Los recientes acontecimientos ocurridos a propósito de la proyección de un documental sobre los logros alcanzados por el gobierno encabezado por el Gral. Pinochet, hacen revivir un aspecto de la realidad nacional que parecía dormido.
Quienes comenzamos a inicios de los años 60’, el combate ideológico anti-comunista inspirados en el pensamiento del líder católico Dr. Plinio Correa de Oliveira, a través de la revista Fiducia, no podemos omitirnos ante los acontecimientos que vive el País.
Resulta importante abordar un dilema que los hechos recién vividos dejan trasparecer. Es el de la continuidad en nuestros días de la lucha comunismo-anticomunismo en contraposición a la idea –muy repetida, pero totalmente infundada– de que ésta es una cuestión ya superada por la Historia.
Para analizarlo debidamente, y dado que el comunismo no es sólo un problema nacional, debemos considerar los hechos también desde el punto de vista internacional.
En este sentido, la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desaparición de la URSS significaron para vastos sectores de la opinión pública el fin histórico del comunismo. Se auguraba que, poco tiempo después, caerían irremediablemente todos los demás gobiernos donde aún estaba en vigor el régimen marxista.
Naturalmente, quienes más se apresuraron a llegar a esta conclusión fueron precisamente los que más indiferentes se habían mostrado cuando la brutalidad del régimen soviético estaba aún en toda su fuerza y significaba para todo el mundo la más inminente y actuante de las amenazas.
En el plano nacional, Chile vivió similar situación con la subida al Gobierno de la Concertación, con ciertos aspectos de moderación y con la auto marginalización del PC del panorama político. Ambos factores parecieron significar una disminución de las influencias marxistas.
Los espíritus acomodaticios y amigos de transar la “paz” a cualquier precio, pensaron que podían dormir tranquilos, pues, junto con desaparecer la amenaza comunista, desaparecería también la necesidad de la acción anti-comunista.
De este modo muchos asistieron contentos al entierro de un supuesto cadáver cuyo certificado de defunción fue dado de modo apresurado por un médico optimista.
De 1989 al 2012, el cadáver del marxismo no ha dado muestras de descomposición. Al contrario, parece estar saliendo con vigor renovado del cementerio en que yacía. Y quienes se regocijaban con su supuesta muerte, aparentan no notar que ésta era una ilusión.
Así, a la disolución de la URSS no le ha seguido una verdadera liberalización política ni económica. Su temible aparato represor ha cambiado de nombre, pero no de métodos. Y el ex funcionario de la KGB Vladimir Putin se perpetúa en el Poder, dedicándose a reprimir las manifestaciones democráticas de protesta, amenazando con reconquistar, una a una, las que fueron naciones cautivas de la órbita soviética.
Por su parte, China mantiene un régimen policial que filtra hasta internet y persigue de modo implacable cualquier disidencia interna, pese a la torrencial colaboración económica que le da Occidente, sea montando allí sus industrias, sea abasteciéndose de sus productos.
Las amenazas permanentes de lanzamientos de cohetes por parte de Corea del Norte, no dejan de inquietar las naciones libres del mundo asiático. Y en América Latina, los hermanos Castro no pretenden entregar el Poder ni liberalizar auténticamente la desastrosa economía que sobrevive sólo por la ayuda “solidaria” de la Venezuela chavista, la cual encabeza una internacional marxista de alcance continental.
También en el campo nacional el comunismo parece estar reviviendo. Su “resurrección” no se debe a su propia vitalidad, ni a que goce de aceptación popular alguna, sino al tratamiento de transfusiones de apoyos dados por la Concertación. Desde el PDC hasta el PPD hacen fila para ofrecerle cargos municipales, pactos de omisión, proclamaciones conjuntas y señales de un próximo gobierno de coalición con el PC.
Todas estas graciosas concesiones se ofrecen sin que, por su parte, el PC haya tenido que realizar ninguna glasnost o perestroika, ni “pedido de perdón”, ni prometido tipo alguno de enmienda. Así, en enero pasado, por ocasión de sus 100 años de existencia, el PC lo celebró junto a la esposa del dictador de la ex Alemania Oriental, Margot Hoenecker, con los infaltables representantes de la Cuba castrista y con -¡no podían faltar!- los “compañeros de ruta” de la DC.
