Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia…
Esta era la advertencia que solía preceder algunas películas de ficción. Y este es el aviso que vale para este artículo.
Me cayó en las manos un libro para escolares franceses de mediados de los años ’80. En él se describen algunas de las modificaciones por las que pasó la sociedad romana en la decadencia del Imperio.
Al comparar los síntomas de ocaso registrados en el libro con los de la sociedad actual, nos encontramos con algunas semejanzas relevantes que he querido compartir con ustedes.
Les ofrezco la traducción del trecho que me pareció más notable.
Las consecuencias de las grandes conquistas
♦ Los romanos después de las grandes conquistas no son lo que eran antes.
♦ Han adquirido el gusto del lujo.
♦ Abandonan frecuentemente las virtudes familiares y cívicas y se apartan de la religión
El gusto del lujo
Hasta el fin de la segunda guerra púnica, los romanos habían sido un pueblo pobre.
Bruscamente, en medio siglo, se enriquecieron con el pillaje del mundo mediterráneo. También cobraban enormes indemnizaciones de guerra a los pueblos vencidos.
Enriquecidos de esta manera, los romanos no se contentaron más con la vida simple que habían llevado hasta entonces. Quisieron gozar del lujo que habían conocido en las ciudades de Grecia y del Oriente.
Se conservan las vestimentas tradicionales, pero comenzaron a servirse de lino fino y de tejidos suntuosos. Las señoras romanas se cubrieron de joyas, anillos, brazaletes y collares. El uso de los perfumes y de los productos de belleza se extendió, para gran escándalo de ciertos viejos romanos respetuosos de las tradiciones.
Se conoció el mismo lujo en la mesa: los romanos, reputados por su sobriedad, se transformaron en desenfrenados glotones.
Viviendo en la superficialidad: la decadencia del pensamiento
Análogo proceso ocurrió con las casas: habiendo conocido las casas griegas, quisieron tenerlas similares.
Además de su casa lujosa en Roma, los romanos ricos tenían villas lujosas en el campo.
En la ciudad y en el campo, ellos querían un interior decorado lujosamente.
Transformaciones morales
Esta vida de lujo exigía poseer una gran fortuna: de ahí el deseo de enriquecerse. Para tornarse rico todos los medios eran buenos, incluso los fraudulentos.
El amor del dinero tuvo también como consecuencia la corrupción de las costumbres y la pérdida de las virtudes cívicas que habían sido la fuerza de la República en sus comienzos.
Se vio generales que vendían permisos a sus soldados; a candidatos comprando abiertamente los sufragios de los ciudadanos y desviando el dinero del Tesoro público.
Se asistió, al mismo tiempo, al debilitamiento progresivo de la vida familiar.
El respeto de los hijos en relación a sus Padres, disminuyó; los divorcios por las causas más fútiles se hizo frecuente; en fin, los padres retrocedieron ante los sacrificios que impone el cuidado de mantener una familia y tuvieron menos hijos.
Transformaciones religiosas
La vida religiosa también fue profundamente transformada. Al contacto con la religión griega, la religión romana perdió su carácter propio.
Los dioses romanos fueron asimilados a los de los griegos: Júpiter a Zeus, Marte a Ares, Venus a Afrodita, etc.; representándolos del mismo modo y atribuyéndoles las mismas aventuras.
Por otra parte, muchos hombres instruidos, bajo la influencia de ciertos pensadores griegos, abandonaron las creencias religiosas de los antiguos tiempos. La irreligión hizo, sobre todo en el primer siglo AC, rápidos progresos.
Uno de los más célebres autores de la literatura latina, Lucrecio (98-55 AC), escribió un poema para combatir la religión.
Aquellos que podrían tener necesidad de creer, preferían frecuentemente a la vieja religión romana, las religiones orientales de Asia Menor y de Egipto.
Los sacerdotes de los dioses orientales prometían a los fieles la inmortalidad. (Hoy, la tecnología nos hace semejantes ofrecimientos.)
Collection Jules Isaac, Quinta Clase, Classiques Hachete, Paris, 1984.