Las feministas de hoy pretenden reivindicar los llamados «derechos de la mujer» que le quitan su característica delicadeza y las transforman en una especie de virago. En cambio, la Civilización cristiana supo honrarla en un alto grado.
El sentido caballeresco del hombre lo llevó a tratar el sexo femenino casi como si fuera una clase más alta, dando a las mujeres la precedencia habitual en el trato diario: en las entradas y salidas, en ocupar asientos, en ser servidas primero, etc. Y en mil pequeñas circunstancias de la vida se respeta esa singular superioridad de la señora, fruto de la elegantísima actitud del más fuerte que se inclinaba ante la gracia del más frágil. En ese sentido, el sexo femenino era tratado como una verdadera nobleza.
La influencia de la nobleza en las modas obligaba a una actitud de corrección y de cuidado, que el temperamento femenino habitualmente exige.
El movimiento feminista desarrolló contra el sexo femenino toda la revolución igualitaria, a semejanza del movimiento igualitario revolucionario contra la nobleza, trayendo como resultado un descenso progresivo de la mujer. Fue necesaria una larga evolución, una larga decadencia en las desigualdades proporcionadas, para llevar a la mujer a la situación en que se encuentra hoy.
* Extractos de la conferencia pronunciada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira para socios y cooperadores de la TFP, el 6-11-1992). Sin revisión del conferencista.