de la ciencia.
Vemos moverse a las fuerzas que diseminan la confusión en el redil sagrado, desplegando esas banderas de cambios radicales que convulsionarían una enseñanza y una tradición perennes.
Aunque tales problemas y amenazas causen grave preocupación entre los fieles, centraremos estas filiales reflexiones en asuntos de orden temporal, terreno en el cual somos llamados a actual en cuanto seglares católicos.
Entre esos problemas, nos gustaría llevar a Vuestra alta consideración aquellos que nos parecen primordiales para los intereses de la Santa Iglesia, en el actual cuadro histórico: la escalada del laicismo militante, la amenaza de la expansión islámica, y la agitación revolucionaria de la “izquierda católica” en América Latina.
3. La escalada del laicismo ateo
Aún antes de que se desmoronase el inmenso bloque totalitario comunista, los partidos socialistas europeos habían comenzado un profundo cambio de rumbo, que posteriormente sería acompañado por las más variadas agremiaciones izquierdistas del mundo.
De cara ante las fracasadas experiencias revolucionarias de transformación de las estructuras socioeconómicas, el neosocialismo emprendió la vía de la Revolución Cultural, destinada a transformar las mentalidades y la psicología humana. Para tal fin, era necesario crear un ambiente en el que se abatiesen las certezas filosóficas, se extinguiese el principio de contradicción, se relativizasen los conceptos morales.
a) Revolución Cultural en nombre de la “no-discriminación”
En nombre de la tolerancia, de la no-discriminación y de los “clamores” sociales, todas las minorías “marginadas” (homosexuales, prostitutas, drogadictos) deberían ser acogidas en la sociedad y respetados sus comportamientos “alternativos”. En consecuencia, cualquier postura moralista pasaba a ser vista con desdén y hostilidad. Para formar un neo-proletariado, a esas minorías se sumarían otros grupos previamente “concientizados”, como ecologistas, feministas, minorías étnicas y raciales.
Ese proyecto neo-socialista acababa por coincidir con la mentalidad de las corrientes y partidos centristas, las cuales propugnaban una adaptación de la legislación a la creciente e inducida liberalización de las costumbres.
Al comienzo en Europa, después en los Estados Unidos y Canadá, y por fin en América Latina, se desencadenó una aluvión de iniciativas legislativas y de decisiones judiciales destinadas a legalizar comportamientos hasta entonces censurados por la Moral: concubinato y divorcio, aborto, eutanasia, manipulación y destrucción de embriones humanos, consumo de drogas, uniones y “matrimonios” homosexuales, liberalización de la pornografía, debilitamiento de la patria potestad.
b) Manifestaciones públicas de la Religión consideradas “peligrosas”
Esa Revolución Cultural provocó reacciones en sanos segmentos de la opinión pública, de fondo religioso, que percibían cómo de esta manera se sacudían los fundamentos de un recto orden social.
No tardó en llegar la respuesta de los promotores de la Revolución Cultural, bajo pretexto de neutralidad religiosa del Estado. Pasaron a excluir del debate público a la Iglesia Católica y, en los países de fuerte presencia protestante, a las confesiones religiosas cristianas; la enseñanza pública debía ser “liberada” de las creencias religiosas; las manifestaciones públicas de religiosidad pasaron a ser vistas como peligrosas a la convivencia social; invocar una ley superior “ divina o moral “ se tornó sinónimo de “fundamentalismo”; el legítimo ejercicio de la objeción de conciencia comenzó a ser cercenado legalmente.
De esta manera, hoy en sociedades en llamadas democráticas, leyes, por ejemplo, impiden, a ministros sagrados y a fieles de proclamar la enseñanza multisecular de la Iglesia sobre el carácter antinatural y pecaminoso de las relaciones homosexuales, so pena de incurrir en el elástico delito de “homofobia”.
Pasamos a presenciar al viejo anticlericalismo “ heredero de los ideales laicos de la Revolución Francesa “ instrumentalizar los poderes del Estado, amenazar con nuevas persecuciones y ofreciendo a los católicos, así como a los cristianos en general, un estatuto de ciudadanos de segunda clase en trueque de una enrarecida libertad.
En su escalada, en la nueva Constitución europea el laicismo llegó a negar las raíces cristianas del Continente, para de esta manera evitar que las mismas sean invocadas como una de las fuentes de interpretación del nuevo Derecho positivo europeo.
c) Dilema: ¿Omitirse o dar testimonio de las enseñanzas del Divino Salvador?
