Francia: la resistencia a la agenda demoledora de la familia continúa. Un artículo que muestra las connivencias en la instalación de régimen totalitario en Europa…y en el mundo.
Pasada la emoción, el encarcelamiento de Vigilantes con ocasión de la aprobación de la ley de ampliación de la eutanasia por el Senado belga nos obliga a extraer una serie de lecciones:
1 Los acontecimientos en Bruselas ‒y antes de ellos los de París‒ no dejan lugar a dudas: poco a poco pero sin pausa Europa se encamina hacia un nuevo tipo de totalitarismo.
Una especie de dictadura blanda, en la que una nebulosa neomarxista impone su agenda de desorden moral a marchas forzadas. Contrariamente a lo que se quiere hacer creer, la mayoría de los ciudadanos no es favorable a esta agenda, o al menos a sus aplicaciones concretas. El ciudadano de a pie no desea que sus hijos sean educados por dos hombres o por dos mujeres, pero ellos se mantienen inertes mientras esa realidad no afecte directamente su vida cotidiana.
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El individualismo exacerbado explica igualmente el hecho que la inmensa mayoría de los ciudadanos no está consciente de la deriva totalitaria de nuestros gobiernos. El ciudadano medio reduce generalmente la libertad a la posibilidad de conducir su vida privada como desea. Dicho de otro modo, mientras pueda tomar un avión para disfrutar de sus vacaciones en Marruecos y mientras los policías no se inviten a instalarse en su habitación ‒como en una novela de Kafka‒ tiene la impresión de vivir en un país libre.
Alejamiento de la democracia liberal profetizada en el siglo XIX por Tocqueville…
Ahora, mientras que la esfera privada es ‒provisoriamente‒ dejada libre, la esfera pública es estrechamente controlada. Poco a poco, la democracia se reduce a sus aspectos puramente mecánicos ‒las elecciones‒ mientras que la condición de su existencia efectiva ‒el pluralismo‒ se vuelve imposible sobre asuntos tan fundamentales como el derecho a la vida o a la familia. Como en 1984 de Orwell, la dictadura del relativismo instala un nuevo orden (in)moral que reprime implacablemente toda disidencia:
a) Los medios de comunicación informan al unísono. Si existen divergencias, ellas son sobre la rapidez con que se deba recorrer la distancia para llegar a su fin, y no sobre su dirección. Los oponentes al famoso «progreso» ‒proceso del cual no se conoce ni el término ni su finalidad‒ son ignorados por los platós de televisión o invitados para ser ridiculizados. Paralelamente, la industria de la diversión (Hollywood) es utilizada para difundir un cierto número de normas que la opinión se traga pasivamente. Entre ellas: la promiscuidad (American Pie), la homosexualidad (Le Secret de Brokeback Mountain) el odio a la Iglesia (Código da Vinci). Se encuentra el mismo fenómeno en la música (Hellfest, Lady Gaga) y en el mundo de la vestimenta (la minifalda ayer, el look andrógino hoy).
b) La escuela se transforma en un centro de adoctrinamiento. La escuela laica, gratuita y obligatoria de Jules Ferry tenía por objeto formar buenos republicanos; la de M. Peillon (euro diputado socialista) y de sus homólogos europeos tiene por fin producir individuos ateos, “gay‒friendly”, libertarios, ecologistas y hostiles a todo lo que tenga una relación cercana o lejana con nuestras raíces cristianas. Un ejemplo reciente: la guía que la Organización Mundial de la Salud (OMS) que sugiere la contracepción a niños desde los 8 años…
c) Los partidos políticos están encadenados. Los que no imponen a sus parlamentarios consignas de voto ‒como el partido socialista‒ practican la exclusión de los parlamentarios demasiado molestos. En el momento actual, ningún responsable político de envergadura nacional o que tenga responsabilidades importantes se arriesga a declararse totalmente contra el aborto, tanto cuando no osa denunciar la inmoralidad intrínseca de los actos homosexuales. Esas dos prácticas eran, sin embargo, ampliamente consideradas perversas hace 60 años y continúan suscitando protestas de millones de personas (Manif pour tous, Marche pour la Vie). Si se torna necesario, los dirigentes no dudan en ir contra los deseos de su electorado, como es el caso del Reino Unido donde David Cameron ha impuesto el “matrimonio” homosexual a su mayoría conservadora. Las elecciones sirven esencialmente para mantener una ilusión de libertad. De hecho, no votamos por el candidato que nosotros queremos. No hacemos otra cosa que escoger entre aquellos que los partidos nos presentan.
