Todas las épocas de decadencia presentan síntomas análogos. Digo análogos, porque ellos pueden tener una mayor o menor intensidad. A mayor decadencia, más agudos son los síntomas. Es así que este texto, escrito en 1850, puede ser aplicado con mayor propiedad a nuestra época.
¡Civilización! una gran palabra de la que se abusa, y cuyo verdadero significado es lo que le da su valor. Por lo tanto, hay civilización por la religión, el pudor, la benevolencia, la justicia; porque todo esto une a los hombres; la incivilización, es el retorno a la barbarie, por el espíritu de contestación, la irreligión, el descaro, la audacia, la ambición de todos, el amor constante del propio bienestar, el ardor de la ganancia; porque todo esto desune a los hombres, y no nos une sino a nosotros mismos.
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Vivimos en un siglo en el que abundan las ideas superfluas y que carece de las ideas necesarias. Cuando veo gente joven como la de hoy en día, yo digo que el Cielo quiere perder el mundo.
Hacer de su humor la regla de sus juicios, y de sus fantasías el móvil de sus acciones, es un espantoso hábito de muestra época.
Viviendo en la superficialidad: la decadencia del pensamiento
Si son destruidas las costumbres y la autoridad, cada uno adquiere hábitos y modales de acuerdo con su natural: groseras, si tiene un temperamento grosero. ¡Deplorables épocas en las que cada hombre pesa todo según su propia medida, y camina, como dice la Biblia, a la luz de su lámpara!
Pocas ideas y muchas aprehensiones; muchas emociones y pocos sentimientos; o, si lo prefiere, pocas ideas firmes y muchas ideas inexactas; sentimientos muy vivos y ningún sentimiento constante; desconfianza de los deberes y la confianza en las novedades; mentes decididas y opiniones flotantes; la afirmación en medio de la duda; la confianza en sí mismo y la desconfianza en los demás; el conocimiento de las doctrinas locas y la ignorancia de las opiniones de los sabios: tales son los males de la época.
¿Por qué todos somos tan sensibles a la impresión de las cosas agradables o dolorosas? Nuestros padres lo eran menos. Es porque nuestro espíritu está más vacío y nuestra debilidad es mayor. Estamos más carentes de sentimientos serios o de pensamientos sólidos. El hombre que solo tiene en vista su deber y que corre tras él, toma menos cuidado con lo que está en su camino.
Los espíritus adecuados para gobernar, no solo los grandes estados, sino incluso su propia casa, casi ya no se encuentran. Ninguna época los conoció tan escasos.Ya no existen más hoy en día enemistades irreconciliables, porque ya no hay más sentimientos desinteresados: es un bien nacido de un mal. Hoy no solo tenemos codicia, sino la ambición de la ganancia.
Pensées, Essais et maximes (Joseph Joubert)/Titre XVIII, 1850