Cada día se delinea más claramente para los católicos el dilema: omitirse en la proclamación de la verdad evangélica “ reduciendo el apostolado a la asistencia pastoral en el interior de las iglesias” o dar testimonio arrojado de las enseñanzas del Divino Salvador, estimulados por Su promesa: “Confidite, Ego vici mundum!” (Jn. 16, 33).
Dilema similar se puso a vuestro glorioso antecesor, San Pío X, al ascender al Solio pontificio.
León XIII estrenó la famosa política del ralliement de los católicos franceses con la República que, entre otras cosas, suponía la aceptación resignada del carácter laico del Estado moderno.
Pero, en sentido contrario a las esperanzas del erudito Pontífice, lejos de granjearle a la Iglesia las simpatías de los agnósticos, tal política desembocó en la persecución declarada. Frente a ese panorama, San Pío X no hesitó un instante y convocó a los católicos para el combate, bajo el lema Omnia instaurare in Christo, condenando el movimiento Le Sillon que pretendía una acomodación del catolicismo a los principios laicistas de la Revolución Francesa.
Grande fue la victoria de San Pío X, apenas interrumpida por su muerte y por las ruinas de la I Guerra Mundial.
Las ondas turbulentas del laicismo se chocaron entonces impotentes contra a Roca de Pedro. El orbe católico anhela hoy, Santo Padre, que Vuestra figura se proyecte con la misma gloriosa dimensión de vuestro insigne Predecesor.
4. Amenaza islámica
”Los tiempos que vivimos son indeciblemente difíciles e inquietos. También el camino de la Iglesia se ha vuelto difícil y tenso, tanto para los fieles como para los pastores, prueba característica de estos tiempos. En algunos países, la Iglesia se encuentra en un período de persecución tal que no es inferior al de los primeros siglos, al contrario, incluso los supera por el grado de crueldad y de odio.”
¿Qué palabras podrían describir con mayor precisión la actual realidad? Las escribió en su testamento el inolvidable Juan Pablo II, vuestro predecesor.
Si, como vimos, sobre los países occidentales van bajando, poco a poco, las nubes cargadas de amenazas del laicismo ateo, esta persecución ya es una trágica realidad en las áreas geográficas dominadas por el Islam. Esta hostilidad de cara a la civilización occidental y cristiana por parte de determinados sectores sociales y religiosos del mundo musulmán “ que desarrollaron una amalgama entre los principios del Corán y las doctrinas revolucionarias socialistas y anárquicas “ tuvo una confirmación insofismable en los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y en Washington, y del 11 de marzo, en Madrid.
Pari passu, fruto de un ininterrumpido flujo migratorio, crece en países occidentales la presencia de poblaciones musulmanas. Muchas de sus costumbres, de inspiración religiosa, chocan con las legislaciones y culturas nacionales, creando malestar entre esas poblaciones y favoreciendo la fermentación revolucionaria promovida por corrientes islámicas extremistas.
A ese cuadro se agrega el proyectado ingreso de Turquía en la Unión Europea, lo cual, además de constituir una aberración histórica, solamente agravará el choque cultural y, por otro lado, aumentará en el mundo musulmán la sensación de fuerza ascensional.
a) Un programa de expansión y reconquista del Islam
Al espíritu débil y acomodaticio de muchos de nuestros contemporáneos se presenta como vergonzoso aceptar que, en pleno siglo XXI, puedan darse embates de raíces religiosas.
Es nuestro deber de verdaderos católicos el conocer la realidad, analizarla sin subterfugios y tomar valerosamente posición delante de ella. Tal realidad nos muestra que, por sus convicciones filosóficas y religiosas, el Islam radical tiene ansias de dominación y una determinación destructora del mundo cristiano. Y, en cuanto las naciones occidentales abrigan inmensas masas musulmanas, les conceden mezquitas, respetan sus hábitos, en el mundo islámico cada vez más se verifica lo contrario.