Por su parte, Camila Vallejo, pop-star de las JJCC, en su reciente viaje a Cuba, donde se reunió con su admirado dictador comunista Fidel Castro, no se dignó siquiera responder a un pedido de entrevista de los disidentes de la infeliz Isla, con lo cual mostró que desprecia hasta los más leves gestos humanitarios.
Por último, los movimientos guerrilleros y terroristas de inspiración marxista y de multimillonarios lucros con el narcotráfico –¡ahí sí que los comunistas no tienen objeciones al lucro!– lejos de haber desaparecido, están reorganizándose y sembrando nuevamente el terror en Colombia y Perú.
Recientemente, el brazo político del Sendero Luminoso, organizó –con autorización oficial– un acto en la Plaza de Armas de Santiago, y, antes de esto, la últimas fotos del comandante de las FARC, Raúl Reyes, fueron tomadas junto con miembros de las JJCC chilenas.
A lo anterior se le debe sumar la violencia “mapuche” que se ha vuelto crónica, considerada, a justo título, por algunas autoridades como una auténtica guerrilla rural, cuya acción cuenta con amplio respaldo de las izquierdas nacionales y extranjeras.
Junto con toda esta permanente fermentación promovida por el comunismo que se podría llamar “clásico”, se verifica también la imposición, por vía de acuerdos internacionales y de ONGs nacionales, de una verdadera revolución cultural para la destrucción de la familia natural y cristiana.
Se siguen así las consignas de Marx, Engels y de todos sus secuaces, de destruir la familia, pues en ella se forman las almas y las personalidades fuertes, capaces de resistir a la trama revolucionaria por ellos impulsada.
Las aberrantes doctrinas de “identidad de género”, “orientación sexual”, “no discriminación”, etc., sirven de base a un “neo-proletariado” que amplía las reivindicaciones del “proletariado obrero” de otrora, promoviendo nuevas leyes que erosionan lo que queda de la estructura legal y de la mentalidad cristiana del País.
Este conjunto de hechos muestra un comunismo en acción y en vías de crecimiento, con toda la virulencia de otrora… ¿Y el anti-comunismo?
De éste no hay noticias. Se dejó adormecer a tal punto que cuando algunos simpatizantes quieren hacer un acto de homenaje al Gobierno surgido del Pronunciamiento de 1973, son denostados incluso por muchos de sus antiguos colaboradores y por quienes hasta hoy se benefician de los éxitos económicos de su gestión.
En mi calidad de haber sido el primer Director de la revista Fiducia, y junto a quienes acompañan con preocupación estos síntomas de olvido de nuestro pasado, hago votos para que este episodio de violencia sectaria de los comunistas de hoy pueda servir al menos para despertar a los anti-comunistas de ayer y de mañana.
La Historia enseña que la condición para no repetir los errores del pasado consiste en no olvidar las causas que condujeron a consecuencias nefastas, en este caso al abismo marxista. Estos errores consistieron sobre todo en el espíritu de acomodamiento, indiferencia y optimismo que, a partir de cierto momento, tomó a nuestras clases dirigentes.
Que la Virgen del Carmen ayude a nuestros compatriotas a discernir en los hechos señalados un efecto más de lo que el actual Papa denunció de modo ineludible, casi tres décadas antes de subir al Solio Pontificio: “Millones de nuestros contemporáneos aspiran legítimamente a recuperar las libertades fundamentales de las que han sido privados por regímenes totalitarios y ateos que se han apoderado del poder por caminos revolucionarios y violentos, precisamente en nombre de la liberación del pueblo. No se puede ignorar esta vergüenza de nuestro tiempo: pretendiendo aportar la libertad se mantiene a naciones enteras en condiciones de esclavitud indignas del hombre. Quienes se vuelven cómplices de semejantes esclavitudes, tal vez de modo inconsciente, traicionan a los pobres que intentan servir” (Cfr. Instrucción sobre algunos aspectos de la “Teología de la Liberación”, (XI, 10).
Sin embargo, infelizmente, muchos católicos no prestaron la debida atención a ese importante documento, estando hoy lejos de avergonzarse por haber tomado las posturas por él impugnadas y llegando inclusive a cuestionar y negar la Autoridad Pontificia. ¡Basta eso para calificarlos adecuadamente!
Carlos del Campo García Huidobro
Primer Director de la revista “Fiducia”
Santiago, 20 de junio 2012