d) Último polo de libertad: el espacio público stricto sensu. Ese en el cual usted entra cuando deja su domicilio. El lugar ‒por excelencia‒ del encuentro, de la confrontación de las opiniones: el ágora de los griegos. A su vez está siendo cerrado. Mientras que los ferrocarriles franceses as en la promoción de la homosexualidad en las estaciones (con un afiche mostrando blancos, negros, hombres, mujeres, homosexuales, heterosexuales: todos iguales) y que los crucifijos son expulsados de los edificios públicos, los ciudadanos que manifiestan pacíficamente contra la ley Taubira son detenidos y algunos procesados en la justicia.
2. La situación es gravísima, pero la victoria es posible si adaptamos nuestra estrategia:
a) abandonar la política de la mano extendida que es inútil o hasta nociva. El diálogo supone en efecto un interlocutor. Ahora, quienes dominan la dictadura del relativismo no quieren escuchar sino imponer su ideología. A veces dan signo de abertura o realizando mesas redondas o efectuando concesiones marginales, o quizá marcando una pausa: no se trata de hecho sino de una maniobra estratégica para debilitar la reacción. El veredicto de la Historia es inapelable: JAMÁS el diálogo ha hecho retroceder durablemente al adversario en NINGÚN proyecto.
b) Consolidar las islas de libertad. Entre esos granos de arena que detienen la máquina: internet y la escuela libre. Internet porque permite contornear a los medios de comunicación. El ejemplo del Salón Beige en Francia es elocuente en este sentido. Gracias a esta caja de resonancia usted y yo descubrimos que éramos millones que pensábamos así; y no solamente algunos pueblerinos como pretendía hacernos creer Canal+… La escuela puesto que es aquí donde la dictadura del relativismo impone «su» moral. Es en clase y en el patio que se interiorizan un cierto número de prohibiciones. Y aquí tocamos un punto esencial: a la violencia física el poder prefiere de lejos la autocensura. Es este mecanismo el que hace que, por ejemplo, que usted no ose jamás decir claramente que usted está contra el aborto delante de sus colegas… Y si usted lo dice, le responden que usted no tiene el derecho de pensar así. No existen ciudadanos libres sin escuela libre. Perder la batalla de la escuela es por lo tanto perder la guerra.
c) Polarizar al máximo. El adversario mantiene la letargia de las masas haciendo nebulosos los puntos de referencia (ejemplo: la eutanasia en nombre de la compasión, valor cristiano). Es necesario mantener a la opinión pública en estado de alerta ‒trabajando por círculos concéntricos‒ y obligar a un máximo de personas a tomar posición. No es necesario decir que es indispensable rechazar toda concesión a la neolengua (ejemplo: homofobia).
d) No perder su tiempo y su energía militando en un partido tradicional sino hacer presión sobre los responsables políticos actuando directamente sobre la opinión pública. Los medios de acción son múltiples: campañas de calle, campañas en Internet, manifestaciones de masa y contraofensiva cultural.
e) Es vital proseguir la desobediencia civil. Los policías deben negarse a cooperar para realizar arrestos abusivos; los médicos a practicar abortos y eutanasias; los alcaldes no «casar» a las parejas del mismo sexo; los profesores negarse a enseñar el género. Los Centinelas deben estar constantemente presentes delante de los edificios públicos (con o sin autorización). Una tal situación de bloqueo sería fatal para el poder, pues se colocaría frente a una alternativa: tolerar la oposición y ver su dominio de las masas contrarrestado, o reprimir y mostrar abiertamente su fisonomía totalitaria. En uno como en otro caso, sería para él el comienzo del fin.
Antony Burckhardt