Esa realidad funesta, tan diferente de los cuadros risueños trazados por los adeptos de una “coexistencia pacífica”, fue expresada con exactitud por un profundo conocedor de la materia. El Obispo de Izmir, en Turquía, Mons. Giuseppe Germano Bernardini, O.F.M. Cap., advirtió en el II Sínodo Europeo: «Durante un encuentro oficial sobre el diálogo islámico-cristiano, un autorizado personaje musulmán, dirigiéndose a los participantes cristianos, dijo en un cierto momento con calma y seguridad: “Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos; gracias a nuestras leyes religiosas os dominaremos”. Hay que creerlo porque el ˜dominio” ya ha comenzado con los petrodólares, usados no para crear fuentes de trabajo en los países pobres del norte de África o del medio oriente, sino para construir mezquitas y centros culturales en los países cristianos por la inmigración islámica, incluida Roma, centro de la Cristiandad. ¿Cómo no ver en todo esto un claro programa de expansión y reconquista? (…) Termino con una exhortación que me ha sugerido la experiencia: no se conceda jamás a los musulmanes una iglesia católica para su culto, porque esto a sus ojos es la prueba más cierta de nuestra apostasía».
b) “Id, pues, e instruid a todas las naciones…”
¿Que política seguir frente al programa de expansión y reconquista del Islam? Es la pregunta que asalta hoy a una infinidad de católicos: ¿una incesante política de concesiones, con la ilusoria esperanza de disolver los preconceptos musulmanes contra el Cristianismo y contra Occidente? ¿O, al contrario, debería la Iglesia retonificar en las almas las certezas absolutas de la Fe, armarse nuevamente de espíritu apostólico y asumir con entusiasmo el mandato de Nuestro Señor Jesucristo: “Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñadles a observar todas las cosas que os he mandado” (Mt 28, 19-20)?
Santidad, la sangre de los actuales mártires cristianos, sacrificados en aras del expansionismo islámico, clama por una actitud firme y clara de la Iglesia, en espera de la hora providencial en que pueda iniciar un vasto esfuerzo de evangelización.
5. La “izquierda católica” alienta una nueva experiencia socialista en América Latina
América Latina constituye hoy el mayor bastión católico. Por su homogeneidad cultural y, sobretodo, por su entrañada religiosidad, el secularismo ateo que barre Europa no encuentra verdadera acogida en el pueblo latinoamericano.
Por otro lado, el carácter tranquilo, ordenado y afecto a las legítimas desigualdades sociales siempre hizo a la mayoría de esas poblaciones esquivas a las agitaciones que promovían las izquierdas de todo orden.
Solamente una izquierda “católica”, constituida por una verdadera constelación de grupos y organizaciones articuladas supranacionalmente, podía intentar impulsar esas poblaciones tranquilas y conservadoras hacia el socialismo, en nombre de la Doctrina Católica.
Infelizmente, décadas de una pastoral fundamentada en una distorsionada y excluyente interpretación de la “opción preferencial por los pobres”, acabó por apartar del redil a sagrado millones de fieles, en una apostasía sin precedentes. “La ironía es… que los católicos optaron por los pobres y los pobres optaron por los evangélicos”, constató oportunamente el periodista James Brooke en un artículo del New York Times.
a) La “izquierda católica” anima la nueva Internacional Rebelde
Desorientadas y abatidas con el derrumbe del Muro de Berlín, las izquierdas latinoamericanas procedieron a una gran metamorfosis. Y, juntamente con ellas, la “izquierda católica”.
Ante el fracaso del “socialismo de Estado”, esas corrientes articularon sus fuerzas en una nueva Internacional Rebelde, reunida en los Foros Sociales Mundiales.
Aprovechándose de naturales descontentos con el proceso de “globalización”, pasaron a arremeter contra el capitalismo, sobretodo en sus fundamentos legítimos, como la propiedad privada y la libre iniciativa. Insuflaron una lucha de clases planetaria de naciones “pobres” (en desarrollo) contra naciones ricas (industrializadas).
Haciendo de la crítica al neoliberalismo su divisa, pasaron a proponer la abolición de las grandes estructuras económicas, políticas, administrativas y sociales; a defender una organización social constituida en comunidades autogestionarias, con una economía primitiva, en una sociedad igualitaria, pseudo-evangélica y miserabilista; y a arremeter contra los avances tecnológicos en nombre de un “regreso a la naturaleza”.
Esa experiencia neocomunista no tendría viabilidad de éxito alguna ante el público si no contase con el respaldo religioso. Por eso, la “izquierda católica”, influenciada por la Teología de la Liberación, pasó a ser una de las principales articuladoras e instigadoras de los llamados “movimientos sociales” y su presencia se volvió fuerte en gobiernos latinoamericanos, de todo lo cual Brasil es un caso especialmente significativo.
b) Desestabilización social rumbo a la violencia
Distorsionando los datos y análisis de la realidad socioeconómica, la “izquierda católica” intenta imponer reformas de estructuras que conmuevan de modo fundamental el actual orden social.
Un ejemplo clamoroso del encarnizamiento con que esa “izquierda católica” intenta imponer una Reforma Agraria socialista y confiscatoria, fomentando el desprecio a la ley, la invasión de propiedades y hasta la violencia, es el vasto territorio brasileño, donde millones de patrones y empleados laboran la tierra en perfecta armonía cristiana, haciendo del País un verdadero granero del mundo.
En sus devaneos pseudo-cristianos esas corrientes progresistas no hesitan siquiera en apoyar movimientos guerrilleros, como aquel que hace años siembra el terror y la muerte entre inocentes en Colombia y, según todo indica, amenaza diseminarse en breve por otras regiones del Continente.
c) Santo Padre, salvad América Latina de la “izquierda católica”
Santo Padre, esta obstinada predicación de la “izquierda católica” a favor de la solución antinatural y violenta de los problemas sociales y de la ruptura de las instituciones choca con el modo de sentir de la gran mayoría de los católicos, que, perplejos y confundidos, ven justificada en nombre del Evangelio la expoliación agresiva de bienes y la destrucción del orden social.
La inmensa mayoría del pueblo latinoamericano, pacífico y laborioso, os quedará eternamente reconocida, al ver a la Cátedra de Pedro desvendar las articulaciones de esta “izquierda católica” y denunciarle los errores doctrinarios, en nombre de la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la propiedad privada, la libre iniciativa y la armonía social de una sociedad de legítimas y proporcionadas desigualdades.
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Santo Padre, creemos que pocas veces en la historia de la Cristiandad el mundo se volvió con tanta expectativa hacia Roma, por ocasión del fallecimiento de un Papa y de la elección de otro.
De igual manera creemos que en raras ocasiones de la historia de la Iglesia se hayan avistado perspectivas de la magnitud de las que hoy se alcanzan. Perspectivas ensombrecidas por espesas nubes y amenazas de una era que va llegando a su trágico ocaso; y, de otro lado, iluminada por los primeros fulgores de una aurora que se descubre esplendorosa, como la anunciada por Nuestra Señora en Fátima.
A vuestros Pies depositamos nuestra filial súplica, movidos únicamente por el acendrado amor a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, Madre y Maestra de la Verdad. E imploramos para Vuestra Santidad, por la intercesión omnipotente de la Santísima Virgen, un glorioso pontificado, fortalecido por las gracias de Aquel que proclamó: «Y Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18).
Al presentar a Vuestra Santidad el homenaje filial de nuestro profundo respeto, pedimos la Bendición apostólica y las preciosas oraciones de Vuestra Santidad.
Roma, 13 de abril de 2005
San Martín I, Papa y Mártir
Acción Familia (Chile)
Associação dos Fundadores da TFP – Tradição Família Propriedade (Brasil)
American Society for the Defense of Tradition, Family and Property “ TFP
Société française pour la défense de la Tradition Famille Proprieté “ TFP
Associazione Tradizione Famiglia Proprietà (Itália)
Stowarzyszenie Kultury Chrzescijanskiej im. Ksiedza Piotra Skargi (Polonia)
Deutsche Vereinigung für eine Christliche Kultur e.V.
Fundación Argentina del Mañana
Sociedad Civil Fátima la Gran Esperanza (Argentina)
Tradition Family Property – Bureau for the United Kingdom
Australian Tradition Family Property Centre
Österreichische Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum
Sociedad Colombiana Tradición y Acción
Irish Society for Christian Civilisation
Krikšcioniškosios Kulturos Gynimo Asociacija (Lituânia)
Sociedad Paraguaya de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad “ TFP
Tradición y Acción por un Perú Mayor
Asia Needs Fatima (Filipinas)
Acção Família (Portugal)
Young South Africans for a Christian Civilization “ TFP
Tradición y Acción por un Uruguay Auténtico, Cristiano y Fuerte
Cubanos Desterrados (Miami)